Traducido del inglés https://dalrock.wordpress.com/2013/03/29/why-arent-men-responding-to-economic-signals/
[Nota aclaratoria del traductor: Resumo los anteriores escritos del autor sobre este tema para que se comprenda el artículo.
El autor explica las consecuencias del cambio de familia que ha ocurrido en el mundo occidental a raíz de la popularización del divorcio «sin culpa» (es decir, la modalidad actual de divorcio, en la que no hace falta que una parte haya sido infiel o violenta para que se otorgue la sentencia de divorcio). Este cambio, que ha ocurrido en todo el mundo occidental, se encuentra más avanzado en Estados Unidos.
Antes del cambio, la familia era tradicional (compuesta por padre, madre e hijos además de que el padre y la madre estaban juntos por toda la vida). Después del cambio, la familia es moderna (madre e hijos). La familia moderna puede tener un hombre adulto, que es completamente opcional. En efecto, puede haber o no un hombre adulto en esta familia, este hombre adulto puede ser el padre de los hijos o no y puede desaparecer en en cualquier momento de la familia.
La familia tradicional basaba su economía en el concepto del matrimonio. El hombre estaba obligado a proveer para los hijos y la esposa a cambio de obtener sexo y una familia. La producción del hombre respondía a incentivos: el hombre producía más que lo necesitaba personalmente (un excedente) para cuidar a su familia. Este excedente explica la brecha salarial entre hombres y mujeres: los hombres tenían que ganar más dinero para mantener a su familia. (Aunque las mujeres trabajan, es difícil ver a una mujer que gane más que su marido. Normalmente hay una especialización de roles en la familia, incluso en aquellas en las que los dos trabajan: la responsabilidad de ganar dinero recae en mayor medida sobre el hombre mientras que la responsabilidad de criar los hijos recae en mayor medida sobre la mujer).
En contraste con esa familia tradicional basada sobre el matrimonio, la familia moderna basa su economía en el concepto de pensión alimentaria. El hombre divorciado está obligado, bajo la fuerza de la ley, a proveer para unos hijos que casi no ve y una esposa de la que no obtiene afecto ni sexo. En este nuevo régimen, el hombre divorciado tiene todas las obligaciones de un matrimonio tradicional sin ninguna de las ventajas, por lo que no hay incentivos para el hombre. Es por ello que, en este modelo de familia, la producción del excedente del hombre no responde a incentivos sino a coacción (es decir, a la amenaza de castigos): si no cumple con su pensión alimentaria, la ley lo castiga.
(De forma inversa, en la familia moderna, la mujer divorciada tiene todas las ventajas de un matrimonio tradicional sin ninguna de las obligaciones, por lo que las mujeres tienen incentivos para divorciarse y, por eso, la mayoría de los divorcios son iniciados por mujeres).
En este nuevo régimen, el padre tiene acceso a sus hijos mientras la madre lo permite. Por lo tanto, los hijos son propiedad de la madre, lo que quiere decir que se trata de una familia matriarcal, como la que se encuentra en las sociedades más primitivas de la tierra.
Con esto, ya se puede entender el artículo que va a continuación. Las aclaraciones del traductor van entre corchetes]
¿Por qué los hombres no responden a las señales económicas?
Creo que el hecho de las ciencias sociales más sorprendente que conozco es que las mujeres han sido capaces de oír gritar al mercado laboral «¡Necesitas más educación!» y han sido capaces de responder a ello mientras que los hombres no han sido capaces. Y esto da muchísimo miedo a los economistas porque, [según la teoría económica], la gente debería responder a las señales que envían los precios. Es un hecho que necesita una explicación.
— Michael Greenstone, profesor de Economía del M.I.T.
Los científicos sociales están obsesionados con la brecha salarial entre hombres y mujeres [el hecho de que los hombres ganan más dinero que las mujeres] y, por décadas, se han inquietado por la existencia de esta brecha. Ahora un gran número de ellos se alarma porque la brecha se está reduciendo. La cita anterior es un ejemplo de esta preocupación reciente y es una cita central tanto del artículo Un estudio de los ingresos decrecientes de los hombres cita a los padres y madres solteros (que aparece en la sección de negocios del New York Times), como de un artículo de opinión llamado El matrimonio heterosexual es el verdadero problema (escrito por David Frum para CNN).
Aunque no soy un profesor de Economía del M.I.T., sí que tengo un título real en Economía. Esto me permite explicar lo que da tanto miedo al buen profesor y a los periodistas que lo citan. Para comenzar, es cierto que deberían preocuparse mucho por la disminución de la brecha salarial, pero no porque los hombres ignoren las señales del mercado o no sean adecuados para la economía moderna. Por el contrario, el problema es que, sin prisa pero sin pausa, los hombres están comenzando a responder a las señales del mercado, las cuales se derivan del hecho de que hemos rediseñado radicalmente la familia durante las últimas décadas.
No hace muchas décadas, los Estados Unidos y el resto del mundo occidental tenía el matrimonio como la filosofía central en la que se basaba la estructura familiar. Esta era una estructura que creaba un incentivo para que los hombres produjeran más de lo que necesitaban para su propio consumo [el excedente] y les animaban a hacerse responsables de una familia.
