Heidi Wetzler, 28 de diciembre de 2021
[Original en inglés aquí]
La administradora de Clark County Today, Heidi Wetzler, comparte la teoría del profesor de psicología clínica Mattias Desmet sobre las condiciones sociales en las que una población termina sacrificando voluntariamente su libertad.
Recibí recientemente de un lector en África el siguiente comentario sobre una columna que escribí hace un tiempo sobre la inmunidad natural. Captura la esencia de mis pensamientos diarios.
“Esto son argumentos de países ricos. En África tenemos poco acceso a vacunas, refuerzos, etc. La pregunta que deberíamos hacernos es: ‘¿cómo están las cosas en África?’ Ustedes ya han causado un caos con Omicron. Nuestros buenos médicos de Sudáfrica nos han dicho que no entremos en pánico, pero el resto del mundo está en el mayor nivel de pánico que se ha conocido hasta ahora … sus países tienen más del 70% vacunados, reforzados, etc. Deberían estar tranquilos … morirán de miedo.»
Mientras pensaba estas ideas, que llegaban desde medio mundo de distancia, me di cuenta de que los países privilegiados del mundo están viviendo una realidad muy diferente a la de los menos privilegiados. Irónicamente, en Estados Unidos tenemos un acceso ilimitado a las vacunas y algunos de los médicos y científicos más educados del mundo, pero la mayoría de nuestros ciudadanos están consumidos por el miedo. Pero, ¿la amenaza actual del virus y sus variantes justifica el nivel de miedo y de control gubernamental que tenemos? ¿Por qué no saltamos de alegría por el hecho de que Omicron parece ser más transmisible, pero mucho menos letal? En teoría, esta variante podría señalar el final de la pandemia. Mientras avanzamos hacia la tierra prometida de la inmunidad colectiva, ¿no debería ser una buena noticia que es probable que muchas más personas desarrollarán inmunidad natural a una variante menos peligrosa? Pero ese lector tenía razón … en lugar de optimismo, lo que tenemos son más llamadas al pánico, cierres, pasaportes, mandatos y cosas así. ¿Por qué? Permítanme sugerir una teoría.
Recientemente, me encontré con el concepto de psicosis de formación de masas, explicado por Mattias Desmet, profesor de psicología clínica en la Universidad de Ghent en Bélgica. Explica las condiciones sociales en las que una población acaba sacrificando voluntariamente su libertad.
Hay cuatro condiciones básicas que deben cumplirse para que una sociedad sea vulnerable a la psicosis de formación de masas. El primero es la falta de vínculos sociales. Se puede afirmar que los ciudadanos de sociedades occidentales tenían problemas de soledad mucho antes de la pandemia, y, en la actualidad, esta falta de comunidad ha llegado a un nivel peligroso debido a los continuos cierres, el aislamiento y el extendido miedo de acercarse a otra persona.
La segunda condición se cumple cuando la mayoría de las personas consideran que sus vidas carecen de propósito o sentido. Una encuesta reciente entre los jóvenes británicos reveló que el 89% de los que tienen entre 16 y 29 años «creen que sus vidas no tienen sentido ni propósito». Desmet también cita estudios que muestran que la mitad de todos los adultos creen que sus trabajos no tienen ningún propósito y que actúan como autómatas durante el día.
El exceso de ansiedad es la tercera condición para la psicosis de formación de masas. La cantidad de medicamentos para la ansiedad o depresión recetados cada año confirma los abrumadores niveles de ansiedad que hay en nuestras comunidades.
Y la cuarta condición son altos niveles de frustración y agresión, sin una causa discernible. Si usted pasa un tiempo conduciendo o en las redes sociales, experimentará la hostilidad abierta que hay en el mundo de hoy.
Me he vuelto loca tratando de encontrar razones lógicas por las que las masas aceptan de todo corazón todo lo que proclaman el Dr. Fauci u otros funcionarios de salud nacionales y mundiales. Las declaraciones pueden cambiar de un día a otro, carecer de datos que los respalden, contradecir abiertamente lo que se dijo el día anterior o incluir mentiras descaradas, pero siempre que tengan eco y apoyo en los principales medios de comunicación, son tomados como verdaderos. Este es el resultado de la psicosis de formación de masas.
A la sociedad se le ha dado una forma para expresar su ansiedad. Se ha formado una comunidad en torno a una lucha aparentemente heroica contra un objetivo común. La lucha contra este virus ha dado un propósito a muchas vidas que no tienen dirección. Y se ha dado un sentido a la vida a través de una conexión humana global, que reemplaza al vacío que había hasta ahora. Salvar todas las vidas de morir de COVID es de suma importancia. Todas las demás pérdidas psicológicas, económicas y sociales son indignas de preocupación: si te atreves a considerarlas, eres el ser más egoista del mundo.
Este fenómeno psicológico explica por qué tantos han comprado una narrativa claramente ilógica y por qué están dispuestos a participar en la estrategia que se ha prescrito, «incluso si es completamente absurda», dice Desmet. “La razón por la que compran la narrativa es porque conduce a este nuevo vínculo social”, explica. «La ciencia, la lógica y la verdad no tienen nada que ver con esto».
Los seres humanos anhelan ser parte de una comunidad y tener lazos sociales. Ahora que se han forjado estas conexiones, es casi imposible romperlas. Las personas en esta psicosis son incapaces de cuestionar la narrativa que se les está dando. Tomemos las vacunas para niños de 5 a 11 años, por ejemplo. No existe absolutamente ninguna emergencia de covid infantil. Ninguna. Sin embargo, la FDA aprobó una autorización de emergencia para la vacuna de este grupo de edad. No hay estudios de seguridad a largo plazo de esta vacuna. Pero las masas se alinean con entusiasmo para vacunar a sus hijos. No tiene ningún sentido. Es imprudente. No hay ciencia que respalde esta necesidad. Pero nuestros líderes dicen que es vital. Entonces, debe serlo.
