El lenguaje de derechos y el lenguaje de deberes

Cuando se trata de describir la moral (es decir, cómo deberían comportarse las personas), hay dos tipos de lenguajes disponibles: el lenguaje de derechos y el lenguaje de deberes (o  obligaciones).

El lenguaje de deberes es aquel que se ha usado en todas las culturas de la historia de la humanidad con la excepción de la cultura occidental moderna. Un ejemplo conocido lo dan los Diez Mandamientos. Por ejemplo, tenemos en el quinto mandamiento:

No matarás

Esto explica una obligación que tiene la persona que acepta la Biblia. Él no debe matar a nadie. Es un deber de la persona y podría haberse escrito como «Debes no matar» o «No matar es uno de tus deberes (u obligaciones)» . En general, para expresar gramaticalmente este lenguaje de deberes, normalmente se usa el imperativo, el verbo deber o los sustantivos «deber», «obligación», «responsabilidad» o similares.

Algunos otros ejemplos de lenguajes de deberes, tomados de otras culturas (sacadas del apéndice de «La abolición del hombre», de C.S.Lewis):

  • «No difames» (Antigua Babilonia, Himno a Samas)
  • «No pronuncies ninguna palabra que pueda herir a alguien» (Antigua India).
  • «No hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti» (Antigua China. Analectos de Confucio)
  • «No te vengues aunque se porten mal contigo» (Sigdrifumál, Edda poética, antiguos vikingos)
  • «Prefiere las pérdidas a las ganancias deshonestas» (Quilón de Esparta, siglo VI a.C, Antigua Grecia)

En la cultura occidental de los últimos siglos (y todas aquellas culturas influenciadas por la cultura occidental moderna), este lenguaje ha caído en desuso en el discurso moral (aunque se conserva en el lenguaje de la legislación) y, por el contrario, tenemos un lenguaje moral basado en derechos. Veamos, por ejemplo, parte del tercer artículo de la declaración de derechos humanos de la ONU.

Todo individuo tiene derecho a la vida

Lo primero que hay que tomar en cuenta es que los lenguajes de derechos y de deberes son lógicamente equivalentes. En realidad, la cultura occidental ha olvidado que, por cada derecho, hay un deber relacionado y viceversa. Si todo individuo tiene derecho a la vida, quiere decir que todos tienen el deber de no matarlo. Si todos tienen derecho a la propiedad privada, todos tienen el deber de no robar.

Lo contrario es también cierto. Todo deber implica un derecho. Si nadie puede matar, todo el mundo tiene derecho a la vida. Si nadie puede robar, todo el mundo tiene derecho a la propiedad privada. Se trata de lo mismo, pero expresado de dos formas diferentes.

No hay derechos sin obligaciones, de la misma forma que hay una parte izquierda sin parte derecha o no hay «antes» sin «después» o, como descubrió Newton, no hay acción sin reacción. Quizás en vez de hablar de derechos y obligaciones, deberíamos hablar de derechos-obligaciones como una sola unidad.

Es increíble que la cultura occidental haya olvidado una verdad tan básica y hable de derechos aisladamente sin ni siquiera pensar en los deberes relacionados. Es parte de la fantasía en la que ha entrado la cultura occidental.

Es importante remarcar que los derechos y las obligaciones relacionados pueden caer en un único individuo, pero normalmente caen en individuos diferentes. Así, mi derecho a mi propiedad es una obligación a todos los otros de no robarme.

Sin embargo, aunque los lenguajes de derechos y deberes son lógicamente equivalentes, sus efectos no son los mismos. Esto es porque el ser humano no es un ser perfectamente lógico. En sus mejores momentos, el ser humano es lógico y algo más (emocional, instintivo). En sus peores momentos, el ser humano va contra la lógica. Para el ser humano no sólo importa el contenido que quiere transmitir el lenguaje, sino la forma en que este contenido se expresa (un ejemplo de esto es la poesía).

El cambio del lenguaje de derechos a lenguaje de deberes es causa y efecto a la vez de un cambio en la cultura occidental, que podemos observar si analizar los efectos de pasar de un lenguaje de deberes a un lenguaje de derechos.

El lenguaje de derechos tiende a la inflación.

El lenguaje de derechos tiende a la disgregación de la sociedad.

El lenguaje de derechos es una lucha de poder.

El lenguaje de derechos difumina la responsabilidad

El lenguaje de derechos es estatista.

El lenguaje de derechos esconde las obligaciones y costos.

Así, cada vez que se inventa nuevo «derecho» en nuestra sociedad donde los «derechos» se multiplican como conejos, lo que se está implicando es que se crean nuevos deberes también, normalmente para las personas . Por ejemplo, si alguien dice «toda persona tiene derecho a ir a la Universidad», esto se traduce a que alguien (normalmente todos los que pagan impuestos) tiene la obligación de pagarle la Universidad, aunque él no estudie y se pase en fiestas continuas.

En este sentido, cada vez que alguien inventa un nuevo derecho, esta invención es una herramienta de poder. La persona que reclama el nuevo derecho lo hace como si el derecho existiera de forma independiente del deber. Esto permite vender el nuevo derecho de forma positiva, indicando sólo las ventajas que se obtienen. Pero, por debajo de mano, esta persona está poniendo deberes a toda la sociedad, por lo que, al final, inventar un derecho es tomar poder para uno mismo, quitándolo a otras personas (normalmente, toda la sociedad).

Así, cuando se hizo propaganda del derecho al divorcio, sólo se concentró en los beneficios para la persona que quiere divorciarse. Nadie dijo nada de que este derecho llevaba con él obligaciones. El derecho de una persona a divorciarse es la obligación de los niños de crecer en un hogar roto, con poco acceso a uno de los padres. O es la obligación de un cónyuge de alejarse del cónyuge. El lenguaje de derechos oculta los aspectos desagradables de la maniobra de poder, pudiendo ocultar el trasvaso de poder de unas personas a otras, presentándolo como algo de que todos se benefician.

El derecho de un hombre transexual a ser llamado con un pronombre femenino es la obligación de todo el mundo de mentir. Es pues una herramienta de poder que el transexual usa con el resto de la sociedad.