El sistema no sólo beneficiaba a los niños, sino también a los hombres y a las mujeres. Las mujeres se beneficiaban de la protección y los recursos que sus esposos les proporcionaban a ellas y a sus hijos. A los hombres, se les proporcionaba el único acceso al sexo sancionado social y moralmente así como el prestigio y la satisfacción que se derivaba de ser padre de familia. La sociedad en su conjunto se beneficiaba porque los niños gozaban de la ventaja de crecer en un hogar estable y los hombres estaban dispuestos a trabajar muy duro para producir el excedente que se necesitaba para ello [Además, este excedente producido por los hombres era vital para la economía].
Después de una combinación de «reformas» legales y sociales, en la actualidad los Estados Unidos tiene lo que parece superficialmente una doble estructura familiar pero, en realidad y bajo la ley, es una única estructura familiar organizada alrededor del concepto de pensión alimentaria.
En efecto, en el pasado, una mujer necesitaba asegurar una promesa formal de un hombre en forma de matrimonio para esperar que éste la apoyara económicamente a ella y a sus hijos. En esta nueva estructura, la ley declara que cualquier hombre con el que la mujer tenga hijos está obligado a apoyarla económicamente a ella y a sus hijos, tanto si ella se casa como si no se casa, y tanto si ella honra sus propios votos matrimoniales como si no los honra [con esto último, el autor se refiere a que, aunque el divorcio haya sido causa de una infidelidad de ella, el hombre está obligado de todas formas a apoyar económicamente a su ex-esposa a través de la pensión alimentaria, que la mujer administra como quiere sin dar cuentas a nadie. De hecho, está demostrado que las mujeres obtienen ventajas económicas derivadas del divorcio para ellas mismas, no sólo a través de parte de la pensión alimentaria sino otros aspectos (disfrute de la vivienda propiedad del hombre, etc.)].
Mientras los hombres estaban motivados bajo la estructura familiar antigua, detestan completamente el nuevo sistema de formación familiar, basado en la pensión alimentaria. Bajo el sistema antiguo, un hombre que se casaba antes de ser padre podía esperar tener acceso a sus hijos y la oportunidad de dirigir (de común acuerdo con su esposa) la crianza de estos hijos . Bajo el nuevo sistema los hijos se consideran de facto propiedad de la madre y el Estado obliga al padre a pagar a la madre para que ella dirija la crianza de los hijos como considere adecuado. Como el nuevo sistema ha eliminado el incentivo para que los hombres trabajen duro para proveer a sus familias, se ha visto forzado a depender de amenazas de cárcel para obligar a los hombres a que ganen «suficientes» ingresos. Así, mientras los hombres solían sentirse orgullosos por el nacimiento de sus hijos y lo celebraban con puros habanos, en la actualidad una gran cantidad de hombres teme a la paternidad más que a nada.
Bajo las nuevas reglas, incluso si un hombre elige la estructura familiar [tradicional basada en el matrimonio], está siempre sujeto a que su esposa le obligue a pasar al modelo de pensión alimentaria, por alguna razón o sin ningún motivo. Las leyes del divorcio «sin culpa» son unilaterales y tanto los científicos sociales como el cristianismo estadounidense moderno las celebran como una arma para que las mujeres amenacen a sus esposos. El padre ha pasado de ser el respetado cabeza de familia a un progenitor secundario que presta su servicio según la voluntad de su esposa.
Afortunadamente para la sociedad, la conciencia de la realidad de este nuevo sistema se ha difundido de forma lenta. La mayoría de hombres no están informados de la verdadera naturaleza del juzgado de familia o suponen que la mujer con la que se han casado nunca destrozará su familia por 30 monedas de plata.
Debido a la inercia, los hombres siguen ganando más que las mujeres y aquellos que han estudiado la cuestión (Hymowitz, Farrell) han encontrado que esto se debe a que los hombres eligen trabajar más duro, por más tiempo y en trabajos más difíciles o peligrosos que las mujeres. Mientras el economista del M.I.T tiene razón en que los hombres tienen menos títulos académicos que las mujeres, los hombres que sí que cuentan con títulos suelen elegir carreras con valor económico real. Sin embargo, la brecha salarial entre hombres y mujeres sigue disminuyendo y esto tiene al autor del artículo de negocios del New York Times preocupado y desconcertado :
Los economistas consideran generalmente la caída de los hombres en el área laboral como una de las tendencias de la nación más importantes y desconcertantes. Aunque los hombres siguen ganando, en promedio, más que las mujeres, la brecha se ha estrechado considerablemente, especialmente entre los jóvenes que acaban de entrar a la población activa.
Debería estar preocupado pero no debería estar desconcertado. La lección aprendida de la experiencia del siglo XX es que, para generar valor económico, los incentivos funcionan mucho mejor que la coacción. [El autor se refiere a que el sistema económico capitalista (en el que la producción se basa en los incentivos) funciona mejor que el sistema comunista (en el que la producción se basa en la coacción: leyes, castigos, etc.)]
