[De Daryush Valizadeh, «Roosh». Original en inglés aquí ]
¿Por qué no pueden los musulmanes, africanos e indios ser más civilizados, como los occidentales? ¿Por qué insisten en reproducirse sin fin cuando sus hijos no tienen la oportunidad de estudiar en una universidad de prestigio? ¿No hay una manera en que podamos ayudarlos a ver la luz de la civilización, el pensamiento racional y la limpieza higiénica? Estas son preguntas que puedes haberte preguntado en algún momento mientras mirabas por encima del hombro a los bárbaros del Tercer Mundo. Pero, desde el punto de vista de la naturaleza, no son ellos los que son el problema. Nosotros somos el problema. Nosotros somos los defectos de la naturaleza que seremos erradicados.
A la naturaleza no le importa la educación, la descendencia de «alta calidad», los títulos universitarios, la limpieza, la sostenibilidad, la filosofía o el medio ambiente. Le importa la fertilidad y el poder. A la especie o raza que sea más fertil y poderosa se le recompensará con el botín que da la Tierra. La gente que pueda conquistar el planeta por la pura fuerza de los números, con independencia de su inteligencia o modos, acabará dominando la Tierra, justo como el homo sapiens acabó reemplazando a los neandertales (que eran más inteligentes) simplemente reproduciéndose a un ritmo superior. La raza más inteligente del planeta puede usar esta inteligencia para fortificarse en cuevas mientras los bárbaros más numerosos conquistan el planeta, incluso si son sólo zombies sin mente.
El pensamiento racional de la era de la Ilustración lleva al suicidio de la sociedad, pues, cuando se lleva a sus últimas consecuencias lógicas, acaba demostrando que las familias, la divinidad y las normas tradicionales no son necesarias, junto con la noción que el individuo es Dios. Este pensamiento, en su bella forma civilizada tan apreciada, lleva a la destrucción a cualquier raza que participe en él. Mientras tanto, los bárbaros estúpidos con coeficientes intelectuales de 95 o más bajos, que siguen un antiguo libro que les implora conquistar y cortar cabezas, continuan multiplicándose y conquistando más territorios.
Nosotros somos los errores de la naturaleza. Somos la gente grotesca. Se nos ha condenado al reemplazo, abandonados por Dios por permitir más de mil millones de abortos en sólo unas pocas décadas mientras intentamos cambiar las reglas de la naturaleza, declarando que los hombres son mujeres y las mujeres son hombres. Nuestro objetivo no es el de la iluminación espiritual sino alcanzar los más viles niveles de degeneración.
Debido a nuestra esterilidad cultural y biológica, creo que estamos destinados a ser destruidos. Incluso aunque esta destrucción nos mira fijamente a los ojos, lo máximo que podemos conseguir es unas pocas diatribas en sitios web, mientras los bárbaros están violando, conquistando y reproduciéndose. Te prometo que vencerán. La historia enseña que los bárbaros siempre vencen. Son la solución a un pueblo roto. Ellos adoran a sus dioses fielmente mientras nosotros adoramos a nuestros «me gusta» de Facebook y a nuestros famosos. Somos tan irremediablemente estériles, tan anti-vida, que la naturaleza celebrará cuando nos reemplacen aquellos que apenas saben leer. Pero ellos valorarán la vida de los suyos y eso basta.
Incluso si solucionamos todos los problemas políticos actuales y neutralizamos a los más vulgares de nuestra sociedad, ¿qué nos queda? Una población que disminuye y ciudadanos tan atomizados que incluso están perdiendo la habilidad de comunicarse unos con otros, que tienen que usar apps informáticas [Tinder] y alcohol para fornicar mientras la mujer está bajo medicación para ser estéril [anticonceptivos], desde que cumplió 16 y sus padres le premiaron con esta medicación de esterilización. Nuestro castigo viene. Se regalarán territorios de Occidente e, incluso si la horda de bárbaros puede ser vencida con tecnología, habrá un día que no haya un hombre que quede para apretar el botón de matar. Los bárbaros heredarán el mundo hasta que se vuelvan civilizados y el ciclo se renueve otra vez, como lo ha hecho muchas veces en el pasado.
A la naturaleza no le importan tus leyes de igualdad o tu superior coeficiente intelectual. Le importan la reproducción y el poder, y lo que los bárbaros carecen en inteligencia, lo compensan con energía vital. Somos las anomalías, somos los errores y, a menos de que redescubramos el valor de la familia, la tradición y Dios, debemos prepararnos a aceptar el fin inevitable: nos hemos convertido en tan débiles como pueblo que ni siquiera nos hemos molestado en poner una valla y todo lo que los bárbaros han tenido que hacer es simplemente entrar.