Tomado de https://estudostomistas.org/alexander-solzhenitsyn-los-hombres-han/
Aleksandr Solzhenitsyn (1918-2008), es recordado como un eminente novelista, escritor e historiador ruso. En palabras del New York Times:
“Alexander Solzhenitsyn es un genio literario cuyo talento coincide con el de Dostoievski, Turgueniev, y Tolstoi.” (Edición de Harrison Salisbury: [1])
Este escritor nació poco después de la Revolución Rusa de Octubre, y creció rodeado de propagandas comunistas durante su juventud, por lo cual no es sorprendente que fuera un ateo soviético militante. Pero hoy, su historia es la de un ateo marxista que se convirtió al cristianismo.
Comenzó su carrera estudiando matemáticas y física en la Universidad de Rostov (URSS), donde se graduó en 1941. Durante la época también tomó cursos por correspondencia en el Instituto de Filosofía, Literatura, e Historia de Moscú.
Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, Solzhenitsyn fue elegido comandante de un batallón en el Ejército Rojo. No obstante, en 1945, mientras servía a los soviéticos en la Prusia Oriental, Solzhenitsyn comenzó a darse cuenta de algunos problemas del régimen, y comenzó a cuestionar la conducta de guerra de la dictadura de Joseph Stalin. Pronto sería arrestado por escribir comentarios al respecto en unas cartas privadas a su amigo, Nikolai Vitkevich. La censura en la U.R.S.S. hizo que, al igual que muchísima gente de su época, Solzhenitsyn fuera acusado de “propaganda antisoviética”, y sólo por esto fue llevado a la prisión de Lubyanka en Moscú, donde fue interrogado y finalmente condenado injustamente, obligándosele a trabajar ocho años en un campo de trabajo forzado.
En marzo de 1953, después de cumplir su condena, Solzhenitsyn fue enviado al exilio al norte del Kazajstán, y se le trató como un preso político. Durante la década de su encarcelamiento, Solzhenitsyn cuestionó gradualmente las bases inmorales y materialistas del sistema y abandonó la ideología del marxismo stalinista completamente.
En su autobiografía, Solzhenitsyn describió que mientras su estancia en uno de los campos de prisioneros del Gulag, había conocido a un médico llamado Boris Kornfeld. Kornfeld se había convertido recientemente al cristianismo, y decidió compartirle su fe en Jesucristo a Solzhenitsyn.
En su artículo ”Alexander Solzhenitsyn: El profesor de física de preparatoria convertido en novelista, cuyos escritos sacudieron a un imperio,” el Profesor Edward E. Ericson, Jr. escribió:
“Cuando era niño, Alexander Solzhenitsyn planeaba encontrar la fama conmemorando las glorias de la Revolución Bolchevique. Pero como capitán de artillería, criticó en privado a Stalin y fue despedido y enviado a pasar ocho años en los campos de prisioneros. Allí, el leninista leal encontró creyentes luminosos y pasó del Marx de sus maestros, al Jesús de sus antepasados rusos ortodoxos:
“¡Dios del Universo!”, escribió, ”¡Creo de nuevo! Aunque renuncié a Ti, Tú estabas conmigo!” (Ericson 2000, 32; Christian History Magazine, 2000).
Al igual que Fyodor Dostoyevsky, Solzhenitsyn había hallado su creencia en Dios después de su exilio, y comenzó a formarse una mentalidad cristiana-filosófica que le impulsó a arrepentirse de sus acciones en el ejército.
Solzhenitsyn escribió desde que estaba en prisión, y pronto se vio en la necesidad de describir los horrores que se experimentaban en los campos de trabajo forzado establecidos por el totalitarismo soviético. Recopiló, literalmente, cientos de testimonios de sus compañeros y personas que sufrieron las mismas injusticias que él, durante el encierro.
Por medio de sus obras literarias, ayudaría a crear una concientización global sobre las injusticias que pasaban en Gulag y la brutalidad del sistema comunista en la Unión Soviética. En esto, destacaría su libro ”Un día en la vida de Ivan Denisovich” (1962), una obra que lo llevó a ser reconocido internacionalmente.
En 1970, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por la fuerza ética que imprimió en la literatura rusa.
Aunque no pudo viajar a Estocolmo para la premiación, por temor a que la U.R.S.S. le negara el regreso a su país; Solzhenitsyn envió un discurso de aceptación del Premio Nobel (1970), donde escribió la siguiente metáfora:
“Un día, Dostoievski lanzó el comentario enigmático: “La belleza salvará al mundo”. ¿Qué clase de declaración es esa? Por mucho tiempo, la consideré como meras palabras. ¿Cómo podría ser posible algo así? ¿Cuándo, en la historia sanguinaria, la belleza salvó a alguien de algo? Ha ennoblecido, ha levantado, sí – pero ¿a quien se ha salvado?
