La visión progre es la de la de la religión políticamente correcta, es decir, de aquellas personas que los chinos llaman «baizuo».
La visión tradicional es la de todas las culturas humanas hasta la Ilustración y la cultura occidental desde la Ilustración hasta el surgimiento de la corrección política. Este es uno de los pocos aspectos en que la religión de la Ilustración (o del egoísmo) coincide con el cristianismo hasta hace unas pocas décadas.
La visión tradicional parte de que existe una moral absoluta (aunque haya desacuerdos sobre qué es esa moral absoluta). Puede haber debates sobre moralidad para determinar cuál es esta moralidad. También puede haber debates sobre hechos, que son independientes de la moralidad. Por lo tanto, se guarda la distinción entre el SER y el DEBER SER de Hume. En estos debates, lo importante son las ideas y los argumentos (factuales y morales) y no las personas.
La visión progre es que existe una moral absoluta también, pero esta cambia frecuentemente, siguiendo el ritmo del progreso (en realidad, siguiendo las consignas del poder). Así, lo que hace veinte años era normal, hoy es una maldad aberrante. Los debates no son sobre ideas sino son para establecer qué personas son superiores moralmente. Cuáles son los buenos. La lógica y los hechos no tiene nada que ver y, se niegan si se consideran contrarios a la moral. Una vez una persona se establece como inferior moralmente (racista, sexista, etc.), todo lo que diga no sirve para nada, porque son los motivos de un malvado. El «superior moral» tiene derecho a establecer qué es lo cierto y lo moral, en un ejercicio de poder.
La izquierda, por medio del dominio que tiene de los medios de comunicación, impone los temas a debatir. Y los escoge en función de que permitan descender de la categoría a la anécdota para así apartar las ideas y poder apelar a los sentimientos. De esta forma se ponen del lado bueno, acusan a los otros de estar en el lado malo y el debate siempre estará ganado. La reacción habitual de la derecha no es denunciar el maniqueísmo y centrar el debate en lo ideológico, sino solicitar humildemente que los buenos la acepten en su bando. Rajoy fue un titán de esta vil forma de sumisión.
https://www.libertaddigital.com/opinion/emilio-campmany/madrid-central-es-capital-88243/
- They are factual relativists.
- They believe that there is exactly one set of moral laws, which human beings have gradually discovered in a historical climb towards ethical perfection (or degeneration). Certain people are ethically better or worse based not only on what they do, but also on what they believe. They believe that different ethical systems exist, but they can be ranked from ethically worst to ethically best based on a sort of meta-ethics whereby they can be tested for degree of compliance with the one absolute set of ethics that underlies reality. They are moral absolutists.
- They believe that the goal of debate is to establish what is morally better, and what everyone should do. They argue about what is right.
- They believe that debates are a competitive process between two people, who each have the goal of establishing their views about right and wrong by attaining a state of moral ascendancy over the other person. They believe that anyone who changes their views in revealing a flaw in their moral character (because their previous views were not morally correct), and must thereafter relinquish the moral high ground and submit their actions to the moral judgement of others (usually the person who won the debate). They believe debates occur between people, not ideas, for the precise purpose of establishing who should be allowed to set standards for the behavior of others (because they are morally superior). STATUS. Thus, questioning someone’s character is not only relevant, it’s the whole point.