Esta semana [la del atentado de Manchester] el estado totalitario dio otra vuelta de tuerca en Gran Bretaña. Ahora el terrorismo se muestra como normal y se acepta como normal. La vigilancia de masas cada vez más completa (que pone como excusa el terrorismo, pero que no sirve para prevenirlo) es normal. Cerrar las ciudades de forma repetida es normal. Encontrar policía y tropas armadas en tropel es normal.
En una micro-gerencia institucional, la propaganda penetrante, la supervisión constante y el control mental son ahora normales.
Se nos dice que los problemas deben continuar – pero, en la práctica, también se nos dice que debemos adaptarnos a ellos. Y resulta que debemos adaptarnos aceptando más totalitarismo.
Se nos martillea con el mensaje con palabras, obras y – de manera más poderosa – con rechazar cualquier cambio… excepto el cambio hacia más totalitarismo.
(El totalitarismo no funciona para prevenir los problemas. Pero eso está bien: de hecho, ¡de eso se trata! . Porque los problemas se crean como excusas para implantar más totalitarismo y, por lo tanto, no se quiere que los problemas se resuelvan)
La gente moderna tolera todo esto porque somos hombres huecos, rellenos de paja; hombres sin pecho; que no tienen ninguna religión, así que carecen de cualquier motivación para hacer algo inoportuno.
Tomar acciones eficaces sería producir represalias. Y sería soportar un sufrimiento a corto plazo para conseguir un bien a largo plazo… pero, para nosotros, no existe un bien a largo plazo. (Para nosotros, la muerte es el fin de todo; una vida cómoda es lo máximo a lo que podemos aspirar).
Somos cobardes. Porque el ateísmo nos hace cobardes a todos. Porque no ser un cobarde requiere un objetivo más allá de lo inmediato; y para que una población no sea cobarde se necesita algún objetivo social claro que sea frustrado por el totalitarismo. La gente sólo puede ser valiente cuando tienen algo por lo que ser valientes.
Para resistir el totalitarismo, se necesita valentía y un motivo; la valentía requiere ser capaz de imaginar y creer un objetivo mejor que el que promete el totalitarismo; un motivo requiere ser capaz de imaginar y creer que nosotros, ahora y personalmente, deberíamos trabajar por ese objetivo mejor.
(La valentía no puede producirse a partir del nihilismo. Y nosotros, los británicos/occidentales modernos no creemos en nada. [El historiador Glubb lo puso así: «Los ciudadanos de una nación [decadente] ya no hacen un esfuerzo para salvarse a sí mismos, porque no están convencidos de que merezca la pena salvar nada en la vida»]
El frenesí de una rata acorralada no es valentía; y, de cualquier manera, es completamente ineficaz contra un vasto sistema totalitario. Lo que se necesita para escapar es valentía desinteresada – la valentía más difícil de alcanzar, porque es consecuencia de altos ideales impersonales mantenidos firmemente).
Las sociedades ateas son utilitarias [creen que el bien máximo es aumentar el placer y disminuir el dolor] – al menos en sus intenciones explícitas. Todo lo que se hace se justifica haciendo que la gente (alguna gente) se sienta mejor. Pero si los sentimientos de la gente son la justificación última [de la sociedad], entonces el fin del gobierno es manipular los sentimientos de la gente – que es exactamente lo que pretenden los sistemas totalitarios; lo que tenemos ahora exactamente.
Pero, ¿qué hay para aquellos líderes que crean a propósito las situaciones que generan terrorismo? Los que afirman que es imposible cambiar lo que han creado (porque un cambio real es impensable e indecible) así que, por lo tanto, debemos aceptar más de las mismas causas; así que, por lo tanto, debemos aceptar más de las mismas consecuencias: aceptar todo esto como normal.
(Incluso conforme «lo normal» empeora obviamente y rápidamente: haciéndose más totalitario.)
Lo que hacen en realidad – a propósito, planificadamente, deliberadamente- es crear un estado cada vez más totalitario. ¿Por qué es tan difícil que la gente reconozca esta estrategia?
No son incompetentes, no son tontos con buenas intenciones, no son hipócritas que buscan enriquecerse: están haciendo lo que quieren hacer, y haciéndolo cada vez más y mejor: ¡están implementando el totalitarismo paso a paso y están ganando!
¿Por qué? Simple. El objetivo del totalitarismo, desde una perspectiva cristiana, no es matarnos ni hacernos infelices, sino hacer que nos condenemos. Este es el motivo por el que lo hacen. [El traductor piensa que, aunque el amo del circo obviamente tiene estas intenciones y este es el final del plan, los líderes son los payasos, que se mueven por motivaciones mezquinas diferentes al fin último del plan.]
Se quiere el control mental para que elijamos la condenación en vez de la salvación – nuestros pensamientos serán vigilados, nuestras mentes serán llenadas, nuestras acciones serán dirigidas, nuestros pensamientos serán manipulados hacia el pecado: pecados como el miedo, el rencor y la desesperación.
Esto es – en pocas palabras: infundir miedo, rencor y desesperación – todos pecados, todos llevando a la gente a elegir la condenación. Esto es, al rechazo activo del Bien porque ahora el Bien es considerado malo.
Esta es una guerra espiritual. Una guerra cristiana.
No podemos sacar valentía de cobardes – y la población occidental simplemente es cobarde: le falta valentía desinteresada. Porque no tiene ideales – de hecho, la gente moderna no puede imaginar nada mejor que el placer y la comodidad: esto es el colmo de la fantasía.
Para comenzar, necesitamos una base para la valentía. Lo que necesitamos es amor y esperanza, basada en la fe en Dios (no en sentimientos); y cuyo objetivo sea el gozo eterno (no la comodidad, la conveniencia, la diversión y evitar el sufrimiento).
Si el control mental totalitario se vuelve completo; será porque, en última instancia, no queríamos nada mejor.
Que el clima está cambiando continuamente, nadie lo niega. Ha sido siempre así. Cambia en ciclos cortos dentro de ciclos largos dentro de ciclos muy largos. Otra cosa es si el cambio climático es real. La hipótesis del cambio climático afirma que el planeta se calienta de forma global a largo plazo y que esto se debe a las emisiones producidas por el hombre. Esto no es cualquier cambio sino un tipo de cambio muy específico.
Esta hipótesis no se puede comprobar con mediciones de un sitio en concreto, pues es algo global. Tampoco tenemos bastantes datos para saber si el fenómeno es a largo plazo y no uno de esos ciclos a corto plazo que tiene el clima. Además, no tiene por qué ser consecuencia de las emisiones producidas por el hombre.
Para comenzar, no ha habido aumento de temperatura los últimos 18 años, por lo que el aumento de temperatura está lejos de ser demostrado (http://www.climatedepot.com/…/no-global-warming-at-all…/) Tampoco se ha demostrado que es un fenómeno de largo plazo y debido al hombre.
Los modelos científicos que predicen el Armagedón han fallado una y otra vez en sus predicciones. Sin embargo, a muchos científicos les interesa recibir las jugosas subvenciones de dinero público para que hagan artículos a favor del cambio climático (y ha habido científicos que han llegado a falsificar sus datos).
Cuando yo era joven, nos decían que, a estas alturas, muchos países, como partes de Holanda o las Seychelles, estarían bajo del agua. Nada ha pasado, pero los profetas apocalípticos no rectifican sus profecías, sino que las reciclan. Como los testigos de Jehová (que ponían fechas para el fin del mundo y después cuando no pasaban, ponían otra fecha), los profetas del cambio climático nos amenazan con las más negras predicciones…que siempre están en el futuro. Cuando no pasan, vuelven a ponerlas en el futuro más lejano.
Obviamente, todo el machaqueo que hay sobre el cambio climático no es casualidad, pues otras hipótesis científicas no demostradas no reciben tanto fanatismo ni presiones de todas partes para que se tomen como la verdad absoluta que no se puede discutir. Se trata del proyecto de la élite internacional para ir sometiendo a la industria a una élite globalista, que tendrá también el poder sobre la empresa privada (ya que tiene el poder sobre muchos otros aspectos de nuestra vida). Esto es parte del proyecto de la élite de crear estructuras de gobierno supranacionales (como la Unión Europea) que no están sujetas al control democrático (si piensas que la UE está sujeta al control democrático, tienes que aprender más sobre un tema que desconoces).
Hace un par de días, vi una grabación en la tele de la campaña electoral de la franca parlamentaria laborista Jess Philips, que buscaba la reelección en su circunscripción electoral de Birmingham.
Se le preguntó qué asuntos le comentaban más los votantes cuando hablaba con ellos puerta a puerta La sra. Philips no perdió un segundo: «El tema de la inmigración surge…», dijo meditabunda. Y después, como si se acordara de algo, en vez de eso, comenzó a hablar sobre la recogida de basuras.
Fue, pienso, un momento enormemente revelador. Pues no hay un tema tan potencialmente peligroso como la inmigración. Muchas personas tienen emociones intensas sobre él y muchos se sienten incapaces de plantearlo públicamente.
Incluso en privado, las personas tolerantes discuten el tema de la inmigración vacilantemente, si es que lo hacen.
Aún planea sobre el debate la sombra de Enoch Powell – el político conservador nacido en Birmingham que fue marginado completamente después de su polémico discurso en 1968 sobre «ríos de sangre» (una frase que, de hecho, nunca pronunció).
[El autor del artículo se refiere a un famoso discurso anti-inmigración que hizo Enoch Powell en 1968, que es bien conocido por sus lectores británicos]
Hace unos años, estaba en una comida en Londres, sentado al lado del ex-editor de un periódico nacional y el editor de una de las revistas británicas más conocidas. Ambos eran personas de mentalidad progresista y con un nivel alto de estudios. La conversación derivó al tema de la inmigración. «Ha ido demasiado lejos», dijo uno. «Tienes toda la razón», dijo el otro, «pero, por supuesto, no puedes decir eso».
El periodista Douglas Murray no tiene esos escrúpulos. Más conocido por sus ácidas columnas en la revista Spectator y su libro sobre la investigación del Domingo Sangriento (que ha ganado premios), ha lanzado una bomba sobre el debate de la inmigración e identidad en la Europa actual.
De hecho, las primeras líneas de su nuevo libro, «La extraña muerte de Europa», difícilmente podrían ser más incendiarias.
«Europa está suicidándose», escribe Murray. «O, al menos, sus líderes han decidido que se suicide…Como resultado, cuando las personas que viven hoy finalicen su vida, Europa no será Europa y los pueblos europeos habrán perdido el único lugar del mundo que podían llamar ‘hogar'».
La causa, piensa, es doble. En primer lugar, nuestros líderes políticos se han confabulado conscientemente para fomentar la «migración masiva de gentes a Europa», llenando «las ciudades frías y lluviosas del norte» con «personas vestidas para las laderas de Pakistán o para las tormentas de arena de Arabia».
En segundo lugar, cree que las élites intelectuales y culturales de Europa, incluyendo las británicas, han «perdido fe en sus creencias, tradiciones y legitimidad». Paralizadas con culpa, obsesionadas con hacer penitencia por los pecados del Imperio, han perdido de vista los valores históricos cristianos que su gente esperaba que defendieran. [Nota aclaratoria: Murray es un gay ateo, aunque se considera «cristiano cultural», es decir, considera que los valores cristianos deberían regir en Occidente]
Como consecuencia de su utopismo iluso, piensa Murray, Europa está dejando de ser Europa. De hecho, cree que la cultura europea como ha sido entendida por generaciones – la cultura de Miguel Ángel y Mozart, Shakespeare and Goethe, Dickens y Wagner — está condenada. [Para el traductor, esta cultura simplemente ya no existe. La cultura europea actual es de una enanez increíble, producto del utopismo más ramplón llevado hasta sus extremos más delirantes e incapaz de llegar al talón de esos grandes maestros.]
«En vez de seguir siendo un hogar para los pueblos europeos», escribe, «hemos decidido convertirnos en una ‘utopía’, pero solamente en el significado original en griego de esta palabra: convertirnos en un ‘no lugar'».
No es sorprendente oír que el libro de Murray ha caído mal a los tipos bien pensantes del [periódico británico] The Guardian, cuyo crítico [de libros] lo describió como ‘xenofobia aburguesada’ y una versión ‘ligeramente más pija’ de ‘racismo al desnudo’
Esta semana abrí el libro de Murray con ligero escepticismo y aún pienso que exagera la negatividad apocalíptica.
Aún así, al riesgo de ser acusado por The Guardian de xenofobia – lo que reconozco que me pondría en compañía de montones de personas – creo que ha penetrado nuestra insatisfacción actual más que legiones de académicos progresistas.
Es refrescante ver algo de honestidad sobre la naturaleza sin precedentes históricos de la inmigración europea de los últimos 70 años.
En caso de que se necesite un recordatorio, las cifras de [la inmigración] sólo para Gran Bretaña son simplemente alucinantes.
Entre 1997 y 2010, por ejemplo, el gobierno laborista permitió que un número asombroso de 2.2 millones de personas se establecieran en este país, el equivalente de dos Birminghams [o tres Sevillas].
Bajo David Cameron, los conservadores prometieron reducir la inmigración a decenas de miles. Sin embargo, las últimas cifras muestran que la inmigración anual neta es aproximadamente de 273 mil, es decir, más o menos una ciudad del tamaño de Hull [o Gijón] llega cada año.