Hay, sin embargo, cierta peculiaridad en la esencia de la belleza, una peculiaridad en el status del arte: a saber, la persuasión de una verdadera obra de arte es completamente irrefutable y obliga incluso a un corazón oponente a rendirse. Es posible componer un discurso político aparentemente suave y elegante, un artículo impetuoso, un programa social, o un sistema filosófico basados tanto en el error como en la mentira. Lo que se oculta, lo que distorsiona, no llegará a ser evidente inmediatamente.
Luego, un discurso, artículo, programa contradictorio, una filosofía construida de manera diferente llama a la oposición – y todo parece igual de elegante y suave, y otra vez funciona. Es por eso que este tipo de cosas son a la vez confiables y desconfiables.
En vano se reitera lo que no llega al corazón. Pero una obra de arte lleva en sí misma su propia verificación: las concepciones que se inventan o se fuerzan no resisten ser retratadas en imágenes, todos se vienen abajo, parecen enfermizas y pálidas, no convencen a nadie. Pero las obras de arte que han recogido la verdad y la han presentado a nosotros como una fuerza viva – se arraigan en nosotros, nos compelen, y nadie, ni siquiera en los siglos venideros, aparecerá para refutarlas.
¿Será que acaso la antigua Trinidad de Verdad, Bondad y Belleza no es una fórmula simple y vacía, como pensábamos en los días de nuestra juventud materialista y segura de sí misma? Si las copas de estos tres árboles convergen, como mantenían los estudiosos, mas los tallos demasiado evidentes y directos de la Verdad y la Bondad son abrumados, cortados, y prohibidos – entonces, no será que los fantásticos, impredecibles, inesperados tallos de Belleza se abrirán paso y se elevarán “a ese mismo lugar, y al hacerlo, habrán cumplido el trabajo de todo el tres?
En ese caso, el comentario de Dostoievski: “La belleza salvará al mundo”, ¿será que no era una frase descuidada sino una profecía? Después de todo, a él se le permitió ver mucho, un hombre de la fantástica iluminación.”
(En 1868, Dostoievski había escrito: ”Hay en el mundo solamente una figura de belleza absoluta: Cristo.”)
En el mismo discurso para la fundación Nobel, Alexander Solzhenitsyn expresó su respeto a los mártires cristianos asesinados por el sistema comunista, y denunció la hipocresía del sistema soviético de la siguiente forma:
“En una parte del mundo, no hace mucho tiempo, en persecuciones no menores a las de los antiguos romanos, cientos de miles de cristianos silenciosos dieron sus vidas por sus creencias en Dios.
En el otro hemisferio, cierto loco (y sin duda no está sólo), se apresura al otro lado del océano para “librarnos” de la religión – ¡con una acuchillada de acero en el sumo sacerdote! ¡lo ha premeditado para cada uno de nosotros de acuerdo a su escala personal de valores!”
Los escritos de Solzhenitsyn, como era de esperarse, fueron reprimidos durante su tiempo por el régimen marxista-leninista, debido a la doctrina soviética intolerante y anti-religión. Sin embargo, durante el transcurso de 1958 y 1967, Alexander seguía trabajando y estuvo dedicado a escribir una obra que llevaría por título ”El Archipiélago Gulag”. Ésta no había sido publicada aún, debido a que el régimen persecutor seguía gobernando en Rusia.
Más tarde, la policía soviética (la KGB), encontró los manuscritos de su obra y volvió a arrestar a Solzhenitsyn; per como él ya era una figura pública y reconocida, prefirieron expulsarlo de Rusia en 1974, y deportarlo a Alemania.
Solzhenitsyn decidió viajar de Alemania a Suiza, en donde pronto recibió una invitación de la Universidad de Stanford para viajar y estudiar en Estados Unidos. Fue entonces cuando finalmente pudo publicar ”El Archipiélago Gulag” (1978) en tres volúmenes. Una obra gigante que recolecta testimonios de la opresión causada por el régimen soviético, donde Solzhenitsyn cita el Libro de Apocalipsis:
“Y no se arrepintieron de sus asesinatos…” (Ap. 9:21)
Las obras del escritor llegaron a ser tan reconocidas moralmente, y trascendentales para la historia rusa, que actualmente El Archipiélago de Gulag es una obra que se incluye en el currículum ruso pre-universitario.El historiador Arthur M. Schlesinger, Jr. escribió sobre él:
“Solzhenitsyn es un hombre de nobleza ejemplar y extrema valentía. Un novelista de gran alcance y un historiador imprescindible, es un artista y moralista que ha tomado consigo el sufrimiento de sus compatriotas y ha acusado magníficamente un sistema monstruoso en nombre del pueblo soviético y de la historia rusa.” [Arthur Meier Schlesinger, The Cycles of American History (1999), p. 112]
En 1978, el novelista fue galardonado con un título literario honorario en la Universidad de Harvard, y en 1983 recibió el Premio Templeton al Progreso de la Religión. Después de la disolución de la U.R.S.S., Solzhenitsyn pudo finalmente regresar a su país natal, en 1994.
