Original en inglés aquí
Todavía estamos aquí, todavía estamos de pie, los no vacunados, los inmundos, los odiados. Intentaste derribarnos. Nos dijeron que nosotros éramos el problema. Nos dijeron que la vida se convertiría en un infierno para nosotros. Despidieron a algunos de nosotros, nos atacaron, nos insultaron, nos excluyeron de las reuniones familiares. Tú celebraste la maldad y la opresión del gobierno, o las aceptaste en silencio, cuando se necesitaba tu voz.
Intentaron quebrarnos, pero todavía estamos aquí, y algunos de ustedes se están dando cuenta de eso:
«El campo de batalla todavía está caliente, después de la guerra de Canadá contra los no vacunados. Los mandatos sanitarios se han aflojado, y ambas partes vuelven a encontrarse con algo que se parece a la vieja normalidad, excepto que se ha dañado reciente y actualmente a aquellas personas que tratamos de quebrar. Y nadie quiere hablar de eso.
Hace solo unas semanas, nuestros propios líderes admitían que su objetivo era hacer que la vida fuera insoportable para los no vacunados. Y, como siervos del gobierno, hicimos que se multiplicara ese dolor, llevando la lucha a nuestras familias, amistades y lugares de trabajo. Hoy, enfrentamos la dura verdad de que nada de eso estaba justificado y, al hacerlo, hemos descubierto una valiosa lección.
Pasamos rápidamente de sentirnos moralmente superiores a ser crueles, y por mucho que culpemos a nuestros líderes porque lo impulsaron, somos responsables de caer en la trampa, a pesar de que, en el fondo, sabíamos que no debíamos hacerlo.
Sabíamos que había un gran número de personas completamente vacunadas junto con una minoría cada vez menor de personas sin vacunar, pero pusimos una marca a los últimos para someterlos a una persecución especial. Dijimos que no habían “hecho lo correcto” al no entregar sus cuerpos al cuidado del estado, aunque sabíamos que, en cualquier circunstancia, es invaluable oponerse por principios a esto . Y nos permitimos creer que sería culpa de ellos que volviéramos a padecer otro confinamiento ineficaz, en vez de culpar a una política sanitaria tóxica.
Y fue así como presionamos a los no vacunados en la medida en que lo hicimos, porque quisimos ignorar la ciencia, la educación cívica y la política».
Esa mujer canadiense lo entiende, al igual que el siguiente hombre australiano, que adaptó ese artículo para los lectores australianos:
«Nos complacía convertir a los no vacunados en chivos expiatorios porque, después de meses de confinamientos diseñados por líderes políticos cegados por el poder, se sentía bien tener a alguien a quien culpar y quemar en la hoguera. Creíamos que teníamos la lógica, el amor y la verdad de nuestro lado, así que fue fácil desear la muerte a los no vacunados. Aquellos de nosotros que ridiculizamos y nos burlamos de los que no cumplieron los mandatos sanitarios, lo hicimos porque estábamos avergonzados por su coraje y principios y no pensamos que los no vacunados saldrían adelante, así que convertimos a los resistentes en sacos de boxeo. Lambie, Carr, Chant, Andrews, McGowan, Gunner y cientos de personajes con buenos puestos deben rendir cuentas por vilipendiar en público a los no vacunados y alimentar a las turbas enojadas de las redes sociales.
Las turbas, los nazis de las máscaras y los discípulos de las vacunas se han sentido avergonzados de “apostar contra” los no vacunados porque los mandatos sanitarios solo tenían el poder que les dábamos.
No fue el cumplimiento lo que terminó con la dominación de las grandes compañías farmacéuticas, Bill Gates y sus muchas organizaciones, y el Foro Económico Mundial… y los puntos de control médico en cada puerta. Fue GRACIAS a las personas a las que tratamos de avergonzar, ridiculizar, burlar y derribar. Mordimos el anzuelo odiándolos, pero su perseverancia nos dio tiempo para ver que estábamos equivocados.».
Lee estos dos artículos. Si apoyaste estos mandatos sanitarios de alguna manera, discúlpate con aquellos a quienes lastimaste o ayudaste a lastimar. Podemos pasar página de esto y muchos lo harán muy fácilmente. Pero a algunos todavía se les rechaza, a algunos todavía se les deja sin trabajo, a algunos todavía se les aplasta.
Si reconoces tu error, puedes hacer penitencia abogando por aquellos que aún están siendo aplastados. Las cosas fueron demasiado lejos, la gente se quebró y cometió errores, pero debemos aprender de lo que sucedió. Los que fueron heridos perdonarán a los que busquen reparar el daño, pero, ¿aprendiste? Eso es lo más importante.