Hay que destacar, por cierto, que la inmigración masiva ha sido siempre inmensamente impopular. Cuando escribí una historia de Gran Bretaña en los años sesenta, no pude dejar de notar que, incluso entonces, al menos siete de cada diez personas estaban completamente en contra de ella, como mostró el diluvio de cartas de aprobación que recibió el discurso supuestamente tóxico de Enoch Powell.
Quizás sus admiradores tenían la razón; quizás no la tenían. Pero, sea cual sea tu opinión sobre la inmigración, nunca ha habido un tema en el que la clase política ha ido de forma tan consistente contra los deseos del pueblo británico.
En este punto del argumento, el profesor progresista típico insistiría que Gran Bretaña siempre ha sido una nación de inmigrantes. De todas maneras, todos venimos de algún otro lugar, dicen, todos somos mestizos. Así que, ¿cómo te atreves a cerrar las puertas a unos pocos más?
Pero como muestra Douglas Murray, esto es reescribir descaradamente nuestro pasado. Durante la mayor parte de nuestra historia, no hemos sido nunca una nación de inmigrantes. Incluso el influjo más famoso de nuestra historia, la conquista normanda [de 1066], involucró una transferencia de población diminuta, el equivalente de no más del 5 por ciento.
Por mucho que a la BBC y a otros medios les guste pretender que Gran Bretañña siempre ha sido un ejemplo de diversidad, la verdad pura y dura es que, hasta la mitad del siglo XX, la inmensa mayoría de las personas que vivieron aquí habían nacido aquí. Mira una foto del Londres de los últimos años de la reina Victoria y las caras uniformemente pálidas te devuelven la mirada.
La llegada de los hugonotes franceses en la década de 1680, a menudo citada por los apóstoles de la diversidad, involucró sólo unas 50 mil personas, todos los cuales eran blancos y cristianos.
Y aunque los inmigrantes irlandeses que llegaron en el siglo XIX enfrentaron un buen grado de prejuicio, no eran en absoluto unos completos forasteros, debido a las historias entrelazadas de nuestras islas.
A menudo, los tipos de mentalidad progresista encuentran embarazoso todo esto. O bien intentan reescribir nuestra historia, exagerando incansablemente la presencia de minorías diminutas de africanos o asiáticos, o bien difunden una caricatura de la Gran Bretaña anterior a los años cincuenta como un lugar gris y aburrido que necesitaba desesperadamente una inyección de color inmigrante.
Esto no es sólo un complejo británico. Como escribe Murray, a los progresistas europeos les encanta pintar sus propias sociedades como «lugares ligeramente aburridos o serios». Escriben como si «hubiera un agujero en el corazón de Europa que necesitara ser llenado, pues, si no, seríamos más pobres».
(Por cierto, esto es algo que nunca soñarían decir sobre países como Bhutan o Burkina Faso. Nadie sugiere nunca que lo que necesitan estos países irremediablemente monoraciales es un influjo de inmigrantes occidentales)
Como un ejemplo completamente irrefutable, Murray nos da las opiniones del impecablemente progresista Fredrik Reinfeldt, el primer ministro sueco entre 2006 y 2014, que disfrutó de la dudosa reputación de ser «el David Cameron escandinavo». Era un defensor apasionado de la inmigración masiva. Los suecos, dijo una vez, eran «aburridos», mientras que las fronteras nacionales eran construcciones «ficticias».
Y, en una ilustración perfecta de lo que Murray ve como la crónica auto-flagelación de la élite europea, el señor Reinfeldt incluso declaró que «sólo la barbarie es genuinamente sueca. Todo el desarrollo posterior se ha traído desde fuera».
Esto hubiera dejado atónitos al autor teatral sueco August Strindberg, al director de cine Ingmar Bergman y los miembros de Abba, sin mencionar sus paisanos que inventaron el cinturón de seguridad y el marcapasos.
En cualquier caso, los resultados del utopismo progresista del señor Reinfeldt han sido asombrosos. Con sólo diez millones de personas, Suecia ha aceptado más refugiados por cápita que cualquier otro país. Sólo en 2015, aceptó 180 mil inmigrantes — más que la población de toda Suecia (si quitamos las tres ciudades más importantes).
En meses recientes, ha habido una fuerte polémica sobre la relación entre inmigración y delincuencia en Suecia. Esto es debido sobre todo a los comentarios de Donald Trump sobre «motines» en Suecia, basados en un informe de Fox News, que culpaba al influjo de inmigrantes de los últimos 20 años de un supuesto fracaso de la ley y el orden.
Pero, como sugiere Murray, la historia realmente reveladora es, sin duda, el ascenso del partido de extrema derecha Demócratas Suecos – un partido nacionalista y anti-inmigrante que ha pasado de la nada a liderar las encuestas durante los dos años pasados. ¡Y esto no ha sido en la Alemania de los años treinta, sino en la Suecia del siglo XXI, que aparentemente es una de las sociedades más satisfechas, tolerantes e igualitarias del mundo!
Pienso que sería una pereza imperdonable echar la culpa de esto al supuesto racismo de la plebe, como les encanta hacer a los intelectuales progresistas.
De hecho, casi cada indicador muestra que el anticuado prejuicio venenoso [del racismo] ha muerto prácticamente, no sólo aquí en Gran Bretaña, sino también en la mayoría de Europa Occidental.
Piense lo que piense The Guardian, el mismo Murray no es racista. De hecho, escribe emotivamente sobre el drama de los miles de refugiados que han pagado cada uno hasta 1500 dólares para atravesar el Mediterráneo en peligrosas pateras. Como destaca, cualquier persona decente debería querer ayudarles, no «empujarles de nuevo al mar».
Su propia estrategia sería que los países europeos invirtieran en centros de acogida en el África del Norte y conceder asilo a los refugiados por un periodo limitado de tiempo.
Es imposible decir si esto funcionaría. Pero, ¿realmente podría ser peor que el «gratis-para-todos» de los años pasados?
Pero supongo que su mordaz rechazo de las ingenuas beaterías progresistas tocará la fibra sensible de personas ubicadas en cada rincón de nuestro paisaje político. Por ejemplo, el argumento de que la inmigración mágicamente nos ha hecho una sociedad más tolerante sólo le merece desprecio.
En 2015, una encuesta de actitudes encontró que sólo 16% de la gente de fuera de Londres pensaba que la homosexualidad era inmoral. La cifra en Londres fue del 29%, reflejando la concentración mucho mayor de musulmanes conservadores.
De hecho, este conflicto entre fundamentalismo islámico y tolerancia británica es una historia tristemente familiar, desde las amenazas de muerte al autor Salman Rushdie por su novela «Los versos satánicos» hasta el horrible asesinato del carabinero Lee Rigby por parte de dos conversos al Islam.
Murray debería haber dejado más claro, pienso, que la inmensa mayoría de los musulmanes británicos son ciudadanos decentes, pacíficos y que respetan las leyes. Sin embargo, tiene toda la razón al afirmar que, desde hace demasiado tiempo, nuestras élites políticas y culturales han tenido tanto miedo de ser llamadas racistas que han permitido que los extremistas islámicos se enconen sin control.
Sin embargo, incluso en la actualidad, la élite política europea está desesperada para silenciar a sus críticos. De hecho, dos historias del libro de Murray me dejaron realmente atónito.
La primera es de septiembre de 2015, cuando consta que la canciller alemana Angela Merkel preguntó a Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, qué es lo que estaba haciendo para que la gente dejara de criticar en Facebook su política migratoria de puertas abiertas. «¿Estás trabajando en esto?», ella le preguntó. Y él le dijo que sí.
Mi estupefacción fue doble: que ella se sintiera con el derecho de pedirle que silenciara a sus críticos y que él le dijera dócilmente que lo estaba haciendo.
La segunda historia también viene de Alemania. Un mes después, en la pequeña ciudad de Kassel, estaba planificado que llegaran 800 inmigrantes según el plan de Merkel, así que las autoridades convocaron a una reunión pública.
Pero cuando los residentes empezaron a expresar sus preocupaciones, el presidente del distrito, Walter Lubcke, tomó la palabra. Dijo que lo alemán era admitir a inmigrantes. Cualquiera que no estuviera de acuerdo, añadió, era «libre de dejar Alemania».
Esto es indignante, pienso, no sólo porque es tan arrogante, sino porque es tan contraproducente. Durante los últimos 50 años, la élite política europea ha dicho a la gente que no tenía la razón.
Cuando los votantes se niegan a escuchar, simplemente la élite lo considera una prueba de que necesitan otra dosis de diversidad para romper su resistencia de una vez por todas. Así que el diálogo de sordos continua.
Si esto realmente marca el fin de la civilización europea, como afirma Murray, es algo discutible. Creo que es demasiado pesimista, aunque si viviera en algún lugar como el suburbio de cemento de Saint-Denis, en París, un gueto infestado de crimen con una fuerte proporción de población musulmana del Norte de África , puede que pensara de forma diferente.
Lo que es cierto, sin embargo, es que necesitamos voces cáusticas pero honestas como la de Murray, si alguna vez queremos tener un debate genuino sobre todo esto.
Porque abucheando y silenciando a los Douglas Murray de este mundo, los progresistas bien pensantes sólo están dando más munición a los demagogos de la extrema derecha que se pavonean. No puedo imaginar una estrategia más estúpida y peligrosa. Al fin y al cabo, ya hemos visto esta historia antes. Todos sabemos cómo termina.
Prepárate para los discursos llorosos. Prepárate a cambiar la imagen de tu perfil de Facebook. Arrastra ese piano y toca «Imagine» en las ruinas quemadas. Siente cómo el aire de superioridad moral hincha tus venas mientras proclamas tu lealtad a la democracia, igualdad, libertad, diversidad y tolerancia ante esta violencia sin sentido. Ya eres experto: se ha convertido en una rutina.
Un nuevo día, un nuevo atentado terrorista. No deberíamos tener simpatía por las víctimas: votaron para esto. En cada elección en la que hemos tenido oportunidad de reducir las raíces del terrorismo – es decir, la democracia, la igualdad, la libertad, la diversidad y la tolerancia – los votantes inclinan sus cabezas huecas y van a las urnas para afirmar la misma locura una y otra vez.
Así que algunos de ellos explotan. No sabes qué pena me da. Son idiotas que apoyaron esto. Sin duda tienen a alguien que quieren echar la culpa por sus fallos. Culparán a los políticos, a los medios, a la universidad, a cualquiera. Quieren evitar la responsabilidad por el hecho de que son votantes en una democracia y que arreglar esto era su responsabilidad.
Así funciona la democracia. Clasificamos los sistemas políticos según quién toma las decisiones. En una democracia, son los votantes. Si un político es malo, corresponde a los votantes expresar suficiente malestar para que se presente un rival y, después, apoyar a esta persona. Pero no lo hacen. Los votantes creen que no tienen ninguna responsabilidad así que eligen opciones seguras como Merkel, Macron, Obama y Theresa May.
Los políticos como estos nunca cambiarán el sistema. Su interés es en que el gobierno siga siendo amable y estable, que crezca poco a poco y que expanda su poder. Para ello, necesitan alguna justificación, como la diversidad. Así que nunca van a reducir la inmigración or dar marcha atrás a la decadencia. Se aprovechan de la decadencia.
Mientras sigas votando por estos candidatos del establishment, habrá más atentados terroristas. De hecho, si permites que haya democracia en tus tierras, acabas en un círculo vicioso en el que se redoblan las malas ideas y la sociedad se hace más y más izquierdista, porque este movimiento a la izquierda le da al gobierno una excusa para expandir su poder.
Los muertos que yacen en Manchester tuvieron su oportunidad. Quizás no ellos específicamente; quizás sus padres fueron los que pudieron cambiar esto. Pero no lo hicieron. Y ahora, de la misma manera que tirar de la anilla de una granada produce una explosión, [votar a las opciones del sistema produce] un atentado terrorista. Los islamistas nunca nos han mentido. Siempre han dicho que vienen a conquistar: primero con el útero, después con la pistola. Sabíamos cómo era esa bestia.
También sabíamos los efectos de la democracia y la diversidad. La democracia divide una sociedad en muchos grupos de interés y, con el tiempo, en ciudadanos atomizados yendo a la deriva, sin nada importante en sus mentes. La diversidad reemplaza a la mayoría – mediante un proceso conocido como genocidio suave – primero con muchos grupos que luchan, después un rebaño sin cultura de raza mezclada.
Nada de esto es un misterio. Nada de esto necesita que pensemos mucho para entenderlo. Y, sin embargo, los votantes van a las urnas cada vez y pulsan el interruptor del mal. Discúlpame si no siento nada por ellos cuando esta decisión explota (literalmente) en sus caras.
[De Daryush Valizadeh, «Roosh». Original en inglés aquí ]
¿Por qué no pueden los musulmanes, africanos e indios ser más civilizados, como los occidentales? ¿Por qué insisten en reproducirse sin fin cuando sus hijos no tienen la oportunidad de estudiar en una universidad de prestigio? ¿No hay una manera en que podamos ayudarlos a ver la luz de la civilización, el pensamiento racional y la limpieza higiénica? Estas son preguntas que puedes haberte preguntado en algún momento mientras mirabas por encima del hombro a los bárbaros del Tercer Mundo. Pero, desde el punto de vista de la naturaleza, no son ellos los que son el problema. Nosotros somos el problema. Nosotros somos los defectos de la naturaleza que seremos erradicados.