Su fe Cristiana
En su Discurso de Aceptación por el Premio Templeton al Progreso de la Religión (en el Palacio de Buckingham, Londres, 10 de mayo de 1983), Alexander Solzhenitsyn dijo:
“Hace más de medio siglo, cuando aún todavía era un niño, recuerdo haber oído a varias personas de edad avanzada que ofrecían la siguiente explicación para los grandes desastres que han sucedido en Rusia: ‘Los hombres han olvidado a Dios; es por ello que todo esto ha pasado.’
Desde entonces he pasado poco menos de cincuenta años trabajando en la historia de nuestra revolución. En el proceso, he leído cientos de libros, he recolectado cientos de testimonios personales, y ya he contribuido con ocho volúmenes propios esforzándome para quitar los escombros dejados por ese levantamiento.
Mas si el día de hoy se me pidiera que formule en la forma más concisa posible la principal causa de la desastrosa revolución que consumió a cerca de sesenta millones de personas en nuestro pueblo, no podría decirlo con más precisión al repetir: ‘Los hombres han olvidado a Dios; es por eso que todo esto ha pasado.’” (Solzhenitsyn 1984, Número 36; ver también: Solzhenitsyn 1983, p. 874).
En su discurso ante la premiación Templeton (el 10 de mayo de 1983), Solzhenitsyn afirmó que el marxismo militarizado es producto directo del ateísmo:
“Una vez más, fue Dostoievski, quien sacó, a partir de la Revolución Francesa y su odio furioso contra la Iglesia, la lección de que ‘la revolución necesariamente debe comenzar con el ateísmo.’
Eso es absolutamente cierto, pero el mundo nunca antes ha conocido una impiedad tan organizada, militarizada, y tenazmente malévola como la practicada por el marxismo. Dentro del sistema filosófico de Marx y Lenin, y en el núcleo de su psicología, el odio a Dios es el principal impulsor, más fundamental que todas sus pretensiones políticas y económicas. El ateísmo militante no es meramente incidental o ambigüo en la política comunista, no es un efecto secundario, sino el eje central.” (Solzhenitsyn 1984, Número 36).
“Lo que es más, los eventos de la revolución rusa sólo pueden comprenderse ahora, a finales del siglo, cerca del segundo plano de lo desde entonces ha ocurrido en el resto del mundo. Lo que emerge allí es un proceso de significación universal, y si se me llamara a identificar brevemente el rasgo principal de todo el siglo XX, también en ese caso, yo sería incapaz de encontrar algo más preciso y conciso que repetir una vez más: ‘Los hombres han olvidado a Dios.’
Los fallos de la conciencia humana, privada de su dimensión divina, han sido un factor determinante en todos los grandes crímenes de este siglo.” (Solzhenitsyn 1984, Número 36).
“La década de 1920 en la U.R.S.S. fue testigo de una ininterrumpida procesión de víctimas y mártires entre el clero ortodoxo. Veintenas de arzobispos y obispos perecieron. Decenas de miles de clérigos, monjes y religiosas, presionados por los chequistas a renunciar a la Palabra de Dios, fueron torturados, fusilados en sótanos, enviados a campos, exiliados a la desolada tundra del norte lejano, o echados a las calles en su vejez sin comida ni refugio. Todos estos mártires cristianos fueron invariablemente a la muerte a causa de su fe; los casos de apostasía eran pocos y distantes entre sí.
Para decenas de millones de laicos el acceso a la Iglesia fue bloqueado, y se les prohibió educar a sus hijos en la fe: los padres religiosos fueron arrancados de sus hijos y lanzados a la prisión, mientras que los niños se apartaban de la fe por medio de amenazas y mentiras.” (Solzhenitsyn 1984, Número 36).
“De forma imperceptible, a través de décadas de erosión gradual, el significado de la vida en Occidente ha dejado de verse como algo más que sólo ‘la búsqueda de la felicidad’, un fin que ha sido incluso garantizado solemnemente por constituciones. Los conceptos de bien y mal han sido ridiculizados por varios países; desterrados por el uso común, han sido reemplazados por consideraciones políticas o clasicistas con un valor de corta duración.
