Una de las MENTIRAS clásicas del protestantismo es que, mientras pudo hacerlo, el clero católico ocultó la Biblia a los fieles cristianos porque, se dice, si la hubieran leído por sí mismos se habrían dado cuenta que las doctrinas de la Iglesia contradecían la Palabra de Dios. Se supone que con esto controlaba a las masas y acumulaba más poder. Así, se afirma que la Iglesia habría impuesto penas de excomunión y prisión a quien tradujera la Biblia, que solo se permitían versiones en griego y latín para que la masa de los creyentes permaneciese ajena a los textos bíblicos, y que Lutero habría arriesgado su libertad al traducir el Nuevo Testamento al alemán.
RESPUESTA :
Lo que ATRAPA a este tipo de afirmaciones infundadas, pues no se puede hablar de argumentos, es una forma de pensar notablemente anacrónica. Se superponen dos datos correctos pero que provienen de dos épocas diferentes, por EJEMPLO que en esa época la Biblia circulaba escrita en latín y que hoy en día muy poca gente conoce esa lengua, para llegar a conclusiones groseramente erradas e injustas.
ENTONCES Revisemos algunos de estos errores:
Griego y latín no eran lenguajes desconocidos para “la masa de los creyentes”, como en la actualidad. El griego era el idioma de las élites culturales de la antigüedad desde tiempos de Alejandro Magno; y el latín, el de la administración del imperio que controlaba el mediterráneo. Ambos servían de lengua internacional, como el inglés hoy en día.
Cuando la Iglesia tradujo La Biblia al latín, contribuyó de forma importante a su difusión. Hasta ese momento, la Biblia se conservaba en parte en hebreo, una lengua que hasta los judíos habían abandonado, y en griego. Gracias a la edición el latín, lengua común para los pueblos de la antigüedad, el universo de lectores aumentó explosivamente.
En el siglo IV, el Papa Dámaso I encargo a San Jerónimo primero, traducir los textos originales al latín de uso común o vulgar, precisamente para contar con una nueva traducción que pudieran entender los fieles. De ahí que esta “versión oficial” se conociera como vulgata editio, es decir, EDICION para el pueblo o edición divulgada.
Durante la Edad Media, la masa de los creyentes no sabían leer, así que poco habrían ganado con una traducción de la Biblia. Por su parte, los que sabían leer, aprendían usando textos en griego y latín, así que tampoco necesitaban más para conocer las Escrituras.
En esos años, cuando ni siquiera los reyes sabían leer, FUERON los MONJES católicos quienes COPIARON los libros sagrados, una y otra vez, a mano, en una labor incansable. En 1450, cuando Johannes Gutenberg inventó la imprenta de tipos móviles, uno de los primeros libros en ser impreso fue una Biblia católica
Es FALSO que hubiera castigos canónicos por traducir la Biblia. Si hubo algunas ediciones prohibidas por la autoridad civil, fue por temor de que contuvieran un texto gravemente manipulado. Eso era percibido como un peligro por toda la comunidad, tal como hoy en día se sanciona la falsificación de dinero.
En respaldo a esta LEYENDA negra, se suele mencionar el Concilio de Toulouse, que en 1229 efectivamente ordenó que se PROHIBIERA a los fieles mantener en su poder copias en idioma común de secciones de las Escrituras. Sin embargo, esa NUNCA fue una resolución GENERAL de la IGLESIA, ni se pensó que se aplicara a todos los fieles. Fue la decisión de un grupo de obispos, hoy en día hablaríamos de un sínodo local o conferencia episcopal, para enfrentar el grave conflicto político religioso que esa región de Francia estaba atravesando. Estas mentiras se suelen sazonar además con afirmaciones claramente absurdas, como que este concilio de 1229 puso a la Biblia en el índice de libros prohibidos, peros es índice no existió sino hasta muchos siglos más tarde.
Igualmente transparente es la mentira de que Lutero fuera excomulgado por traducir la Biblia, o que arriesgara pena de muerte por hacerlo. Para DESCARTAR lo primero, basta notar que el Papá León X emitió la BULA de excomunión, Decet Romanum Pontificem, en enero de 1521; y que Lutero público su traducción del Nuevo Testamento en 1522, y la del Antiguo Testamento, en colaboración, en 1534, es decir 13 años después. El texto de la bula, disponible en la red, en nada se refiere a una traducción de la Biblia, y no podría hacerlo, pues todavía no existía.
Respecto a lo segundo, que alguna vez se estableciera la pena de muerte por traducir la Biblia, es una de esas acusaciones que se repiten al pasar en medio de muchas otras, pero sin nunca entregar una referencia concreta. A lo largo de la historia, la Iglesia ha producido una cantidad enorme de documentos, de todo tipo, pastoral, jurídicos, doctrinarios y místicos, y de existir un canon o decreto en ese sentido, lo esperable sería que se pudiera demostrara con facilidad. No es así, sin embargo, pero se difunden sin fundamento estas mentiras.