A la naturaleza no le importa la educación, la descendencia de «alta calidad», los títulos universitarios, la limpieza, la sostenibilidad, la filosofía o el medio ambiente. Le importa la fertilidad y el poder. A la especie o raza que sea más fertil y poderosa se le recompensará con el botín que da la Tierra. La gente que pueda conquistar el planeta por la pura fuerza de los números, con independencia de su inteligencia o modos, acabará dominando la Tierra, justo como el homo sapiens acabó reemplazando a los neandertales (que eran más inteligentes) simplemente reproduciéndose a un ritmo superior. La raza más inteligente del planeta puede usar esta inteligencia para fortificarse en cuevas mientras los bárbaros más numerosos conquistan el planeta, incluso si son sólo zombies sin mente.
El pensamiento racional de la era de la Ilustración lleva al suicidio de la sociedad, pues, cuando se lleva a sus últimas consecuencias lógicas, acaba demostrando que las familias, la divinidad y las normas tradicionales no son necesarias, junto con la noción que el individuo es Dios. Este pensamiento, en su bella forma civilizada tan apreciada, lleva a la destrucción a cualquier raza que participe en él. Mientras tanto, los bárbaros estúpidos con coeficientes intelectuales de 95 o más bajos, que siguen un antiguo libro que les implora conquistar y cortar cabezas, continuan multiplicándose y conquistando más territorios.
Nosotros somos los errores de la naturaleza. Somos la gente grotesca. Se nos ha condenado al reemplazo, abandonados por Dios por permitir más de mil millones de abortos en sólo unas pocas décadas mientras intentamos cambiar las reglas de la naturaleza, declarando que los hombres son mujeres y las mujeres son hombres. Nuestro objetivo no es el de la iluminación espiritual sino alcanzar los más viles niveles de degeneración.
Debido a nuestra esterilidad cultural y biológica, creo que estamos destinados a ser destruidos. Incluso aunque esta destrucción nos mira fijamente a los ojos, lo máximo que podemos conseguir es unas pocas diatribas en sitios web, mientras los bárbaros están violando, conquistando y reproduciéndose. Te prometo que vencerán. La historia enseña que los bárbaros siempre vencen. Son la solución a un pueblo roto. Ellos adoran a sus dioses fielmente mientras nosotros adoramos a nuestros «me gusta» de Facebook y a nuestros famosos. Somos tan irremediablemente estériles, tan anti-vida, que la naturaleza celebrará cuando nos reemplacen aquellos que apenas saben leer. Pero ellos valorarán la vida de los suyos y eso basta.
Incluso si solucionamos todos los problemas políticos actuales y neutralizamos a los más vulgares de nuestra sociedad, ¿qué nos queda? Una población que disminuye y ciudadanos tan atomizados que incluso están perdiendo la habilidad de comunicarse unos con otros, que tienen que usar apps informáticas [Tinder] y alcohol para fornicar mientras la mujer está bajo medicación para ser estéril [anticonceptivos], desde que cumplió 16 y sus padres le premiaron con esta medicación de esterilización. Nuestro castigo viene. Se regalarán territorios de Occidente e, incluso si la horda de bárbaros puede ser vencida con tecnología, habrá un día que no haya un hombre que quede para apretar el botón de matar. Los bárbaros heredarán el mundo hasta que se vuelvan civilizados y el ciclo se renueve otra vez, como lo ha hecho muchas veces en el pasado.
A la naturaleza no le importan tus leyes de igualdad o tu superior coeficiente intelectual. Le importan la reproducción y el poder, y lo que los bárbaros carecen en inteligencia, lo compensan con energía vital. Somos las anomalías, somos los errores y, a menos de que redescubramos el valor de la familia, la tradición y Dios, debemos prepararnos a aceptar el fin inevitable: nos hemos convertido en tan débiles como pueblo que ni siquiera nos hemos molestado en poner una valla y todo lo que los bárbaros han tenido que hacer es simplemente entrar.
[Traducción de un escrito de un grupo de mujeres que se reunen para defender sus intereses en el Congreso de Estados Unidos para defender sus intereses. Original en inglés en
Las feministas batallaron por décadas para cambiar la cultura, las leyes y las costumbres con el pretexto de la «igualdad» cuando, en realidad, era una lucha para arrancar el poder de los hombres.
Felicidades, hombres, habéis ganado.
Espera, ¿qué?
Se han eliminado todas las restricciones contra las conductas más bajas de los hombres. Son libres de tener sexo con mujeres sin tener citas, sin compromiso, matrimonio o responsabilidad, gracias al feminismo.
Antes de la revolución sexual de los sesenta, se trataba a las mujeres con más respeto. Si un hombre tenía sexo con una mujer y esta quedaba embarazada, se esperaba que él se casara con ella. Como tal, el sexo antes del matrimonio no era tan predominante como ahora. Las mujeres no saltaban simplemente a la cama con un hombre; los hombres tenían que cortejar a una mujer, ganar su confianza y respeto, y entonces pedir su mano en matrimonio. ¿Había sexo antes del matrimonio? Sí, pero era más raro y tenía consecuencias para los hombres.
En la actualidad, los hombres pueden acostarse con cualquiera y esperar que la mujer esté tomando anticonceptivos, y si no los toma o si fallan, esperan que vayan a tener un aborto (que, ¿sabes?, es el derecho de cada mujer, según [la sentencia judicial del Tribunal Supremo llamado] «Roe versus Wade»). Una tercera opción es ignorar completamente la posibilidad, porque, si está embarazada, las feministas le dicen que es la decisión de la mujer y es su culpa como el donante de esperma. El no tiene la posibilidad de ser padre si la mujer decide que no quiere ser madre.
Las feministas utilizaron un análisis estático cuando empezaron el camino para «empoderar» a las mujeres – [pensaron que] cambiarían las reglas y que los hombres pagarían por su tratamiento injusto a las mujeres. Sin embargo, un análisis dinámico hubiera predicho que el fácil acceso de las mujeres a los anticonceptivos y el aborto sin restricciones eliminaría la responsabilidad de los hombres con cualquier consecuencia del «amor libre». Los hombres se aprovecharon de todo el sexo sin consecuencias que querían y acabaron con más poder. Llámalo como quieras: ironía, visión de túnel, la ley de las consecuencias inesperadas, ingenuidad.
La rápida decadencia (algunos lo llaman «muerte») de la caballerosidad es otro resultado de las batallas. Las feministas se ofendían por hombres que cedían su asiento a las mujeres o les abrían la puerta. Olvídate en llevar una mujer a una cita y – uf – ¡pagar la cita!. Qué humillante: las mujeres pueden hacer su propio dinero y pagar lo suyo, muchas gracias. Un artículo del británico Daily Mail muestra qué bajo hemos caído, concluyendo que las mujeres sospechan de los hombres que intentan ayudarlas. Un comentario lo resumió así: «No abro esta puerta porque eres una dama, la abro porque soy un caballero».
Después del ataque sobre la caballerosidad, las citas fueron la siguiente víctima. Un hombre solía ir a casa de una mujer y llevarla a cenar, al cine, al teatro, etc., y pagar por ello, mientras era caballeroso. El británico Telegraph publica una nueva encuesta que muestra que el 82% de mujeres prefieren pagar su cena en una primera cita; 78% de mujeres no aceptarían que un hombre les prestara su abrigo en un día frío; sólo 8% de mujeres dijeron que aceptarían que un hombre les cediera el asiento y, sin embargo, 98% dijeron que les gustaría recibir flores.
Conforme la revolución sexual aplastaba los valores tradicionales, las citas se fueron desvaneciendo hasta que se dejó a los Milenarios [es decir, la generación que es joven ahora] con las alternativas actuales. Un artículo del New York Times explica: «En vez de cena-y-una-película, que parece tan obsoleta como un teléfono de disco, se encuentran con SMS, actualizaciones de Facebook, mensajes instantáneos y otras «no-citas» que dejan una generación confundida sobre cómo conseguir un novio o novia». Es típico ir a «citas grupales» o encontrarse al último minuto, como lo es «enrollarse», que implica sexo sin compromiso.
El feminismo dijo a las mujeres que podían tener la misma vida de sexo sin compromiso que pensaban que disfrutaban los hombres. Ahora, los hombres lo disfrutan y las mujeres anhelan algo más. Para parafrasear un viejo dicho: «¿Para qué salir con una mujer cuando puedes tener el sexo gratis?»
No debería ser sorprendente que los hombres han perdido interés en el matrimonio. Un artículo de Foxnews.com arroja luz sobre el efecto bumerán de las batallas del feminismo: «Según el Pew Research Center, el porcentaje de mujeres de edades entre los 18 a los 34 que dicen que tener un matrimonio exitoso es una de las cosas más importantes en sus vidas aumentó un 9% desde 1997 – desde 28% a 37%. Para los hombres, pasó lo contrario. El porcentaje que tenía esta opinión bajo de 35% a 29%».
El autor preguntó a los hombres por qué no querían casarse y su respuesta fue: «Las mujeres ya no son mujeres». El artículo dice que los hombres perciben a las mujeres de hoy como coléricas, defensivas y que tratan al hombre como el enemigo.
Las feministas impulsaron la idea de que, antes del feminismo, las mujeres estaban indefensas. Así que, después que la oleada feminista comenzó en los setenta para corregir todos los males, las mujeres ahora ganan más títulos que los hombres y son la mayoría de la fuerza laboral de Estados Unidos. Con estos avances, las mujeres también tomaron la responsabilidad de las consecuencias sexuales (control de natalidad, aborto o madre solteras) y aún hacen la mayoría de las tareas domésticas y de la crianza de los niños cuando cohabitan o se casan con un hombre, incluso cuando trabajan también a tiempo completo.
Las feministas tuvieron éxito en dar a los hombres el poder de tener sexo sin compromiso y sin consecuencia, de dejar de mostrar deferencia a las mujeres, de ahorrar dinero por no ir de citas y de no casarse. Las mujeres pueden tener más educación y trabajos que los hombres más, pero están a merced de hombres sexualmente liberados que no quieren o necesitan sentar la cabeza.
¿Quizás los hombres deberían enviar algunas flores a las feministas?
Rousseau fue un ser siniestro (leer «Intelectuales» de Paul Johnson) y sus consecuencias aún más siniestras. Pero el análisis de Berlin y la señora Delibes es muy superficial. Ellos se extrañan de la paradoja de que alguien que defendiera la libertad acabara siendo la justificación de regímenes totalitarios. Ahí se ve lo superficial del análisis. Ni Berlin ni Delibes pueden razonar bien, pues están bloqueados por la religión moderna, que es la adoración de la diosa «libertad». La gente tiene una devoción a la libertad que supera a la que contó la Virgen María en su tiempo. No se para a pensar qué es la libertad, si es posible y deseable.
Si ellos no estuvieran detenidos por este prejuicio religioso, verían que esta paradoja de Rousseau no es paradoja, pues la libertad y totalitarismo son dos caras de la misma moneda. Si no tienes ganas de leer, déjalo aquí, porque no puedo desmontar las mentiras de los últimos trescientos años en menos de nueve párrafos. Te daré un resumen de una frase. «Platón dijo que la democracia (lee «libertad») acababa produciendo caos porque cada uno hacía lo que le daba la gana y después producía una tiranía para acabar con el caos.»
Para comenzar, la libertad (también llamada «derechos») de uno es la obligación de otro. Si yo tengo libertad de la eutanasia, el médico tiene la obligación (legal) de matarme. Si yo tengo el derecho a la propiedad, los otros tienen la obligación de no tomar mi propiedad. Si yo tengo derecho a una asistencia social, los otros tienen obligación de pagarla vía impuestos. Igual que no hay acción sin reacción, no hay libertad sin obligación. Por eso, no hay ningún sistema político que se base en la libertad. Todo sistema político (a través de la ley) privilegia unas libertades para prohibir otras. Por eso, hablar de libertad es estúpido, porque en todo sistema político tú tienes libertad de hacer lo que no prohibe la ley. Esto es así aquí, en Arabia Saudita y en Corea del Norte.
¿Qué libertades se prohiben y qué libertades se permiten? Depende los valores de la sociedad, que están codificados en las leyes. Por ejemplo, la sociedad occidental permite la libertad de mujer de divorciarse (y, por lo tanto, la obligación del hombre de pagarle una pensión por los niños), pues el feminismo es parte de nuestros valores. La sociedad islámica permite la libertad del hombre la libertad del hombre de ver crecer a sus hijos y tener una familia de verdad (y, por lo tanto, la obligación de la mujer de no divorciarse), pues la familia es uno de los valores del Islam (nadie me acuse de pro-islámico, sólo ved los comentarios contra la immigración musulmana que hago en este medio).
La gente dice «libertad» y lo dice sin pensar, sólo porque siente yuyu dentro de ella. Es una reacción emocional pero no racional. Nadie somos libres. Si quieres ser libre, vete al Tibet a una montaña. Mientras vivas en sociedad, harás lo que permitan las leyes. Entonces, hablar de libertad es estúpido y desviar la atención, pues lo importante es saber cuáles son los valores de la sociedad y como las leyes los codifica en comportamientos prohibidos y permitidos.
Entonces, ahí se entiende lo que hace Rousseau, como querer la libertad produce la negación de la libertad. Si no viviéramos en sociedad, cada uno haría lo que le da la gana. ¿Qué nos impide hacerlo y fastidiar a los otros? Tres cosas: nuestra conciencia, la presión social y las leyes (sus incentivos y castigos).