El Occidente se está deslizando hacia el abismo indisolublemente. Las sociedades occidentales están perdiendo cada vez más su esencia religiosa, entregando a su generación más joven al ateísmo. Si se muestra una película blasfema sobre Jesús en los Estados Unidos, supuestamente uno de los países más religiosos del mundo, o un periódico importante publica una caricatura desvergonzada sobre la virgen María, ¿que otra prueba se necesidad de que la impiedad se está haciendo una necesidad?” (Solzhenitsyn 1984, Número 36).
“Es cierto que millones de nuestros compatriotas han sido corrompidos y devastados espiritualmente por un ateísmo impuesto oficialmente, sin embargo todavía quedan millones de creyentes: son sólo las presiones externas las que les impiden expresarse, pero, como siempre es el caso en los tiempos de persecución y sufrimiento, el conocimiento de Dios en mi país ha alcanzado gran agudeza y profundidad.
Es aquí donde vemos el amanecer de la esperanza: no importa cuan enormemente el comunismo se enfurezca con sus tanques cohetes, ni importa cuantos logros obtenga en apoderarse del planeta, está condenado a nunca vencer el Cristianismo.” (Solzhenitsyn 1984, Issue 36).
“Incluso si evitáramos ser destruidos por la guerra, nuestras vidas tendrán que cambiar si queremos salvar la vida humana de la autodestrucción. No podemos evitar revisas las definiciones fundamentales de la vida humana y la sociedad humana. ¿Es cierto que el hombre está por encima de todo? ¿Acaso no hay un Espíritu Superior por encima de él? ¿Está bien que la vida del hombre y de las actividades de la sociedad tengan que ser determinadas por la expansión material primeramente? ¿Es permisible fomentar dicha expansión en detrimento de nuestra integridad espiritual?”
“En las primeras democracias, como en la democracia norteamericana en el momento de su nacimiento, todos los derechos humanos individuales eran aceptados porque el hombre es una criatura de Dios. Esto es, la libertad a la persona se le daba de forma condicional, en la asunción de su responsabilidad religiosa constante. Este era la herencia de los mil años precedentes. Hace doscientos años o incluso hace cincuenta años, hubiera parecido bastante imposible, en Estados Unidos, que a un individuo se le concediera la libertad sin límites simplemente para la satisfacción de sus instintos o caprichos. Posteriormente, sin embargo, todas estas limitaciones fueron descartadas por todas partes en Occidente; un libertinaje total se produjo deshaciendose del patrimonio moral de los siglos cristianos con sus grandes reservas de misericordia y sacrificio. Los sistemas del Estado se estaban volviendo gradualmente y totalmente materialistas. El Occidente terminó por realmente imponer los derechos humanos, a veces incluso en exceso, pero el sentido de responsabilidad del hombre ante Dios y la sociedad se fue atenuando cada vez más. En las décadas pasadas, el aspecto legalista egoísta del enfoque y pensamiento occidental ha llegado a su dimensión final y el mundo acabara en una dura crisis espiritual y un situación política sin solución. Todas los avances tecnológicos glorificados del progreso, incluyendo la conquista del espacio exterior, no redimen la pobreza moral del siglo XX, que nadie podría haber concebido incluso en el siglo XIX.”
Para el historiador ruso, los medios masivos de comunicación se incluyen entre los principales detonadores de la corrupción inmoral prevalente en los países modernos. Al respecto, se refirió al ”letargo de la TV” y a la ”música intolerable,” y manifestó su inquietud de que los consumidores de medios masivos estan teniendo ”sus almas divinas rellenas de chismes, tonterías, y pláticas vanas.”
“La prensa se ha convertido en el mayor poder dentro de los países occidentales, más poderoso que el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial. Uno entonces gustaría preguntar: ¿con qué derecho ha sido elegida y a quién se hace responsable?. . .”
“La impaciencia y la superficialidad son la enfermedad mental del siglo XX, y más que en ningún otro lugar, esta enfermedad se refleja en la prensa.” (Solzhenitsyn (1978), Harvard Commencement Address)
En concordancia con 1 Crónicas 29:12, Solzhenitsyn expresó que la fortaleza moral y espiritual que se necesitan, sólo pueden recuperarse poniéndose en las manos de Dios:
“Todos los intentos para hallar cómo liberarnos del compromiso del mundo actual que nos lleva a la destrucción serán inútiles si no re-encausamos nuestra conciencia en arrepentimiento frente al Creador. Sin esto, ninguna salida se iluminará y buscaremos en vano. A las enfermas esperanzas de los dos últimos siglos, que nos han reducido a la insignificancia, y nos han trasladado al borde de la muerte nuclear y no-nuclear, sólo podemos proponer una búsqueda determinada de la mano cálida de Dios, la cual ha sido rechazado de forma imprudente y auto-confiadamente.