Sin embargo, a pesar de ganar la guerra fría, los Estados Unidos y el mundo occidental han elegido pasar de manera silenciosa de una estructura familiar y económica basada en los incentivos (matrimonio) a una basada en la coacción (pensión alimentaria).
A pesar de ello, casi todos los observadores malinterpretan la relación causa-efecto en este tema. En su artículo del New York Times El matrimonio tardío y sus consecuencias (que, en otros aspectos, es excelente), Ross Douthat comete el error clásico de confundir la responsabilidad añadida que los hombres aceptan cuando se casan con un beneficio, en vez de un costo que soportan a cambio de tener una familia:
Mientras tanto, los hombres reciben una prima de salario cuando se casan jóvenes, por lo que el matrimonio tardío tiende a dañar sus perspectivas económicas.
De forma similar, el artículo de negocios del New York Times y el texto de Frum en CNN apuntan que los hombres están disminuyendo su relativa producción económica al mismo tiempo que la mayoría de mujeres jóvenes se están saltando el consagrado proceso de boda/nacimiento/divorcio y eligiendo tener los hijos fuera del matrimonio desde un inicio. Como hemos visto con líderes cristianos como Stanton y Driscoll, la explicación común para este hecho es que las mujeres se ven forzadas a elegir el modelo de pensión alimentaria porque no encuentran hombres dignos de matrimonio. El artículo de opinión del New York Times explica:
Los hombres menos exitosos son menos atractivos como pareja, así que algunas mujeres eligen criar los hijos solas, produciendo a su vez hijos que son menos exitosos y menos atractivos como pareja.
Frum repite esta opinión con:
Conforme los hombres acaban (en promedio) menos carreras universitarias, conforme los salarios de los hombres disminuyen (en promedio), los hombres se vuelven menos atractivos como esposos.
Dr. W. Bradford Wilcox de The Marriage Project («El Proyecto Matrimonial») no comete ese error en un artículo similar que escribió recientemente para Slate, sino que acepta que la explosión en el número de nacimientos fuera del matrimonio se debe a que las mujeres así lo eligen:
Según el proyecto «Love and Marriage in Middle America project» (un estudio sobre las relaciones en el centro de Estados Unidos que tiene lugar en un pequeño pueblo de Ohio), Melissa, una madre soltera de 31 años, dice lo siguiente sobre el motivo por el que nunca se ha casado con ninguno de sus novios: «Nunca he sentido que mis novios son tan leales a mí como yo lo soy a ellos. Incluso cuando siento que estoy en una buena relación, los hombres hacen pequeñas cosas que me hacen pensar: ‘¿De verdad puedo confiar en ellos?’.
Lo sorprendente del comentario de Melissa (que es completamente representativo) es que no sólo son los hombres malos los que la hacen dudar del matrimonio sino también los hombres buenos. Parece albergar una sospecha general sobre la posibilidad de un amor para toda la vida y sobre la misma institución del matrimonio.
El peligro a largo plazo es obvio. Cuanto más pospongan, eviten y abusen del matrimonio las mujeres, menos hombres estarán dispuestos a generar el excedente económico del que depende nuestra economía. En vez de ser la locomotora económica de Occidente, los hombres, privados de la posibilidad de ser padres, decidirán cada vez más disfrutar la decadencia [es decir, dedicar su vida al placer sin ninguna responsabilidad de pareja o familiar].
Esta reducción en la producción económica vendrá acompañada con aumentos espectaculares en los costes sociales causados por los hijos sin padre y se produce en un tiempo en que a los gobiernos se les están acabando las opciones.
Si queremos parar este círculo vicioso, no acabaremos teniendo otra opción que volver a una estructura familiar basada en el matrimonio. Ahora mismo, esto es impensable políticamente, pues tanto la derecha como la izquierda están comprometidos con el modelo de organización familiar basado en la pensión alimentaria. Sin embargo, cuanto más experimentemos los verdaderos costos de este modelo, más innegable será la locura de seguir por este camino. Cuando se pasan apuros, se aclaran de repente cuáles son las opciones correctas, así que todavía es posible que volvamos a una estructura familiar basada en el matrimonio. Mientras tanto, los científicos sociales seguirán desconcertados y cientos de millones de niños continuarán sufriendo.
[Nota del traductor: El autor indica que el modelo familiar de pensión alimentaria produce una disminución de la productividad económica (debida a una falta de incentivos de los hombres) y, por lo tanto, una disminución de la recaudación de los impuestos. También produce un aumento de los gastos sociales (ya que el Estado intenta suplir los aspectos que antes cubría el padre y que hoy no son cubiertos por la pensión alimentaria).
Esta disminución progresiva de la recaudación de impuestos con el aumento progresivo de gastos sociales es insostenible por lo que lleva a la bancarrota del Estado a largo plazo. Sin embargo, a corto plazo, se soluciona pidiendo crédito para pagar los gastos sociales que no pueden financiarse con la recaudación. Por eso, todos los países occidentales se encuentran fuertemente endeudados y este nivel de deuda crece cada día más. La bancarrota llegará cuando se llegue al punto en que la deuda se declare impagable, aunque nadie sabe cuándo será esto]