Los sistemas derivados de Rousseau han sido ateos, por lo que la conciencia se ha debilitado. Rousseau dice que la voz interior del hombre le dicta las reglas justas, pero lo que pasa en la realidad, es que cada uno sólo hace lo que quiere y después busca excusas para justificarse («sí, le fui infiel a mi pareja, pero estaba pasando por una mala época y además ella no se enteró así que no estuvo mal»). Sólo si crees que el bien o el mal están fuera de ti, intentarás seguir algo diferente del puro egoísmo (hay excepciones, como ateos muy éticos, pero son una minoría).
También Rousseau veía mal la dependencia de otros seres humanos, por lo que la presión social también se ha debilitado («a quien me importa lo que yo haga»). Sin conciencia, ni presión social, la gente evidentemente se siente más libre y lleva a cabo comportamientos antisociales. Para evitarlo, la ley se expande y cada vez hay más leyes. Así, lo que antes se resolvía por la conciencia y la presión social, hoy tenemos una ley para resolverlo (de manera muy burda, pues la ley no llega donde la conciencia y la presión social sí llegan). Esta era la idea de Rousseau, para el cual el hombre no debía depender de Dios, ni de sus vecinos y familia, pero sí del Estado (que era el que expresaba la voluntad general) – lo que en la práctica quiere decir «de los políticos, jueces y funcionarios». La frase «El pueblo es el cuerpo del Estado, y el Estado es el espíritu del pueblo. El pueblo es el Estado y el Estado es el pueblo. Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado.» es de Musolini pero el creador de la idea que expresa esta frase fue Rousseau.
¿Veis como la libertad tiene siempre una obligación? Así, dejar a la gente con libertad de su conciencia y la presión social lleva a obligaciones legales (un estado totalitario). Ahora se entiende porque se promulgan un millón de páginas de legislación españolas cada año. Conforme la inercia de la sociedad tradicional cristiana se vaya acabando y la gente haga lo que le dé la gana, Occidente pasará a sistemas cada vez más totalitarios. Leed el libro «Libido dominandi» para ver cómo la liberación sexual produce un control político cada vez más fuerte. Esto ya lo vio Platón, que dijo que la democracia acababa produciendo caos porque cada uno hacía lo que le daba la gana y después una tiranía para acabar con el caos.
Si tu quitas un policía dentro de la mente de cada persona (conciencia) y quitas un policía en la comunidad (la presión social, el qué dirán), debes poner policías pagados por el Estado para que la gente no lleve a cabo comportamientos antisociales. La libertad personal produce un estado totalitario. Esto es lo que quería Rousseau y no hay ninguna paradoja posible, sólo mentes obnubiladas con la palabra «libertad».
[Con un abrazo a Yessenia Rivas que sigue luchando por seguir el camino del Señor]
1. Diferentes divisiones del cristianismo
Escribí la primera entrega, querida Eliza, sobre todo lo que Jesús representa para todos los cristianos y cómo los estudiosos intentaron escribirlo de forma ordenada. En esta segunda entrega, intentaremos hablar de un tema mucho más desagradable: no de lo que nos une a los cristianos, sino de lo que nos separa. Es decir, cuáles son las principales diferencias entre los cristianos, es decir, qué es lo que distingue a las diferentes iglesias cristianas.
¿Sería posible describir las diferencias entre treinta mil iglesias diferentes en una publicación de blog? Estarás de acuerdo conmigo de que esto es imposible, no sólo por la falta de espacio sino también porque nacen nuevas iglesias cada día. Sin embargo, sí hay algo que podemos hacer. Las treinta mil iglesias se pueden agrupar en sólo cuatro grupos que constituyen las principales ramas del cristianismo y que son las que aparecen en el siguiente gráfico.
Los porcentajes del gráfico indican el porcentaje de creyentes sobre el total de cristianos.
Es decir, las cuatro ramas principales del cristianismo son:
La Iglesia Católica (en azul oscuro en el gráfico). Sólo una. Es la iglesia cuyo jefe es el Papa de Roma. Incluye al 53% de los cristianos (1200 millones de personas).
Las iglesias orientales (en morado en el gráfico). Ocho iglesias (armenia, copta, etíope, eritrea, siria, malabar, asiria y antigua del este) ubicadas en el Oriente Medio y Norte de Africa. Se separaron pronto del resto de la cristiandad y sólo aceptan los tres primeros concilios o reuniones de obispos (Nicea en 325, Constantinopla en 431 y Efeso en 431). Son iglesias independientes unas de otras. Incluyen al 4% de los cristianos (75 millones).
Las iglesias ortodoxas (en verde en el gráfico). Son unas quince iglesias, divididas por países y no por doctrinas (así, las principales son la iglesia ortodoxa griega y la iglesia ortodoxa rusa). Son las iglesias que se separaron de la Iglesia Católica en el Gran Cisma (ellas dirían que la Iglesia Católica se separó de ellas). Aunque son iglesias separadas, comparten las mismas doctrinas y se coordinan en el Consejo Pan-Ortodoxo. Incluyen al 9% de los cristianos (210 millones).
Las iglesias protestantes (en rojo en el gráfico). Más de treinta mil. Son las iglesias que derivan de forma directa o indirecta de las doctrinas promulgadas por el monje Martín Lutero (1483-1546) y del movimiento religioso que él inicio (llamado «la Reforma»). Dentro de ellas se puede incluir la Iglesia Anglicana, que tiene un origen algo diferente al resto. Incluyen al 33% de los cristianos (750 millones).
(Antes de continuar, querida Eliza, te diré que el nombre «protestante», que muchos de los fieles consideran desagradable, es el nombre histórico correcto para este tipo de iglesias, pues el nombre «evangélico» no se aplica a todas ellas.
Este nombre viene de que las iglesias de este tipo hicieron una declaración -«protestatio» en latín – oponiéndose a la Dieta de Speyer en 1529. Yo uso «protestante» de forma normal en este escrito y lo hago sin ningún desprecio sino con el más profundo respeto.
Verás también que los gráficos en inglés que incluyo en este artículo (que vienen de páginas protestantes) utilizan el nombre «protestante» sin ninguna vergüenza)
Podemos ubicar estas cuatro ramas del cristianismo en el espacio y en el tiempo. En lo que refiere al espacio, observamos en el siguiente mapa la rama cristiana que predomina en cada país. Es importante darse cuenta de que este mapa es una simplificación, pues hay países que tienen fieles de varias ramas cristianas diferentes. Así, por ejemplo, El Salvador es de mayoría católica como aparece en el mapa pero hay un 30% de población evangélica muy dinámica y activa.
Si ubicamos estas ramas del cristianismo en el tiempo en vez del espacio, podemos ver la división del cristianismo como un relato histórico, que puede resumirse en el gráfico siguiente, el cual está muy simplificado (por ejemplo, sólo se muestran cinco iglesias protestantes de las treinta mil que existen).
Como vemos, en el gráfico, la división del cristianismo es algo progresivo.
Los primeros cuatro siglos hubo una sola iglesia cristiana, la Iglesia Universal (en griego, «católica»), que es a la que se le refiere el Credo (que recordamos que fue escrito en 325 y 381, cuando sólo había una iglesia). En el gráfico se representa en gris. Si esa Iglesia Universal es la Iglesia Católica de hoy en día es motivo de polémica, que estudiaremos más adelante.
Después del concilio de Efeso en 431, se separan las iglesias orientales (en morado) por no querer aceptar el concilio de Calcedonia (como veremos más abajo).
El resto de la cristiandad sigue unido hasta 1054 (siglo XI), en el que se produce el Gran Cisma, es decir, la separación de las iglesias ortodoxas (en azul) de la Iglesia Católica (en rojo).
La última división importante se produce en el siglo XVI, en el que las iglesias protestantes (en verde y azul) se separan de la Iglesia Católica, en el proceso llamado «la Reforma».
Así se llega a la situación actual de cuatro ramas del cristianismo, que es la que está en el extremo derecho del gráfico.
2. Naturaleza de las divisiones
¿En qué se diferencian todas esas ramas del cristianismo? Se diferencian en las cosas que creen (que reciben el nombre de «creencias», «doctrinas» o «dogmas»).
Pero, ¿cómo es esto posible? ¿No habíamos dicho que todas las iglesias cristianas coincidían en las creencias que se resumían en el Credo? Así es, pero no es tan sencillo. Nada es sencillo cuando se lo mira con suficiente detalle. Hay que analizar el asunto con más detenimiento.
Con más detenimiento, se puede observar que las creencias o doctrinas de los cristianos cuentan con grados de importancia muy variados. Por ejemplo, una creencia como «Dios existe» tiene una importancia máxima. Una creencia como «se puede orar a la Virgen María» tiene menos importancia. Finalmente, una creencia como «el pueblo israelita salió de Egipto con el Éxodo» es mucho menos importante.
Por todo ello, como se muestra en el gráfico siguiente, podemos dividir las creencias cristianas en creencias primarias, secundarias y terciarias, según su importancia.
Si así lo hacemos, el Credo contiene las creencias primarias de la fe cristiana, que aparecen en el gráfico en color morado. Como vimos en la entrega anterior, en las creencias primarias (la del Credo), todos los cristianos estamos de acuerdo. De hecho, el Credo se elaboró con el principal objetivo de prevenir la división en la cristiandad.
Sin embargo, cuando más te alejas de los asuntos importantes, más diferencias de opinión vas a encontrar.
Así, hay un segundo nivel de doctrinas o creencias secundarias (en verde en el gráfico), en las que las diferentes iglesias discrepan. Ejemplos de estas doctrinas secundarias son las siguientes. ¿Cuál es el papel de la Virgen María? ¿Se puede orar a los santos? ¿Tienen las buenas obras un papel en la salvación? Sobre estos aspectos secundarios, las diferentes iglesias discreparon y se dividieron, dando lugar al panorama deprimente que tenemos hoy en día.
Finalmente, existe un tercer nivel de creencias terciarias, que son menos importantes todavía, sobre las cuales se discrepa dentro de las iglesias. Por ejemplo, yo tengo opiniones en ciertos aspectos que no coinciden con las de otros católicos. Cosas como la interpretación del relato de la Creación, el significado de ciertos versículos, etc. Cosas muy poco importantes para un cristiano pero sobre las que hay opiniones diferentes.
Vista esta situación, se puede decir que el Credo fue un éxito parcial pero no completo. Obviamente, el Credo fue un éxito en reducir las discrepancias en lo importante o primario. Después de elaborado, fue difícil que las iglesias se salieran de lo principal (a las pocas iglesias que salieron de las creencias principales resumidas en el Credo y que, por lo tanto, se convirtieron en no cristianas, se las llamó «herejías»).
Sin embargo, el Credo fue un fracaso a la hora de impedir la división entre las iglesias. Ya que las personas no podían discutir y dividirse sobre lo principal, pasaron a usar aspectos secundarios para discutir y dividirse.
¿Por qué no se escribieron todos estos aspectos secundarios en el Credo y se evitaron así estas divisiones? No es que los obispos de Nicea y Constantinopla no fueran cuidadosos y se dejaran detalles. Es que, en aquel tiempo, las creencias secundarias no estaban en disputa y los obispos no pudieron predecir qué creencias serían motivo de división y discrepancias en el futuro. Es una característica histórica de la Iglesia que sólo promulga un dogma cuando hay polémica sobre él.
Además, en mi humilde opinión, si los aspectos secundarios hubieran sido incluidos en el Credo, la gente hubiera comenzado a discutir sobre aspectos terciarios. Cuando uno quiere discutir, se inventa cualquier excusa.
3. Principales discrepancias entre ramas del cristianismo
Ya que en la anterior entrega de esta serie nos ocupamos de las creencias primarias (es decir, del contenido del Credo), en esta entrega vamos a ocuparnos de las creencias secundarias que dividen a las diferentes iglesias.
Antes que nada, haremos un cuadro con una lista breve de las principales de estas creencias secundarias, sin entrar en demasiadas profundidades. Este cuadro es un resumen de la que se encuentra en inglés en esta página neutral.
Así, el cuadro comparará la Iglesia Católica, con las iglesias protestantes y la Iglesia Ortodoxa. Como las iglesias orientales tienen doctrinas muy parecidas a las ortodoxas, las incluimos en una misma columna.
Además, es importante remarcar que las doctrinas de las iglesias protestantes varían mucho entre diferentes iglesias, por lo que la columna «Protestante» intenta explicar sólo las posiciones mayoritarias.
Finalmente, hay que tener en cuenta que las doctrinas están listadas en orden de importancia, de manera que las más importantes van primero.
Tema
Protestante
Católica
Ortodoxas
Orientales
Revelación divina
Sólo hay una fuente de revelación divina: la Biblia («Sola Scriptura»).
Hay dos fuentes: la Biblia y la Tradición. Esta última son las ideas que vienen de los apóstoles pero no se incluyeron en la Biblia. Las dos fuentes son interpretadas por la Iglesia. La Biblia es más importante.
Parecido a la posición católica, pero las fuentes son interpretadas por los padres de la Iglesia y santos.
Biblia – Libros admitidos
Se admiten 66 libros (39 AT y 27 NT)
Se admiten 73 libros (7 libros más en el AT, llamados «deuterocanónicos»)
Se admiten 73 libros (los mismos que la católica).
Salvación (cómo ir al cielo)
Sólo por la fe («Sola Fide»). Suele ser un proceso puntual («aceptar a Cristo como Señor y Salvador»).
Por la fe y las obras. Es un proceso de purificación que se extiende por toda la vida, llamado «santificación».
