Comentario de Alfonso García sobre la reciente polémica sobre la retirada de unas obras en la feria de arte ARCO o la condena a un rapero con letras violentas.
«Cadena SER, esta misma mañana. Bloque informativo sobre agresiones a la libertad de expresión. Pepa Bueno, haciendo perceptibles esfuerzos para contener la indignación, dibuja un panorama de neofascismo rampante. Vivimos en un país en el que a un inofensivo rapero le puede caer una condena de prisión por fantasear sobre sesos de guardias civiles estampados contra los cristales de sus coches patrulla o bombas en plazas de toros. Vivimos en un país en el que se puede secuestrar, tres años después de la edición, un libro en el que a un señor no le ha gustado verse retratado como narcotraficante. Vivimos en un país en el que se retiran de exposiciones artísticas obras que denuncian la situación de los presos políticos (sic) en el Estado (sic). Y encima la Ley Mordaza (otra vez sic), con, al parecer, decenas y decenas de miles de sanciones administrativas aplicadas ya en contra de los inocentes desahogos de los pobres ciudadanos.
Pepa casi ha conseguido conmoverme, llevarme a compartir toda su ira justiciera. Que salga a la calle casi con la convicción de que voy a ver a las fuerzas y cuerpos repartiendo porrazos a discreción por las calles. Aleatoriamente, casi con carácter preventivo. Seguro de que pueden irrumpir brutalmente en el hogar de cualquiera y llevarse detenido a alguien porque ha publicado un «tuit» diciendo que el concejal de cultura por el PP en Navalagamella es feo y además está calvo.
El speech de Pepa Bueno es interrumpido por un bloque de publicidad comercial y corporativa (en el que destaca la promoción del «Libro de Estilo de la Cadena SER», con una voz muy solemne detallando el apartado en el que se determina el modo correcto de usar la toponimia autonómica). Al regreso, Pepa, que sigue igual de tensa, detalla, ahora enfocándolo desde el punto de vista de las iniciativas loables, otras cuestiones que atañen a las cosas que expresa gente, incluso desde un pasado que empieza a ser remoto, pero que ya no son tan defendibles como lo del derecho del rapero catalán a soñar con ejecuciones sumarias.
Por ejemplo, glosa del artículo de una autora feminista, en «El País», sobre la posible conveniencia de prohibir la novela «Lolita», de Vladimir Nabokov. A continuación, nuevas propuestas para ampliar la Ley de Memoria Histórica con sanciones de cárcel para cualquiera que exprese una opinión complaciente o tibia, no condenatoria, de cualquier cosa relacionada con el régimen de Franco. Inmediatamente, altavoz para demandas restrictivas de representantes del colectivo LGTBI, proponiendo que determinadas alusiones que entienden como ofensivas para su sensibilidad, desaparezcan para siempre de cualquier medio de comunicación, bajo amenaza de sanciones gordísimas.
Antes de pasar al bloque informativo sobre la huelga feminista del 8 de marzo, Pepa nos cuenta las últimas iniciativas de las activistas de «me too» y nuevos avances en la implantación del lenguaje paritario en los ámbitos educativo y mediático, con advertencia de más sanciones para quien se resista a adoptarlo.»
Alfonso García