Sólo de esa forma se podrán abrir nuestros ojos a los errores de este lamentable siglo XX, y nuestras manos podrán dirigirse a establecerse correctamente. No hay nada más a que aferrarse en este derrumbe de tierras: la visión conjunta de todos los pensadores de la Ilustración equivale a la nada.
Nuestros cinco continentes están atrapados en un torbellino. Pero es durante adversidades como éstas que los mayores dones del espíritu humano se manifiestan. Si perecemos y perdemos este mundo, la culpa será solamente nuestra.” (Solzhenitsyn 1984, Issue 36).
El historiador ruso también expresó su desdén al materialismo imperante en los sistemas libertinos modernos:
“Nuestra vida no consiste en la búsqueda del éxito material, sino en la búsqueda del digno crecimiento espiritual. Toda nuestra existencia terrenal no es más que una etapa de transición en el movimiento hacia algo más alto, y no debemos tropezar y caer, ni tampoco hemos de quedarnos por más tiempo sin dar frutos o subir un peldaño de la escalera.
Las leyes materiales por sí solas no explican nuestra vida ni le dan dirección. Las leyes de la física y la fisiología jamás revelarán la forma indiscutible en la que el Creador constantemente, día tras día, participa en la vida de cada uno de nosotros, incansablemente otorgándonos la energía de la existencia; cuando esta ayuda nos deja, morimos. Y en la vida de todo nuestro planeta, el Espíritu Divino ciertamente se mueve no con menos fuerza: debemos entender esto en nuestra hora más oscura y terrible.” (Solzhenitsyn 1984, Issue 36).
En febrero del 2003, el escritor Joseph Pearce viajó a Moscú para realizar una entrevista a Alexander Solzhenitsyn. La conversación de la reunión fue publicada en el boletín St. Austin Review. En uno de los fragmentos Solzhenitsyn manifestó su rechazo al humanismo:
Joseph Pearce: “¿Siente usted que muchos de los problemas del mundo moderno se deben a un inadecuado percepción de la verdad espiritual y filosófica por la población en general?”
Alexander Solzhenitsyn: “Eso es muy cierto. El hombre se ha puesto a sí mismo el objetivo de conquistar el mundo, pero en el proceso pierde su alma. Lo que es llamado humanismo, pero sería más correcto llamarlo antropocentrismo irreligioso, no puede dar respuestas a las preguntas más esenciales de nuestra vida. Hemos llegado a un caos intelectual.”
En otro fragmento, consideró que todos los modelos económicos son repudiables si no se arraigan a la voluntad de Dios:
Joseph Pearce: ”Un periodista británico declaró recientemente que usted cree que Rusia ha destronado las maldades del comunismo sólo para reemplazarlos con las maldades del capitalismo. ¿es esta una declaración que expresa de forma razonable la postura de usted? y, si es así, ¿cuáles cree que son los peores males del capitalismo?”
Alexander Solzhenitsyn: “En diversos momentos a través de los años he tenido que demostrar que el socialismo, que para muchos pensadores occidentales es como una especie de reino de justicia, estaba, de hecho, lleno de represión, de codicia burocrática y corrupción y avaricia, y [siendo] consistente en sí mismo, ya que el socialismo no puede llevarse a cabo sin ayuda de la coerción. La propaganda comunista a veces incluiría frases como “adjuntamos casi todos los mandamientos del Evangelio en nuestra ideología”. La diferencia es que el Evangelio pide que todo esto sea alcanzado por medio del amor, a través de auto-limitación, más el socialismo sólo utiliza la coerción. Este es un aspecto.
Sin ser tocados por el aliento de Dios, sin restricciones en la conciencia humana, tanto el capitalismo como el socialismo son repulsivos.”
En uno de sus escritos poéticos, Solzhenitsyn plasmó el siguiente pensamiento:
“¡Qué fácil es para mí el vivir contigo Señor! ¡Qué fácil es creer en Ti!
Cuando mis pensamientos retroceden con desconcierto o se debilitan,
cuando las personas más brillantes no ven más allá de esta noche,
y no saben que hacer mañana,
Tú envías a mí la confianza clara de que Tú eres,
y de que te asegurarás de que no se cierren todas los caminos del bien.”
(Solzhenitsyn, como se cita en Burg y Feifer 1972, p. 189).