Por la fe y las obras. Es un proceso de purificación que se extiende por toda la vida, llamado «theosis».
Purgatorio
No existe. Sólo cielo e infierno.
Estado intermedio entre la tierra y el cielo donde el alma se purifica antes de su encuentro con Dios.
Lo mismo que la posición católica, aunque a veces se utilizan diferentes palabras.
Sacramentos
Son sólo símbolos de la gracia y sólo dos: bautismo y Eucaristía.
No sólo son símbolos sino que realmente proporcionan gracia divina. Son siete.
Lo mismo que la posición católica, pero se llaman «misterios» y la Confirmación se llama «Crismación».
Eucaristía (Comunión, Cena del Señor)
No es sacrificio, ni encuentro con Cristo, sino sólo un símbolo. No produce perdón de pecados.
Es un encuentro real con Cristo, hace presente el sacrificio de Cristo y produce perdón de los pecados.
Lo mismo que la posición católica
Sucesión apostólica
Idea rechazada (excepto por anglicanos y algunos luteranos)
Importante (se afirma que las autoridades son sucesoras de los apóstoles)
Importante (lo mismo; la católica y ortodoxa se reconocen mutuamente algún grado de sucesión)
El Papa de Roma
No es infalible ni tiene ninguna autoridad
Primero de los obispos y de los patriarcas (obispos más importantes). Sucesor de San Pedro. En las raras ocasiones que habla ex cátedra (la última vez en 1950), es infalible y puede promulgar doctrina de forma unilateral.
Primero de los obispos y de los patriarcas, pero no puede promulgar doctrina unilateralmente sino de común acuerdo con los otros patriarcas (es primero entre iguales o «primus inter pares»).
Espíritu Santo
Proviene del Padre.
Proviene del Padre y del Hijo («Filioque»)
Proviene del Padre.
María
No es venerada, no es intercesora, no es siempre virgen. Se rechaza la Ascensión y la Inmaculada Concepción.
Venerada con el título «Madre de Dios», es la primera de los santos e intercesora ante Dios. Es siempre virgen. Se acepta la Ascensión. Fue creada sin pecado («Inmaculada Concepción»)
Venerada con el título de «Theotokos» («la que dio a luz a Dios») es la primera de los santos e intercesora ante Dios. Es siempre virgen. Se acepta la Ascensión. NO fue creada sin pecado (se rechaza la «Inmaculada Concepción»)
Santos
No hay santos ni intercesores en la oración.
Son un grupo especial de gente santa, que son venerados. Pueden actuar como intercesores entre Dios y el hombre y pueden ser invocados en la oración.
Lo mismo que la posición católica.
Divorcio.
Permitido.
No permitido, pero si el matrimonio no fue válido, puede pedirse anulación
No permitido excepto en caso de adulterio.
Estado civil de los sacerdotes
Puede ser casado.
En la actualidad, debe ser soltero, excepto si es convertido desde la ortodoxia o el protestantismo. En el pasado, pudieron casarse y quizás lo hagan en el futuro, pues esto no es doctrina sino una regla temporal.
Puede ser casado antes de ser ordenado como sacerdote pero no después.
Liturgia
Una gran variedad. Desde el estilo emocional y espontáneo de las iglesias pentecostales hasta el estilo casi católico de la misa anglicana.
Centrada en la misa, que se oficia en las lenguas vernáculas, aunque la misa en latín está permitida.
Centrada en la «liturgia divina», que se oficia en las lenguas vernáculas aunque la misa en griego está permitida.
Si repasas esta lista, te darás cuenta que las iglesias protestantes son las iglesias más diferentes a todas las otras. Las iglesias orientales y ortodoxa comparten casi la totalidad de las doctrinas. Las doctrinas de la Iglesia Católica y la iglesia ortodoxa son muy parecidas. Pero son las iglesias protestantes las que son más originales respecto al resto de iglesias cristianas.
4. Efectos prácticos de estas discrepancias
Muy bien, hemos las principales discrepancias entre las principales ramas del cristianismo. Como todas las doctrinas, son fundamentalmente problemas teóricos.
Sin embargo, ¿qué importancia práctica tienen esas doctrinas en la vida cotidiana de los fieles de las diferentes iglesias?
Obviamente, aquí no tendremos tiempo de detenernos sobre todas las creencias secundarias que vimos en el cuadro anterior (aunque, en una futura entrega, hablaremos de las discrepancias entre la Iglesia Católica y las protestantes con bastante profundidad).
Sin embargo, sólo para tener una idea, veamos unos pocos ejemplos ilustrativos de la importancia práctica de las creencias secundarias por las que discrepan las diferentes ramas del cristianismo.
Comenzaremos con la diferencia entre las iglesias orientales y el resto. Como hemos visto, en casi todo, las doctrinas de las iglesias orientales son idénticas a las ortodoxas. La única excepción está relacionada con la cristología (es decir, el concepto que se tiene de Cristo).
Esta excepción consiste en que las iglesias orientales rechazan las doctrinas del Concilio de Calcedonia (451), que son aceptadas por todas las demás iglesias (católica, ortodoxas y protestantes). Este Concilio acordó que Cristo era un único ser con dos naturalezas unidas (la naturaleza divina y la naturaleza humana). Por el contrario, las iglesias orientales prefieren decir que Cristo es un sólo ser con una sola naturaleza, la cual es divina y humana a la vez.
Citando de Orthodoxwiki (una wiki dedicada a la Iglesia Ortodoxa), podemos añadir: «En el siglo XX, una serie de diálogos tuvieron lugar entre las iglesias orientales y ortodoxas que reveló que las dos ramas del cristianismo comparten ahora una misma cristología en común, con diferente terminología [palabras] […] Ha habido varias declaraciones cristológicas de las iglesias orientales en común con la Iglesia Católica y otras iglesias ortodoxas»
O sea, como se ve, mira si son diferentes las iglesias orientales de las ortodoxas, que su principal diferencia es cuestión de palabras. Por supuesto, el fiel común, que ora a Jesús, no se preocupa si tiene dos naturalezas (divina y humana por separado) o una sola naturaleza (divina y humana a la vez), por lo que esta diferencia no tiene efectos prácticos.
Veamos ahora un segundo ejemplo: la diferencia doctrinal más importante entre la Iglesia Católica y las iglesias ortodoxas (y orientales), que es la cuestión del Filioque (pronunciar «filiocue», que, en latín, quiere decir «y del Hijo») . Es sobre la doctrina de la Santísima Trinidad. Los ortodoxos (y los protestantes) afirman que el Espíritu Santo procede del Padre. Los católicos afirmamos que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.
Seguramente, como católico enterado, creerás que la cuestión del Filioque me obsesiona y perturba mis sueños. Pues no, siempre me ha valido completamente («me importa un pito» que decimos en España). Y estoy seguro que el 99.99% de fieles católicos y ortodoxos piensa igual que yo. Sí, hay unos pocos teólogos que discuten apasionadamente sobre el tema (un puñado en todo el mundo). Parece ser que últimamente están llegando a un acuerdo que dice que el Espíritu Santo procede del Padre a través del Hijo, por lo que se trataría, de nuevo, de decir los mismos conceptos con palabras diferentes.
Este ejemplo te puede enseñar lo cercanas que están la Iglesia Católica y las iglesias ortodoxas (y orientales), cuando esta es su principal discrepancia. De hecho, el Gran Cisma entre la Iglesia Católica y las iglesias ortodoxas se dio más por cuestiones políticas que por cuestiones puramente doctrinales.
¿Será lo mismo con las iglesias protestantes, que están más alejadas? ¿También las diferencias son cuestiones de palabras? Como las iglesias protestantes son muy variadas, me centraré en la Iglesia Luterana y la principal discrepancia con la Iglesia Católica que es la cuestión de Sola Fide (que, en latín, quiere decir «sólo la fe»). Esta discrepancia es compartida por casi todas las iglesias protestantes, pero me centraré en los luteranos porque los detalles son diferentes.
Los católicos afirmamos que los hombres se salvan por la fe y por las obras mientras que los luteranos (como la mayoría de protestantes) piensan que se salvan sólo por la fe.
Esto parecería tener muchas consecuencias prácticas, pero, en realidad, no tiene tantas. Así, los católicos se dedican a cultivar la fe y hacer buenas obras. Y los luteranos se dedican a cultivar la fe y hacer buenas obras. ¿Pero cómo puede ser eso? ¿Por qué no se dedican los luteranos a tener fe y comportarse mal o, al menos, no preocuparse por las buenas obras? ¿No dijo Lutero «Ama a Dios y peca con atrevimiento»? Al menos, en Estados Unidos, son populares las camisetas que dicen «¡Peca con atrevimiento!» («Sin boldly!»).
Bueno, Lutero dijo exactamente «Sé un pecador y que tus pecados sean fuertes (peca con atrevimiento) pero que tu confianza en Cristo sea todavía más fuerte». Y hay mucha polémica por esa frase. Pero lo que es cierto es que los luteranos no se dedican a descuidar las buenas obras. Para los luteranos las obras no intervienen para conseguir la salvación pero se hacen como signo de que están salvados y para agradar a Dios y al prójimo.
Por lo tanto, las diferencias prácticas, aunque existen, no son tantas ni tan grandes como podría parecer desde el exterior. Es por eso, querida Eliza, que cuando tú eras evangélica y yo católico, estábamos hablando todo el tiempo de la fe con armonía y nunca sentimos que hubiera nada de la fe que nos separara.
5. Causas de las divisiones del cristianismo
Entonces, si las diferencias prácticas no son tantas, ¿por qué tanto problema? ¿por qué se dividen las Iglesias si la práctica del cristianismo no está tan alejada en unas de las otras?
Bueno, en realidad, la causa de las divisiones son dos, querida Eliza:
1. Los problemas de autoridad. ¿Quién tiene la autoridad en la Iglesia para definir doctrinas o para otros aspectos? Esto incluye desde lo más alto (argumentos teológicos sobre la autoridad) hasta lo más bajo (disputas políticas, es decir, peleas porque todos quieren mandar). Este será un tema que veremos en una entrega próxima.
2. La diferencia de doctrinas, que es el tema que estamos tratando en esta entrega.
Pero, ¿de verdad tiene sentido dividirse a partir de diferencias doctrinales que no son tan radicales? A uno le cuesta entender cómo dos ramas cristianas como la católica y la ortodoxa sean iglesias diferentes. Pero aún le cuesta entender mucho más como las iglesias ortodoxas y orientales son diferentes, cuando sus diferencias doctrinales son mínimas (se reducen a una diferencia de palabras para el mismo concepto).
El problema, querida Eliza, es que el cristianismo da mucha importancia a las doctrinas. Recordarás que, en la entrega anterior de esta serie, vimos la definición de cristiano. Cristiano es aquel que cree en una serie de doctrinas que Jesús enseñó, que se encuentran desordenadas en la Biblia y que se encuentran ordenadas en el Credo. O, como diría Pascal, están con el orden del amor en la Biblia y con el orden de la inteligencia en el Credo.
Es decir, ser cristiano o no serlo depende de las creencias personales, de lo que uno cree. Quizás nunca te has parado a pensarlo, pero esto resulta de lo más curioso. Imagínate que el Papa de Roma deja de creer en Dios un día (quizás los salvadoreños le llevaron un poco de «mango twist» de obsequio y a él le sentó mal). Deja automáticamente de ser cristiano, aunque nadie lo sepa. No importa que los cardenales lo hayan elegido, que sea la cabeza de la Iglesia y que siga sus funciones rituales (misas, ordenaciones, salidas a la plaza de San Pedro…) sin que nadie note el mínimo cambio. Ya no es cristiano. Y lo mismo podía decirse del predicador evangélico Dante Gebel, que tanto te gusta. Por muchas conferencias que dé, por muchas aclamaciones que reciba como un predicador cristiano, si deja de creer en su fuero interno, dejó de ser cristiano.
En cambio, una persona que crea en Jesús y en las doctrinas resumidas en el Credo será cristiano, aunque no vaya a la iglesia en toda su vida. Será un pésimo cristiano y no se salvará, pero no se puede dudar que es cristiano.
Esto es así porque el cristianismo es una religión de la «ortodoxia» (que, en griego, quiere decir «de la doctrina correcta»). Es decir, lo más importante es lo que uno cree y la relación personal con Dios. Yo la llamaría: «una religión del interior» o «una religión individualista».
Pero este no es el único tipo de religión, querida Eliza. También hay las religiones llamadas de la «ortopraxia», que, en griego, quiere decir «de la práctica correcta» (estos griegos tenían unas formas bien raras de decir las cosas, ¿verdad?). En estas religiones lo importante es el exterior: los rituales, las leyes y la relación de la comunidad entera con Dios. Yo la llamaría: «una religión del exterior» o «una religión colectivista». Ejemplos de este tipo de religión son el Islam y el judaísmo.
Así, no importa que un musulmán no crea en Dios ni en el profeta Mahoma. Si no lo dice y sigue ejecutando los rituales que le manda su religión, él será de religión musulmana y nadie le dirá nada. Ni siquiera le dirá nada el mismísimo Alá cuando muera, pues, según la religión islámica, a Alá no le importa tanto que crea o no sino que se someta a sus reglas (por eso, «Islam» significa «sumisión»). En caso de tener dudas sobre su fe, lo único que pide a la persona la religión islámica es que no dé mal ejemplo, pues lo importante es la comunidad.
