[Por Raymond Ibrahim. El original en inglés puede encontrarse aquí ]
Uno de los mayores problemas que presenta la famosa distinción entre musulmanes moderados y radicales es que se basa completamente en suposiciones occidentales que no tienen nada que ver con el Islam.
[La pancarta dice : «No a la democracia. Lo único que queremos es el Islam».]
En un estudio publicado en lengua árabe (que traduje recientemente aquí) se dijo lo siguiente:
Los estudiosos islámicos coinciden en que lo que Occidente y sus seguidores llaman «Islam moderado» y «musulmanes moderados» es simplemente una calumnia contra el Islam y los musulmanes, una distorsión del Islam, una grieta entre musulmanes, una chispa para provocar la guerra entre ellos. También ven que la división del Islam entre «Islam moderado» e «Islam radical» no se basa en absoluto en el Islam – ni en sus doctrinas ni en sus leyes, ni en sus creencias ni en su realidad.
De acuerdo con varias encuestas perturbadoras, el estudio descubrió que todo lo que se asocia con el «Islam radical» ( cumplimiento de la ley islámica -sharía-, posición subordinada de las mujeres y los no musulmanes, castigos draconianos, la yihad -guerra santa- para propagar el Islam y la oposición a la democracia) es un reflejo del Islam auténtico.
Es difícil negar estas observaciones objetivamente – desde un punto de vista doctrinal, histórico e incluso contemporáneo. Sin embargo, la idea del «musulmán moderado» continua resonando y atrayendo a muchos en Occidente.
¿Por qué?
Porque un número creciente de personas occidentales no es consciente que pertenecen a una civilización particular y a unas tradiciones únicas. Por el contrario, de forma arrogante, se ven como la culminación de toda la historia humana – supuestos pensadores ilustrados que han dejado atrás todas las rémoras culturales y religiosas. (Esta era la tesis de un libro muy pregonado, cuya profecía sigue sin cumplirse: El fin de la historia y el último hombre)
Se olvida (o se censura) que la civilización occidental no se desarrolló en un vacío. Todos los valores preciados por el Occidente moderno (libertad religiosa, tolerancia, humanismo, igualdad entre los sexos, monogamia) están enraizados inextricablemente en principios cristianos que, a lo largo de unos dos mil años, han tenido una profunda influencia en la epistemología, sociedad y cultura de Occidente. Aunque ahora se dan por hechos y se consideran «universales», no es casualidad que estos valores nacieran y se cultivaran en las naciones cristianas y no en las naciones islámicas, budistas, hindúes, confucianas o paganas.
Este es el motivo por el que no hay cristianos «moderados» y «radicales». Los cristianos católicos, ortodoxos o protestantes no tienen que «moderar» su religión para coexistir pacíficamente en el Occidente secular. Las enseñanzas de su libro sagrado concuerdan muy bien con las leyes que gobiernan la sociedad (como era de esperar, ya que muchas de esas leyes se basan en los principios de ese libro).
Los ignorantes de las raíces espirituales e intelectuales de la civilización occidental no entienden todo esto. Se adhieren a nociones de relativismo y multiculturalismo, a la idea que todas las religiones y culturas son lo mismo y, más sutilmente, que estan destinadas a desarrollarse como Occidente, el cual no ven ya como una cultura específica sino como la meta final de todas las culturas.
Si los grandes beneficios de la civilización occidental no son productos específicos de los principios cristianos, entonces deben ser comunes a todas las civilizaciones y pueden ser percibidos por todas ellas. Según este punto de vista, el musulmán es, en última instancia, un occidental en estado embrionario. No importa lo que su religión acabe diciendo – no importa lo que él diga- es seguro que reconoce la necesidad de practicarla en privado, respetar la libertad religiosa, la igualdad entre los sexos, etc. Por lo tanto, está hecho «a nuestra imagen» (excepto, por supuesto, que olvidamos cuáles son las raíces de «nuestra imagen»).
Se pasa por alto que el musulmán tiene su propio conjunto de principios y su propia cosmovisión única y antigua – lo cual, a su vez, da lugar a conductas que se consideran radicales según criterios occidentales (los cuales se cree equivocadamente que son criterios «universales»).
Esa forma de pensar es completamente arrogante y etnocéntrica – dos cosas contra las que los progresistas están siempre alertando y, sin embargo, practican constantemente.
Mientras el conservador acepta que el Islam tiene sus propios principios, el liberal ignora esto, creyendo, por el contrario, que los musulmanes «iguales que nosotros». Esta opinión, que desdeña arrogantemente el rol del Islam en la vida del musulmán, no parece etnocéntrica porque no supone que «nosotros» sea algo específico (occidental o cristiano) sino «universal». El egocentrismo occidental ha llegado al punto en que, cada vez que los musulmanes se comportan de formas «radicales» que son contrarias a los criterios occidentales (pero consistentes con el Islam tradicional), se los absuelve calificándolos de enfermos mentales.
La fe en el Islam moderado es la fe en que un humano puede ser secular y musulmán al mismo tiempo. Pintar lo que, en raíz, es un paradigma cristiano como «universal» y después aplicarlo a una cultura extraña como el Islam, lo que está condenado al fracaso. Los cristianos pueden vivir y siempre han vivido y prosperado en entornos seculares (e incluso anticristianos) porque las enseñanzas cristianas trasciende la ley y dan al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Por el contrario, el Islam y la ley son uno y lo mismo; sin la ley, el Islam no tiene sentido. La palabra árabe Islam significa literalmente “someterse”. ¿Someterse a qué? A los mandamientos de Alá tal como están codificados en la sharía y tal como se derivan del Corán (palabra literal de Alá) y los hadices (palabras y hechos de Mahoma, el profeta del Islam). Y esos mandamientos—de la muerte al apóstata y al blasfemo a la yihad y la subyugación del infiel — son cualquier cosa menos «occidentales».
(Nota: Por supuesto que hay musulmanes que encajan en sociedades seculares. Pero esto pasa porque no son practicantes del Islam —y no porque son practicantes de algun tipo de Islam moderado. Esta es la clave. “No hay Islam moderado o no moderado. El Islam es el Islam”, como dijo el presidente turco Erdogan. Que uno se llame «Mohammed» no lo hace a uno musulmán de la misma forma que que uno se llame «Juan» no lo hace cristiano)
En resumen, “el Islam moderado” no es nada más que un Islam sin Islam—o “Islam occidental”, una contradicción como «un círculo cuadrado». Esto explica porque se desdeña grandemente al término fuera de Occidente (incluso el primer alcalde musulmán de Londres se refiere a los musulmanes moderados como «tíos Tom» [el tío Tom era un esclavo obediente a su amo].
Es falsa la idea de que los musulmanes pueden ser fieles a su religión y, al mismo tiempo, encajar en la sociedad occidental —y se basa en una premisa igualmente falsa: que el cristianismo de alguna manera debió moderarse a si mismo para encajar en la sociedad secular – cuando, en realidad, los principios cristianos (que son tan extraños al Islam) fueron fundamentales para la creación de Occidente.