En su «Suma contra los Gentiles» (1260-1264), Santo Tomás hace una pequeña anotación sobre el Islam, en una nota a pie de página, así como de pasada.
Santo Tomás no era un experto del Islam (aunque es un experto en filósofos islámicos, a los que conoce profundamente), pero se ve que conoce bastante bien esta religión:
Esta conversión tan admirable del mundo a la fe cristiana es el más claro indicio de las señales que se dieron en el pasado [se refiere a los milagros de Jesús incluyendo su resurrección]; que no es necesario repetir de nuevo, pues son evidentes en su mismo efecto.
Pues sería el más admirable de los milagros que el mundo fuera inducido por los hombres sencillos y vulgares a creer verdades tan arduas, obrar cosas tan difíciles y esperar cosas tan altas sin señal alguna. Sin embargo, también es un hecho que, incluso en nuestros días, Dios no cesa de realizar milagros por medio de sus santos para la confirmación de la fe.
Pero quienes introdujeron los errores de falsas doctrinas, siguieron el camino opuesto. Por ejemplo, Mahoma sedujo al pueblo con promesas de placeres carnales [sexuales], a los que nos instiga la carne y la concupiscencia. Igualmente les dio una religión de acuerdo con dichas promesas, dando rienda suelta al placer carnal. En todo esto, como era de esperar, fue obedecido por hombres carnales.
Como prueba de la verdad de su doctrina, sólo presentó lo que puede ser entendido por la habilidad natural de cualquiera que tenga una sabiduría muy modesta. Además, las verdades que enseñó las mezcló con muchas fábulas y con doctrinas de la mayor falsedad.
No les dio señales sobrenaturales, única manifestación que puede demostrar una inspiración divina, pues una obra visible que sólo puede venir de Dios demuestra que un maestro de verdad está divinamente inspirado. Por el contrario, Mahoma afirmó que había sido enviado por las armas – que son señales que no faltan ni a los ladrones ni a los tiranos.
[Santo Tomás alude al hecho de que los adversarios de Mahoma le reclamaron que hiciera milagros para demostrar que era el profeta de Dios y él fue incapaz de hacer milagros, como confirma el Corán en el capítulo 29, versículo 50]
Lo que es más importante: no le creyeron desde el principio hombres sabios, expertos en todas las cosas divinas y humanas. Los que creyeron en él fueron hombres bestiales y nómadas del desierto, completamente ignorantes de toda doctrina sobre Dios. Usando esta fuerza numérica y la violencia de sus armas, Mahoma forzó a que los demás se hicieran sus seguidores.
Tampoco ofrecen prueba alguna los oráculos de profetas anteriores. Por el contrario, desfigura el Antiguo y el Nuevo Testamento falsificándolos en una invención propia, como puede ver cualquiera que estudie su religión. Por lo tanto, fue una decisión astuta de su parte prohibir que sus seguidores leyeran el Viejo y el Nuevo Testamento, para que estos libros no demostraran su falsedad.
[Aquí Santo Tomás parece referirse a algunas decisiones jurídicas islámicas que prohíben que los musulmanes comunes lean la Biblia, basadas en Corán 29:51 y en dos hadices (Al-Bujari 4485, Ibn Hanbal 4736). En el último de estos, Mahoma dice que no hay que leer la Biblia pues ya el Corán tiene la verdad completa y la Biblia puede contener falsedades. Una discusión más extensa se encuentra en esta página islámica. ]
Por lo tanto, es claro que los que ponen fe en las palabras de Mahoma creen de forma tonta.
Summa Contra Gentiles, Libro 1, Capítulo 16, Artículo 4, Nota a pie de página 1