Así, mientras las oraciones más importantes del cristiano son oraciones individuales, las oraciones más importantes del Islam son las cinco oraciones diarias en que los fieles se reúnen para postrarse juntos como comunidad ante Alá. (Por supuesto, que hay oraciones individuales en el Islam y colectivas en el cristianismo, pero estamos hablando de cuáles son las más importantes).
De la misma manera, el historiador Paul Johnson observó que el judaísmo era una religión de la ortopraxia en estas páginas de su libro «Historia de los judíos» (como siempre, mis comentarios están entre corchetes).
Uno de los procesos más importantes en la historia de los judíos, uno de los modos en que el judaísmo discrepó más notablemente de la religión israelita primitiva, fue esta tendencia cada vez más marcada a destacar la importancia de la paz.[…] Pero la misma importancia tuvo otra característica del judaísmo: la relativa ausencia de una teología dogmática [es decir, de un conjunto de doctrinas]. Casi desde el principio el cristianismo se vio en graves dificultades en relación con el dogma [Aquí Johnson explica la historia de las divisiones del cristianismo, que nosotros hemos resumido más arriba] Los judíos evitaron este calvario. […]
En efecto, es significativo que mientras los cristianos comenzaron a elaborar formulaciones del credo en una etapa muy temprana de la historia de la Iglesia [el primer credo cristiano es 1 Corintios 3-5, que data entre 2 y 20 años después de la muerte de Jesús], el credo judío más temprano, que enuncia diez artículos de fe, fue formulado por Saadías Gaón (882-942) […]. Todavía pasó mucho tiempo antes de que los trece artículos de Maimónides se convirtieran en un enunciado definitivo de la fe, […]
La formulación original de los trece puntos […] enumera los siguientes artículos de fe: la existencia de un Ser perfecto, autor de toda la creación; la unidad de Dios; su incorporeidad; su preexistencia; el culto sin intermediarios [en esto se desvía de la religión israelita primitiva]; la creencia en la verdad de la profecía; el carácter único de Moisés; la Torá [es decir, los primeros 5 libros de la Biblia] en su totalidad es un don divino; la Torá es inmodificable; Dios es omnisciente; Dios castiga y recompensa en el más allá; la venida del Mesías; la resurrección.
Este credo, reformulado bajo la forma del Ani ma’amin («yo creo») […] ha provocado escasa controversia. Ciertamente, la formulación del credo no ha sido una preocupación importante de los eruditos judíos. El judaísmo no trata tanto de la doctrina —se la considera sobrentendida— como de la conducta. Por lo tanto, el logro duradero de los sabios fue transformar la Torá en una guía universal, atemporal, integral y coherente aplicable a todos los aspectos de la conducta humana.
Vemos como Paul Johnson explica que, más allá de unas creencias básicas, la doctrina no es importante en el judaísmo, sino que lo es la conducta. Esto es porque el judaísmo es una religión de la ortopraxia.
(Dicho sea de paso, en los últimos tiempos, esto se ha acentuado hasta extremos curiosos. Por ejemplo, como explica este artículo del periódico USA Today, muchos judíos que son activos en la sinagoga no creen en Dios. Esto es muy difícil de concebir en una religión como el cristianismo (imagina que muchos cristianos de los que dan los ministerios en la iglesia no creyeran en Dios). Algunas citas del artículo son las siguientes:
«A un individuo que asiste a la sinagoga, participa en asuntos comunitarios judíos y contribuye fuertemente a organizaciones judías de caridad, lo considerarán sin duda un muy buen judío, sin hacer preguntas si esta persona cree en Dios o no.»
«Mi rabino me dijo ‘¿Sabes, Maxim? A Dios no le importa si crees en El o no. Todo lo que le importa es que hagas lo correcto. Nuestra acción en el mundo es mucho más importante».
Vemos en estas citas una religión de la ortopraxia, llevada hasta el último extremo)
Ser una religión del interior (o de la «ortodoxia»), como el cristianismo, tiene muchas ventajas, entre las cuales es que puedes adaptarte a muchas culturas diferentes, sólo cristianizándolas.
Por el contrario, para poder prosperar, las religiones de la ortopraxia necesitan estar inmersas siempre en la misma cultura (una cultura que definen sus textos sagrados). Así, para funcionar, el judaísmo ortodoxo debe crear comunidades culturales judías cerradas dentro de la sociedad de no judíos. De la misma manera, el Islam debe conquistar las sociedades y convertirlas en una copia de una sociedad árabe medieval, que es aquella que ordenan el Corán y los hadices (textos religiosos islámicos). Por eso, las religiones de la ortopraxia siempre tienen consecuencias políticas.
Pero ser una religión de la ortodoxia también tiene un inconveniente. Si las religiones del interior se basan en las creencias y las religiones del exterior en los rituales, es fácil ver por qué las primeras tienen una tendencia y riesgo mayor de fragmentación.
En efecto, las creencias siempre son más variadas que los rituales. Así, como dijo la escritora Simon Elkeles, «las opiniones son como los traseros, cada persona tiene uno propio». Por el contrario, un mismo ritual une a personas que piensan de maneras diferentes y que interpretan el ritual de manera diferente. Así, varios judíos pueden tener diferencias sobre sus creencias religiosas, pero mientras sigan los mismos rituales judíos, se considerarán de la misma religión o secta. Sin embargo, en el cristianismo, la creencia es lo que cuenta y una creencia secundaria divide en iglesias diferentes a dos personas que concuerdan en todo lo demás.
Quizás esto parece muy abstracto, así que pondré un ejemplo. Las iglesias cristianas tenemos un ritual llamado Eucaristía, Comunión o Cena del Señor. El ritual se da en todas las iglesias porque Jesús así lo mandó: «Haced esto en memoria mía» (Lucas 22:19). Sin embargo, ¿cuál es el significado de este acto? Pues hay diferentes teorías: transustanciación, consustanciación, unión sacramental, realidad objetiva, presencia espiritual, memorialismo y suspensión.
Si el cristianismo fuera una religión de la ortopraxia como el judaísmo o el Islam (es decir, que da importancia a los rituales en vez de las doctrinas) todos practicaríamos el ritual en una sola iglesia, aunque discrepemos entre nosotros sobre su significado. Pero, en el cristianismo, como religión de la ortodoxia, las doctrinas son importantes y estas teorías sobre el ritual de la Eucaristía han dividido a los cristianos en diferentes iglesias, pues no puede ser que haya teorías diferentes en la misma iglesia.
Esta es la razón por la cual la diferencia de doctrinas es tan importante en el cristianismo y crea mucha división mientras que en el Islam y en el judaísmo es un problema menos grave.
6. ¿Y qué dijo Jesús?
Para cristianos como tú y yo, querida Eliza, resulta impensable que Jesús no haya previsto que había este riesgo de fragmentación en la Iglesia que él fundaba. Y en efecto, lo previó.
¿Pensáis que he venido para traer paz a la tierra? Os digo: no, sino enemistad.De aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres;estará dividido el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra. (Lucas 12:51-53)
Si me permites una broma, estoy seguro, querida Eliza, que Jesús estaba pensando en tu familia, donde hay una hija católica en una familia evangélica. Yo creo que también pensaba en el malilla de Hugo, para descargar en él todo su castigo, jaja.
Sin embargo, Jesús miraba esta división como algo negativo, pues siempre quiso que sus seguidores estuvieran unidos. Así, orando al Padre, dijo.
No te ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. (Juan 17:20)
También San Pablo insistió en la unidad de todos los cristianos:
Digo esto, hermanos míos, porque he sabido por los de la familia de Cloe que hay discordias entre ustedes. Quiero decir, que algunos de ustedes afirman: «Yo soy de Pablo»; otros: «Yo soy de Apolo»; otros: «Yo soy de Cefas» [San Pedro]; y otros: «Yo soy de Cristo.» ¿Acaso Cristo está dividido? ¿Fue crucificado Pablo en favor de ustedes? ¿O fueron ustedes bautizados en el nombre de Pablo? (1 Corintios 1, 10-13)
Para cristianos como nosotros, si Jesús previó la división de la Iglesia que fundaba y vio que era algo negativo, resulta impensable que no haya definido mecanismos para luchar contra la división. Y, en efecto, los definió, pero esto lo veremos en una entrega posterior. No se puede explicar todo al mismo tiempo.
7. Entonces, ¿quién tiene razón?
Entonces, ¿cuál es la Iglesia verdadera, la que fundó Jesús? Podemos investigar esta cuestión desde dos puntos de vista:
¿Cuál es la Iglesia a quién Jesús dio la autoridad?
¿Cuál es la Iglesia que enseña de forma correcta el mensaje de Jesús?
En próximas entregas examinaremos estos aspectos. Pero, en realidad, los dos aspectos son las dos caras de una misma moneda:
¿Cuál es la iglesia que tiene las doctrinas correctas?
En efecto, cada iglesia tiene una doctrina sobre la autoridad y doctrinas sobre el mensaje de Jesús. Por lo tanto, al final, saber cuál es la Iglesia verdadera se reduce a conocer cuál es la Iglesia que tiene las doctrinas verdaderas. Esto no es extraño, pues, como vimos, el cristianismo es una religión de la ortodoxia y lo importante son las doctrinas.
Dicho de manera resumida, en el cristianismo, preguntar «¿cuál es la iglesia verdadera?» se reduce a preguntar «¿qué iglesia tiene la razón?».
Sin embargo, después de conocer todas estas diferencias entre iglesias, uno no puede dejar de sentirse abrumado. ¿Cómo saber quién tiene la razón si la gente discrepa tanto? Todo el mundo dice tener la verdad. De nuevo, Simone Elkele lo puso de una forma muy vulgar, pero muy elocuente: «Las opiniones son como los traseros, cada persona tiene el suyo propio y cree que los de los demás apestan».
Uno se ve tentado de abandonar el estudio de estos temas o pensar que nadie tiene la razón. Pero esto sería caer en una falacia o trampa lógica. Imaginemos que un paciente está enfermo y los médicos no se ponen de acuerdo en su enfermedad: unos creen que tiene gripe, otros que tiene SIDA, otros que tiene neumonía. ¿Estaría justificado decir «como no se ponen de acuerdo, el paciente no está enfermo»?
Es cierto que quizás el paciente no está enfermo, pero eso hay que justificarlo con la evidencia (como cualquier otra enfermedad que pudiera tener). Pues la ausencia de enfermedad es una opinión más y debe justificarse como cualquier otra opinión. No se puede deducir de la discrepancia de opiniones.
Y sin embargo, falacias como estas son frecuentes en grupos ateos, con el estilo: «Las diferentes religiones no se ponen de acuerdo entre ellas e, incluso dentro de cada religión, las diferentes iglesias no se ponen de acuerdo. Por lo tanto, todas las religiones son mentira».
Esto es un ejemplo de nivel lamentable de razonamiento lógico que se da en grupos ateos modernos, en los que la gente, en vez de estudiar los argumentos, sólo busca una excusa para desentenderse del tema lo más pronto posible. Lo peor es que es una excusa lamentable, que no se sostiene en absoluto.
¿Cuál sería la actitud lógica respecto a las divisiones del cristianismo? La actitud lógica es considerar todas las posibilidades y ver si alguna iglesia de las treinta mil tiene la razón. Si ninguna tiene razón, pues deberemos concluir que todas están equivocadas.
Pero, ¿cómo es esto posible? ¿Acaso tenemos tiempo para considerar las treinta mil iglesias? No, no lo tenemos. Pero para procesos de decisión con muchas opciones, existe la técnica llamada «árbol de decisión».
Imaginemos que un enfermo entra en un hospital. Hay que decidir qué enfermedad tiene entre las miles de enfermedades más comunes. Primero, decidiremos entre los grandes grupos de enfermedades. ¿Es un proceso infeccioso? ¿Es cáncer? ¿Es un trastorno de otro tipo?. Supongamos que es un proceso infeccioso. Entonces nos preguntaremos: ¿la infección es un virus? ¿es una bacteria? Si es una bacteria, deberemos preguntarnos qué tipo de bacteria. Continuando con este proceso de eliminación, podemos encontrar la enfermedad que tiene un paciente entre tantos miles de enfermedades posibles.
Lo mismo podemos hacer en el cristianismo. Hay que distinguir entre las diferentes ramas y después, dentro de cada rama, quien tiene la razón (si alguien la tiene).
¿Cuál sería el primer paso de la decisión? Podemos basarnos en este gráfico, que intenta representar las diferencias doctrinales entre iglesias:
Estamos claro que los grandes grupos en los que se define el cristianismo desde el punto de la doctrina son dos:
1. Las iglesias protestantes.
2. Las iglesias no protestantes.
En efecto, las iglesias católicas, ortodoxas y orientales se parecen mucho en las doctrinas, mientras que las protestantes divergen mucho de las anteriores y entre ellas (esto lo vimos en el punto 3 de este escrito). Es más, hay más diferencias entre las mismas iglesias protestantes, que entre la católica y las ortodoxas.
Si decidimos que las iglesias protestantes tienen la razón, el siguiente paso será distinguir entre las diferentes iglesias protestantes. Si decidimos que no tienen la razón, el siguiente paso será distinguir entre la Iglesia Católica, ortodoxas y orientales.
Pero, por ahora, nos limitaremos al primer paso. ¿Quién tiene la razón las iglesias protestantes o no protestantes? Como los detalles varían entre las diferentes iglesias tendré que tomar una muestra de cada uno de estos grupos,
tomaré como representante de las iglesias no protestantes a la Iglesia Católica (que es la iglesia no protestante más popular en el mundo y en El Salvador).
tomaré como la posición protestante la posición de las iglesias evangélicas, que son las mayoritarias en El Salvador y las de mayor crecimiento en el mundo. En cuestiones doctrinales, esto significa un término medio y mayoritario.