Este grupo de personas se mueve por una preocupación extrema a ser expulsadas fuera del redil. La necesidad de cumplir con lo que se presenta como virtuoso y de encajar en la comunidad triunfan sobre todo lo demás. No importa que las organizaciones de salud estén ignorando la ciencia de la inmunidad natural. No importa que las personas dañadas por la vacuna estén siendo excluidas de la sociedad junto con las personas que son resistentes a la vacuna. No importa que ni las compañías farmacéuticas ni las autoridades gubernamentales que exigen estas vacunas sean responsables de los efectos adversos que sufran los receptores. Al parecer, todos debemos estar dispuestos a morir por el bien del grupo. Debemos estar dispuestos a sacrificar la vida de nuestros hijos, porque ahora se considera inmoral preocuparse por la seguridad de la vacuna. Es aborrecible morir a causa del virus, pero morir a causa de la vacuna es bastante aceptable (incluso me atrevo a sugerir, honorable).
El editor del New York Times, Carlos Tejeda, murió de un ataque cardíaco el 17 de diciembre, menos de 24 horas después de recibir la dosis de refuerzo de Moderna. Tenía 49 años. La historia del New York Times no menciona que su muerte coincidió con un refuerzo. Si se explicara la historia completa, me temo que las masas ni siquiera parpadearían. El Sistema de Notificación de Eventos Adversos a las Vacunas, alojado por el [organismo oficial americano] CDC, indica por el momento casi 100.000 reacciones a las vacunas COVID. Es curioso cómo los principales medios de comunicación ignoran por completo estas estadísticas. Y los hipnotizados por la psicosis descartan firmemente como casualidades todos los eventos adversos que encuentran. La hipnosis es real. Y grande.
Desmet explica la diferencia entre una dictadura y el totalitarismo. Sugiere: “Como regla general, en una dictadura clásica, el dictador se vuelve más suave y menos agresivo una vez que se silencian las voces disidentes, es decir, su oposición. Una vez que ha tomado completamente el poder, ya no necesita ser agresivo y puede recurrir a otros medios para mantener el control.
En un estado totalitario ocurre exactamente lo contrario. Es crucial entender esto, porque en una sociedad totalitaria, una vez que se silencia a la oposición, es cuando el Estado comete sus mayores y más crueles atrocidades ”.
Ha sido obvio (y criminal) que durante los últimos dos años, se hayan silenciado completamente las ideas disidentes sobre COVID y sobre la acción sanitaria del gobierno. Esta censura es desesperada y muy poco científica. ¿Desde cuándo la ciencia es «algo resuelto»? ¿Desde cuándo la ciencia no puede resistir los cuestionamientos? Tal vez sea cuando la acción gubernamental no tiene nada que ver con la ciencia.
Si los científicos estuvieran realmente interesados en mantenernos a todos a salvo del COVID, ¿no estarían más interesados en nuestros niveles de anticuerpos? ¿No es desconcertante que digan que es imposible crear una prueba de anticuerpos precisa? ¿Por qué, después de dos años, están impulsando una vacuna única para todos sin una medida complementaria de los anticuerpos, que son el ticket real para la inmunidad colectiva? ¿Hemos tenido estudios aleatorios, doble ciego y controlados con placebo para toda esta combinación de refuerzos? [por ejemplo, vacunas de Moderna con refuerzos de Pfizer]
¿Alguien está cuestionando la criminalización de la ivermectina en Estados Unidos, mientras que docenas de otros países la están usando para reducir en gran medida la mortalidad? ¿Alguien se pregunta por qué los no vacunados están perdiendo sus trabajos [en Estados Unidos por rechazar la vacuna], pero los empleados vacunados pueden contagiar el covid de todas maneras?
No, porque las masas que actualmente están sujetas a psicosis de formación de masas: simplemente cumplen lo que les dicen. Me sorprende absolutamente la falta de cuestionamiento. Y la vehemencia con la que la sociedad defiende el curso de acción tomado por los gobiernos. Este grupo de personas pertenece a una comunidad ahora. Y pertenecer es más importante que buscar la verdad.
Al fin y al cabo, la lucha global contra el COVID ha formado un vínculo inquebrantable entre los miembros de un grupo vulnerable. La psicosis de masas borra la individualidad. Los luchadores «virtuosos» ahora han centrado su «santo miedo y odio» en un grupo que no está bajo el hechizo. Ahora los no vacunados son objeto de un intenso desdén. El gobernador del Estado de Washington los llamó recientemente «terroristas domésticos». Y las masas probablemente estén de acuerdo. A pesar de que muchos no vacunados se recuperaron de COVID, tienen inmunidad natural y son completamente seguros. Ya no se hacen preguntas. Sea acabó completamente el pensamiento crítico.
Estoy segura de que no estoy sola en mis inútiles intentos de difundir la lógica y el sentido común a una persona tras otra sin oídos para escuchar. Simplemente no hay forma de cambiar la opinión de las personas con nuevas estadísticas o información. ¿Qué se necesita para romper este trance? Quizás es una pérdida personal. Para comenzar a cambiar el rumbo, cada uno tendrá que verse afectado personalmente por una vacuna, una lesión de refuerzo, o una pérdida de una libertad que les importe, o una pérdida de sustento. Pero para entonces imagino que será demasiado tarde. El régimen totalitario estará en plena vigencia y las libertades perdidas nunca se recuperarán.