Nos creemos superiores y el orgullo será nuestra perdición, como en la historia de Ícaro.
Yo llevo 20 años viviendo fuera de España y me he adaptado a la sociedad que me acogió (en vez de esperar que ellos se adapten a mí). En general, esto es especialmente intenso en países musulmanes. Si vas a Arabia Saudita, no podrás tener una Biblia en tu casa y si eres mujer, te tendrás que poner velo.
Entonces, ¿por qué no es así con los musulmanes que vienen aquí? Porque ellos conocen nuestras tonterías. Cuando a un occidental le dicen «libertad» o «igualdad», el cerebro se le vuelve plastilina y se pone a repetir como un tonto «libertá», «igualdá». Entonces el musulmán dice «¿por qué una mujer no puede ponerse un velo si quiere? eso es libertad ¿no lo hacen las monjas? eso es igualdad». Pues porque las monjas son nuestras costumbres, id*ota y el burka es algo extranjero y los extranjeros deben adaptarse a nosotros y no al revés. Pero al occidental le dicen «libertad» o «igualdad» y ya pierde todo sentido común.
Tariq Ramadan era un experto en esa manipulación. Le decía a los occidentales: «Vosotros sois nuestros maestros. Nos tenéis que enseñar libertad e igualdad». Y nosotros: «Somos la sociedad con más libertad e igualdad del mundo. Somos el futuro». Pero no es verdad. El futuro es el Islam. Los musulmanes tienen más hijos que nosotros y nosotros les damos todas las facilidades para que nos invadan. En nombre de la igualdad, se llevan todas las ayudas sociales españolas (ves a Marruecos y pide que te den ayudas antes que los marroquíes) y nos adaptamos a su religión. Nos invaden y nos sustituirán. En cien años España será musulmana. Pero nosotros seguimos con nuestro orgullo estúpido que nos lleva al suicidio «Zomoz loz de maz libertá e igualdá. Mira qué avanzado que zomo».