Pero antes de meternos en temas doctrinales, necesitamos un poco de contexto. Necesitamos conocer un poco de historia para comprender de donde se origina todo. ¿Cómo nacieron las iglesias protestantes? O como dijo Hillaire Belloc, ¿cómo aconteció la Reforma? A esto dedicaremos la próxima entrega de esta serie.
Theodore Dalrymple
Sacado del libro “Our culture, what’s left of it”.
Primavera 2003
Tan pronto como terminé la carrera de médico, me trasladé a Rhodesia, que iba a transformarse en Zimbabue unos cinco años después. En la década siguiente, trabajé y viajé mucho por África y no puede evitar reflexionar sobre asuntos como el choque de culturas, el legado del colonialismo y las consecuencias prácticas de las buenas intenciones que se formulan sin comprender la realidad. Poco a poco llegué a la conclusión de que los ricos y poderosos sí que pueden tener un efecto sobre los pobres e indefensos – quizás pueden incluso transformarlos – pero no siempre (de hecho, nunca) de la manera que ellos querían o anticipaban. La ley de las consecuencias inesperadas es más fuerte que el poder más absoluto.
Fui a Rhodesia porque quería ver el último reducto de colonialismo en África, las últimas boqueadas del imperio británico, que tanto había hecho para dar forma al mundo moderno. Es cierto que Rhodesia se había rebelado contra la madre patria y era un estado paria, pero todavía era claramente británica en todo menos el nombre. […]
[…] A mi llegada esperé encontrar una nación en crisis y decadencia. Por el contrario, encontré un país que aparentemente estaba prosperando: sus carreteras gozaban de un buen mantenimiento, su sistema de transporte funcionaba, sus pueblos y ciudades estaban limpios y manifestaban un orgullo municipal que había desaparecido en Inglaterra hacía mucho tiempo. No había cortes de electricidad o escasez de alimentos básicos. El gran hospital en el que iba a trabajar, aunque austero y algo falto de comodidades, estaba extremadamente limpio y era operado con una eficiencia ejemplar. El personal, mayoritariamente negro excepto por sus profesionales más veteranos, presentaba una vibrante camaradería y el hospital, como descubrí, tenía una reputación de ser el mejor en atención médica en muchos kilómetros a la redonda […]
Yo, que tenía un salario bajo […], gozaba de un nivel de vida que, desde entonces, sólo he vuelto a alcanzar en raras ocasiones. […] Los verdaderos lujos eran el espacio y la belleza – y el tiempo para disfrutarlos. Con otros tres médicos jóvenes, alquilaba una casa colonial grande y elegante […], cuidada por un jardinero llamado Moses […]. Rodeando la casa había una terraza de baldosa roja, en la que se servía el desayuno sobre mantelería blanca, mientras la luz suave del amanecer se difundía a través del follaje de las jacarandas y árboles de fuego; incluso el grito chillón del pájaro turaco se oía agradable. Fue la única época de mi vida en la que me levantaba de la cama sin lamentarlo en lo más mínimo.
Trabajábamos duro: nunca he trabajado más duro que entonces […] El lujo de nuestra vida era que, una vez acabábamos nuestro trabajo, nunca teníamos que ocuparnos de ninguna otra tarea. El resto de nuestro tiempo se dedicaba a la amistad, al deporte, al estudio, a la caza – a lo que quisiéramos-, todo ello en un entorno bellísimo […]
Por el contrario, nuestras relaciones con nuestros colegas médicos africanos eran más tajantes […] Al contrario que en Sudáfrica, en la cual los salarios se pagaban siguiendo una jerarquía racial (primero los blancos, después los indios y gente de color y, por último, los africanos), los salarios en Rhodesia eran iguales para los blancos y los negros que hacían el mismo trabajo, así que un médico negro joven recibía el mismo salario que yo. Pero había una gran diferencia en nuestros niveles de vida […]
Los médicos negros jóvenes, que ganaban el mismo salario que los blancos, no podían alcanzar el mismo nivel de vida que nosotros por una razón muy simple: debían cumplir un número enorme de obligaciones sociales. Se esperaba que aportaran económicamente a un círculo de familiares cada vez más grande (algunos de los cuales habían invertido en su educación) así como a la gente de su aldea, su tribu y su provincia. Un salario que permitía a un blanco vivir como un señor porque no tenía estas obligaciones, a un negro sólo le servía para elevarse ligeramente sobre el nivel de vida de su familia. Por lo tanto, el mismo salario que ganaban los blancos era claramente insuficiente para proveerles el nivel de vida que veían en éstos y que la naturaleza humana les hacía desear […] De hecho, un salario mil veces mayor apenas hubiera sido suficiente para proveer este nivel de vida, ya que sus obligaciones aumentaban proporcionalmente a sus ingresos
Estas obligaciones explican también el hecho (a menudo mencionado con desdén por los antiguos colonizadores) de que, cuando los africanos se mudaban a las casas de campo hermosas y buen amuebladas de los que habían sido sus amos coloniales, estas casas degeneraban rápidamente en una especie de chabola mejor y más espaciosa. Como, técnicamente hablando, los médicos africanos eran completamente iguales en sus capacidades médicas a los blancos, la degeneración de las casas de campo coloniales no tenía nada que ver con que los africanos no tuvieran la habilidad intelectual para darles mantenimiento. Por el contrario, el afortunado heredero de una de esas casas pronto se veía abrumado por familiares y otros que tenían demandas sociales sobre él. Éstos incluso llevaban sus cabras con ellos y una cabra puede deshacer en una tarde lo que se ha tardado décadas en crear.
Es fácil ver por qué una administración pública pudo mantenerse con eficiencia y sin corrupción mientras fue controlada y manejada por blancos en sus niveles más altos, pero no pudo hacerlo por mucho tiempo cuando fue manejada por africanos que se suponía que debían seguir las mismas reglas y procedimientos. Lo mismo se cumple, por supuesto, para cualquier otra actividad administrativa, pública o privada. La tupida red de obligaciones sociales explica por qué, mientras hubiera sido impensable sobornar a los funcionarios de Rhodesia, sin embargo, unos pocos años más tarde, hubiera sido impensable no sobornar a los funcionarios de Zimbabue, que hubieran sido criticados si no hubieran obtenido para sus familiares todas las ventajas que les pudieran proporcionar sus puestos de funcionario. De este modo, las mismas tareas en las mismas oficinas, cuando son llevadas a cabo por gente de diferentes entornos culturales y sociales, producen resultados muy distintos. […]
Por supuesto, la solidaridad y las obligaciones sociales inescapables que corrompían la administración pública y privada en África también daban un encanto y humanidad únicos a la vida africana y servían para proteger a la gente de las peores consecuencias de las desgracias que les golpeaban. Las personas siempre tenían familiares cuyo deber incuestionable era ayudarlos y protegerlos si podían, de forma que nadie tenía que enfrentar el mundo completamente solo. Los africanos consideran desconcertante e insensible el hecho de que nosotros no tenemos dichas obligaciones – y no se equivocan completamente.
Estas consideraciones ayudan a explicar la paradoja que se presenta a tantas personas que visitan África: la decencia, amabilidad y dignidad evidentes de la gente corriente y la iniquidad, deshonestidad y crueldad incomprensibles de los políticos y administradores. […]
De hecho, lo que causó tantos desastres fue la imposición del modelo europeo de estado-nación, que era especialmente inadecuado para África. Sin lealtad a la nación, sólo a la tribu y a la familia, los que controlan el estado sólo pueden verlo como un objeto e instrumento de explotación. Para las personas ambiciosas, ganar poder político es la única forma para alcanzar el nivel de vida mucho más alto con el que los colonizadores les tentaron durante tanto tiempo. Dada la maldad natural de los seres humanos, es ilimitado lo que están dispuestos a hacer para alcanzar el poder – junto con sus seguidores, que esperan compartir el botín. El hecho de que, en la vida política africana, quien gana obtiene todos los recursos es lo que hace este proceso especialmente despiadado.
Pero es importante entender por qué está equivocada otra explicación ofrecida para el desorden poscolonial en África – la opinión de que la culpa la tiene la falta de gente africana educada en el momento de la independencia […] Y, por lo tanto, la solución es obvia: educar a más personas. La educación en África se convirtió en un dogma laico que era impío cuestionar.
La expansión de la educación en Tanzania, donde viví por tres años, fue realmente dramática. […] Desafortunadamente, este esfuerzo tenía un aspecto menos loable y, con toda seguridad, dañino. El objetivo de la educación era, en casi todos los casos, que un miembro de la familia como mínimo escapara a […] la vida rural y entrara en la administración pública, en la que estaría en posición de extorsionar la única gente productiva del país – es decir, los campesinos de los que procedía. El hijo que trabajaba en el gobierno era seguridad social, pensión de jubilación e ingreso seguro, todo en uno. Se veía a la agricultura, que era la base económica imprescindible del país, como la ocupación de zoquetes y fracasados y, por lo tanto, no era sorprendente que la educación de un número cada vez más grande de funcionarios públicos fuera de mano en mano con una economía que se reducía cada vez más. También explica porque no hay correlación entre el número de graduados universitarios en el momento de la independencia y el posterior éxito económico.
La premisa ingenua sobre la que se basa el argumento a favor de la educación es que ésta contrarresta y vence a una cosmovisión cultural. Según esta teoría, un hombre educado es un clon de su educador y comparte su cosmovisión y todas sus actitudes. Pero, de hecho, lo que resulta es un híbrido curioso cuyas creencias fundamentales pueden ser impermeables a la educación que recibió. […]
Después de varios años en África, concluí que el periodo colonial había sido incorrecto y equivocado, incluso cuando, como en sus etapas finales, sus intenciones habían sido benévolas. El bien que hizo fue efímero, el daño que hizo fue duradero. Los poderosos pueden cambiar a los indefensos, es cierto, pero no en la forma que desean hacerlo. La imprevisibilidad de los humanos es la venganza de los indefensos. A menudo, lo que resulta de la intervención colonial es algo peor, o al menos más despiadado, que lo que había antes, porque está mejor equipado. Ciertamente, las buenas intenciones no son garantía de buenos resultados.
Ya que muchos han intentado poner en orden la narración de las cosas que se han cumplido entre nosotros, conforme nos las transmitieron quienes, desde el principio, fueron testigos oculares y ministros de la palabra, me pareció también a mí, después de haberme informado con exactitud de todo desde los comienzos, escribírtelo de forma ordenada, querida Eliza, para que conozcas la indudable certeza de las enseñanzas que has recibido.
Querida Eliza, desde que decidiste convertirte al catolicismo, me preguntas cómo defender las verdades de la fe católica ante tu familia evangélica, que te educó muy bien en el amor a Dios y en la fe en Jesús.
Como los textos que tengo están en inglés, intentaré explicarte aquí, siempre que el tiempo y Dios lo permitan, por qué el catolicismo está en lo cierto y por qué la Iglesia católica es la que fundó Jesús.
De la misma manera que San Lucas narró el principio de la Iglesia (la vida de Jesús y los hechos de los apóstoles), intento hacerlo de forma ordenada, después de haberme informado de todo desde los comienzos, para que conozcas la indudable certeza de las enseñanzas que has recibido.
En esta primera entrega, para ubicarnos, hablaré de lo común que tienen las diferentes iglesias cristianas, antes de hablar de lo que, desgraciadamente, nos separa. Sabes que, como casi todos los cristianos, considero la división entre nosotros una obra del mal y sueño con el día en que haya un solo rebaño y un solo pastor, como Jesús deseaba (Juan 10:16).
En esta primera entrega, me dedicaré a explicar qué es el cristianismo. ¿Qué es lo que nos caracteriza a los cristianos (como tu mamá y tu) y nos distingue de los no cristianos (como ateos, musulmanes o budistas)? ¿Cómo podemos definir el cristianismo?
¿Es posible definir una fe que profesan más de dos mil cien millones de personas en el mundo y que está dividida en más de 30 mil iglesias con doctrinas diferentes? Casi parecería que es una empresa imposible. Parece que, tomemos el criterio que tomemos, siempre encontraremos iglesias cristianas que quedan fuera de ese criterio.
¿Cómo podemos caracterizar la fe de estos miles de millones de personas que se definen como «cristianos»? Podríamos intentar esta caracterización basándonos en el hecho de que los cristianos reciben su nombre de un personaje histórico que vivió en Palestina durante la época del Imperio Romano: Jesús de Nazaret, llamado el Mesías o el Cristo. Así, como una primera aproximación, podríamos afirmar: «Es cristiano todo aquel que dice que sigue a Jesús de Nazaret».
Sin embargo, si lo piensas bien, este es un criterio demasiado amplio. Por ejemplo, los musulmanes creen que Jesús es un profeta, el Mesías, hijo de María virgen y segundo en importancia después de Mahoma. ¿Son los musulmanes cristianos?
A este respecto, el apologista cristiano Sean McDowell dijo una vez que mucha gente con creencias muy diferentes se considera seguidora de Jesús. Esto lo distingue de otros fundadores de religiones (como Mahoma o Buda) que sólo tienen seguidores dentro de su religión. Cito muy libremente:
¿Quién es ese Jesús que todos quieren que esté en su equipo? ¿Quién es ese tipo que todos quieren que sea «uno de los suyos»? Los judíos rabínicos dicen que es un judío rabínico, los musulmanes que es un profeta de Alá, los budistas afirman que es un Bodhisatva o una encarnación de Buda. Los socialistas dicen que era un revolucionario, que luchó por la justicia social. Los filósofos han dicho que era un filósofo, que dio lecciones de vida. Incluso ha habido un Jesús feminista o ecologista. ¿Quién es ese tipo que todos quieren un pedazo de él?
En efecto, ¿quién es ese Jesús de Nazaret que todos quieren dentro de su equipo? Un autor anónimo explica algunos hechos de su vida.
Este es un hombre que nació en una aldea casi desconocida, el hijo de una mujer campesina. Creció en otra aldea. Trabajó en una carpintería hasta tener treinta años de edad y, después, fue un predicador itinerante durante tres años. Nunca tuvo una casa. Nunca escribió un libro. Nunca ocupó un puesto de trabajo. Nunca tuvo una familia. No fue nunca a la Universidad. Nunca pisó una gran ciudad. Nunca viajó más de doscientas millas del lugar donde nació. No tuvo más credenciales que él mismo.
Sin embargo, es el personaje más influyente de la historia. Miles de millones de personas en el pasado y el presente han seguido sus enseñanzas y lo han considerado Dios. ¿Qué les dio?
No se puede decir que les dio ventajas materiales. Así, mientras los primeros seguidores de Mahoma (el fundador de la religión islámica) obtuvieron botín y mujeres, los primeros seguidores de Jesús acabaron todos torturados y asesinados de formas dolorosas, sólo por defender lo que creían. Hoy, en 2017, muere un cristiano cada seis minutos por defender su fe, pues la Era de los Mártires nunca ha acabado. ¿Quién es ese Jesús para que tanta gente dé la vida por él?
Parece que esa cuestión ya existía en vida de Jesús, tal como nos cuentan las biografías de Jesús (llamadas «evangelios»), al quien le gustaba llamarse «el Hijo del Hombre», siguiendo una profecía del profeta israelita Daniel. Así, en un pasaje de la biografía llamada «evangelio según San Mateo», se plantea la cuestión de forma directa.
Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos:
—¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Ellos contestaron:
—Algunos dicen que Juan el Bautista; otros dicen que Elías, y otros dicen que Jeremías o algún otro profeta.
—Y ustedes, ¿quién dicen que soy? —les preguntó.
Simón Pedro le respondió:
—Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente
(Mateo 16:13-16).
Este pasaje permite definir a los cristianos. Los que responden como (Simón) Pedro son cristianos. Todos los que no responden como Pedro no son cristianos.
Así, por ejemplo, los musulmanes creen que Jesús es el Mesías, pero no el Hijo de Dios. El Corán condena especialmente esta práctica.
¡Oh, Gente del Libro! No os extralimitéis en vuestra religión. No digáis acerca de Alá sino la verdad: Ciertamente el Mesías Jesús hijo de María, es el Mensajero de Alá y Su palabra [¡Sé!] que depositó en María, y un espíritu que proviene de Él. Creed pues, en Alá y en Sus Mensajeros. No digáis que es una trinidad, desistid, pues es lo mejor para vosotros. Por cierto que Alá es la única divinidad. ¡Glorificado sea! Es inadmisible que tenga un hijo. A Él pertenece cuanto hay en los cielos y la Tierra. Es suficiente Alá como protector. (Corán 4:171)
Es decir, ellos consideran a Jesús un profeta (llamado «mensajero de Alá» en el Islam) y nada más. No estarían de acuerdo con Pedro y, por lo tanto, no son cristianos.
Bueno, pues parece muy sencillo: «cristianos son los que creen que Jesús es Hijo de Dios, como decía el apóstol Pedro». Pero nada es tan sencillo. Las cosas que parecen sencillas acaban siendo complicadas si uno las mira con el detalle suficiente.
En concreto, detente en la frase «Jesús es Hijo de Dios», que hemos tomado como piedra de toque para distinguir los cristianos de los no cristianos. De tanto oírla en la iglesia, nos olvidamos qué extraña y escandalosa es. ¿Qué es eso de que Dios tiene un Hijo? ¿Cómo se puede entender esto? ¿Acaso Dios se reproduce como un humano y tiene familia, como tu papá o el mío? Los primeros cristianos encontraron que sus doctrinas provocaban rechazo y aversión general. Así, San Pablo dijo: «pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y locura para los gentiles» (1 Corintios 1:23)
El filósofo católico, Santo Tomás de Aquino (1224 – 1274) analizó el tema con detenimiento, siguiendo la opinión de la mayoría de filósofos cristianos, judíos y musulmanes antes y después de él. Como esos otros filósofos, Santo Tomás afirmaba que el lenguaje humano está diseñado para hablar de la vida cotidiana y no es adecuado para hablar de Dios, un ser tan superior a nosotros. De la misma manera que el lenguaje no es adecuado para hablar de temas como la física cuántica o los primeros momentos del Big Bang, Dios es tan superior a nosotros que nuestro pequeño lenguaje se nos queda corto.
Santo Tomás afirmó que lo único que podemos hacer cuando hablamos de Dios es hablar «analógicamente». Es decir, las palabras que decimos no deben tomarse en sentido literal sino como analogías (o, podíamos decir, «metáforas» o «comparaciones»). Así, cuando la Biblia dice que Dios «nos ama», obviamente Dios no nos ama de forma humana, como tu mamá te ama. Dios tiene una propiedad de buscar nuestro bien, que es parecida («análoga») a lo que llamamos «amor» en los humanos. De la misma manera, hablar de «Hijo de Dios», es usar una metáfora, para referirnos a realidades que nos superan completamente. No es que Dios tenga un hijo de la misma manera que tu papá tiene a tu hermano Hugo.
Entonces, ¿qué quiere decir concretamente la expresión «Hijo de Dios», si no quiere decir «hijo» en el sentido habitual y tenemos que tomarla de forma «analógica»? Bueno, el significado de «Hijo de Dios» se explica en el Nuevo Testamento (colección de escritos cristianos que contiene los evangelios y las cartas de los primeros seguidores de Jesús). Podría poner aquí una lista de pasajes del Nuevo Testamento que explican el significado de «Hijo de Dios», pero veo que son más de cien y me tiraría varias páginas explicándolos. (Una buena introducción se encuentra en el libro «When Skeptics Ask» de Norman L. Geisler, páginas 109-116).
Como todo en las Escrituras cristianas (llamadas «la Biblia»), la explicación de este concepto está dispersa, repetida y desordenada. Ya el científico y filósofo católico Pascal (1623- 1662) , en uno de sus Pensamientos, había notado que el orden de la Escritura no es el orden lógico:
Contra la objeción de que la Escritura no tiene orden. El corazón tiene su orden, la inteligencia tiene el suyo, que es por principio y demostración. El corazón tiene otro. No se prueba que se deba ser amado exponiendo ordenadamente las causas del amor. Ello sería ridículo
Jesucristo, San Pablo, tienen el orden del amor, no de la inteligencia; porque querían encender, no enseñar. Lo mismo San Agustín. El orden consiste en disgresiones de cada punto para indicar el fin y en tener ese fin siempre presente.
Ese orden del amor que Pascal explica es la razón de que leer la Biblia no es como leer una enciclopedia (lo que sería terriblemente aburrido y árido), sino es algo que instruye, edifica y nutre, que llega al corazón y al alma. Es por eso que, durante la historia, miles de millones de cristianos se han nutrido espiritualmente con la Biblia (que sigue el orden del amor) y muy pocos han leído enciclopedias cristianas (entre ellas, el Catecismo de la Iglesia Católica) que explican los conceptos siguiendo el orden lógico de la inteligencia.
Sin embargo, una persona con una atención obsesiva al detalle, como yo, hubiera preferido que Pedro dijera: «Tú eres el Hijo de Dios y esto significa…», seguido de una explicación completa del concepto que aburriera hasta a las ovejas.
Aunque esto no se encuentra en la Biblia, era inevitable que una explicación así acabara realizándose con el tiempo. El primer paso para ello se llevó a cabo en Nicea (325) y en Constantinopla (381), donde se reunieron los obispos de la época con el fin de escribir una definición de qué es ser cristiano, con el orden lógico de la inteligencia.
Los obispos dijeron que era cristiano el que creyera en estas palabras.
Creemos en un solo Dios,
Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible;
y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos,
luz de luz,
Dios verdadero de Dios verdadero;
engendrado, no creado, consustancial con el Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros los hombres y por nuestra salvación
bajó del cielo
y se encarnó por obra del Espíritu Santo
y de María la Virgen
y se hizo hombre;
por nuestra causa fue crucificado
en tiempo de Poncio Pilato
y padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día
según las Escrituras
y subió al cielo;
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre;
que con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración y gloria,
que habló por los profetas.
En una Iglesia santa, católica y apostólica.
Confesamos un solo bautismo para el remisión de los pecados.
Esperamos la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
A este enunciado de doctrinas (árido y poco poético, como todo lo que lleva el orden lógico de la inteligencia), se le denomina con el complicado nombre de Credo niceno constantinopolitano o simplemente el Credo (de una palabra latina que significa «creo»).
El Credo define quién es cristiano y quién no lo es. Se recita en todas las misas de la Iglesia Católica y todas las otras iglesias aceptan lo que dice. Así, aunque las iglesias evangélicas no aceptan los concilios de Nicea y Constantinopla, si aceptan las doctrinas que allí se promulgaron y que se resumen en el Credo.
Después de 2000 años y de treinta mil iglesias que no se ponen de acuerdo, es increíble que haya algo que pueda definir qué es cristiano y qué no lo es. Todo aquel que está de acuerdo totalmente con el Credo es cristiano. El que no está de acuerdo con una parte del Credo, ya no es cristiano.
Todas las iglesias (católica, ortodoxa, evangélicas y otras) están de acuerdo totalmente en el Credo y, por eso, son las doctrinas del Credo las que definen el cristianismo.
En el centro del Credo está el concepto de la Santísima Trinidad, esta doctrina difícil para comprender a los humanos, de un Dios con tres «personas». Quizás sea este concepto el resumen de todo el Credo.
Por ello, quién no cree en la Trinidad no es cristiano. Así, no son cristianos los siguientes grupos:
los unitarios, que creen que no hay varias «personas» dentro de Dios (judíos, musulmanes, algunos hinduistas, algunos filósofos antiguos, testigos de Jehová y varias sectas unitarias modernas).
los politeístas, que creen que hay varios dioses (algunos hinduistas, sintoístas, animistas, religión popular china, mormones, la Nueva Era y los pueblos de la Edad Antigua), aunque muchos tienen un concepto de Dios supremo cualitativamente diferente de los dioses, por lo que podrían calificarse como unitarios.
los que no creen en Dios (ateos, algunos hinduistas), no están seguros de que exista Dios (agnósticos) o no se preocupan si existe Dios (apateístas).
las religiones que no tratan el tema de Dios dentro de la religión (budistas, confucianos, taoístas), aunque la mayoría de devotos de estas religiones creen en Dios o los dioses, además de su religión. Según su opinión sobre los dioses, estos podrían clasificarse en los grupos anteriores.
La mayoría de estos grupos poseen parte de la verdad. Ya hemos visto que el Islam cree en Jesús (y de hecho también en la mayoría del Antiguo Testamento y gran parte del Credo). No son cristianos porque no creen en todo el Credo, pero tienen mucho en común.
Pero este es un ejemplo fácil. Veamos algo más complicado. Estudiemos una religión más diferente al cristianismo, como la de los politeístas del Antiguo Egipto. Vemos que estos antiguos egipcios creían en un mundo espiritual, en un catálogo de buenas y malas acciones que es el mismo del cristianismo (y de todas las religiones), en la inmortalidad del alma, en la vida eterna, en un juicio después de la muerte según tu moral y que, según el resultado de ese juicio, tu destino en la otra vida será bueno o malo. Desde el punto de vista de un cristiano, vemos que acertaban en muchas cosas, aunque había otras cosas que estaban equivocados. Por ejemplo, sus dioses eran personificaciones de animales mientras que hoy sabemos que Dios está muy por encima de esto (por ello, hoy en día ya no hay politeístas puros).
Sin embargo, aunque muchas religiones tienen parte de verdad, como tu, estoy convencido que la plenitud de la verdad está en la religión cristiana, que es la más compleja (de hecho, todas las otras religiones – incluyendo el ateísmo occidental o religión del egoísmo- pueden considerarse simplificaciones de la doctrina católica, aunque esto sería otro tema). No sólo eso, sino que puedo demostrarlo con argumentos. A esto se le llama «apologética» y no lo trataremos aquí, pues es un tema complicado y ajeno a lo que estamos hablando.
Con toda esta información, ya sabemos quien es cristiano y quien no. Cristiano es quien cree en las doctrinas resumidas en el Credo. Podemos volver a mostrar el gráfico anterior de esta manera:
Entonces, si es cristiano todo aquel que cree en las doctrinas incluidas en el Credo, parece que hay bastante coincidencia en lo que creen todos los cristianos. Como el Credo es largo y lleno de conceptos, parece que hay mucho en común.
Entonces, ¿por qué el cristianismo está tan fragmentado? ¿Por qué hay tantas iglesias diferentes? ¿Cuál es la diferencia? Este es otro tema, que trataremos con calma en la siguiente entrega.