Cuatro formas de conseguir la independencia

Históricamente, ha habido tres formas de luchar por separarse de un país y los indepes catalanes han inventado una cuarta;

1) La independencia pactada, como la de Checoslovaquia. Si las dos partes quieren. Ahora los eslovacos se arrepienten y los checos están encantados de la vida.

2) La independencia mediante guerra. Los independentistas rompen la ley, se declaran independientes y esperan una guerra. Si ganan la guerra, son independientes. Este es el método más común. Así fue en Estados Unidos o América Latina. Quien algo quiere, algo le cuesta.

3) La independencia por resistencia pacífica. Inventada por Gandhi para la India. La población desobedece la ley y aguanta las consecuencias. Si los encarcelan, no hay problema. Están dispuestos a sacrificar por su sueño. Al final, esto sirve de excusa a las élites británicas que estaban hasta los huevos de la India para vender a su población que deben irse corriendo. (El mismo método de desobediencia pacífica sirve para dar excusa a las élites que querían acabar con la segregación racial). Quien algo quiere, algo le cuesta.

4) La independencia por lloriqueo y sin ningún coste. Inventada por los indepes para Cataluña. Se trata de quejarse y quejarse para que alguien les de la independencia sin ellos hacer nada. Si lloran suficiente, Europa presionará a España para que les dé la independencia, sin ellos perder ni arriesgar nada. Es como cuando llorabas mucho para que tu papá te diera lo que querías. «Independencia por pataleta», podríamos llamarla. No sólo no están dispuestos a una guerra o a ir a la cárcel: es que no quieren tener el mínimo incoveniente o riesgo. Cuando se aplicó el 155, ningún empleado de la Generalitat dimitió en protesta. Eso sí, hacer cosas que no les cuesten nada, tendrás todas las que quieras, no importa lo ridículas que sean. Manifas, poner una silla vacía en Navidad, poner lazos amarillos, cruces amarillas, bufandas amarillas, condones amarillos, pues el amarillo es un color mágico, que les dará la independencia (y una máxima potencia sexual) sin hacer nada. Después se ponen ciegos de ratafía y se sienten luchadores por la patria. Bueno, cada uno tiene sus aficiones. También hay gente que se disfraza de Star Trek y se cree alienígena. Peor es dedicarse a la heroína.


Su estrategia es siempre la misma: saltarse la ley y provocar y, cuando la ley se aplica, hacerse las víctimas. A Rajoy lo provocaron una y otra vez, con el primer referendum, y les fastidiaba que no reaccionara, porque eso es lo que buscan. Es lo que se llama en inglés un «crybully», un bravucón de la lágrima. Por eso, meten niños y viejos, como los islamistas, que los meten entre los terroristas para que los maten y después sacar rédito político.

Tienen sueños húmedos con «los tanques entrando por la Diagonal», porque es lo que desean, para convertirse en un problema mundial, que salga todos los días en la CNN. Los líderes independentistas están muy disgustados porque no hubo un muerto. Con un muerto hubieran montado una campaña internacional impresionante. Esto es imposible con la señora madura que dicen que le tocaron las tetas y sale con una herida en el brazo contrario al que agarraron. Después se inventan los mil heridos, porque lo de la señora de las tetas queda muy cutre. Qué más hubieran querido ellos que tener mil heridos. De ilusión también se vive.


Los líderes independentistas sin unos cobardes miserables. Están arruinando a su población mientras riban las arcas del Estado , mandándoles a un abismo.

Sí, pero a los indepes, les encanta que les mientan. Cuando Mas y Ponsatí dicen la verdad y reconocen que los han engañado, los indepes se tapan las orejas y piden que los sigan engañando. Han basado toda su personalidad en el sueño de la independencia (un sucedáneo de la religión) y renunciar a él sería replantearse el sentido de la existencia y esto es siempre muy trabajoso y doloroso. Es mejor que les mientan y les roben. Nunca unos políticos corruptos lo tuvieron más fácil.

Nunca sea el primero en dejar de aplaudir

Sacado de “Archipiélago Gulag” de Alexander Solzhenistyn.

En la región de Moscú, se celebraba la Conferencia del Partido Comunista de un distrito. La presidió el nuevo Secretario del Comité del Partido en el distrito, que sustituía a uno que acababan de encarcelar. Durante la clausura de la conferencia, se solicitó un homenaje al camarada Stalin. Naturalmente, todos se pusieron de pie (de la misma manera que, durante la conferencia, todos habían saltado de su asiento cada vez que se mencionaba el nombre de Stalin).

En la pequeña sala estallaron «aplausos torrenciales, que crecían hasta llegar a una ovación». Tres minutos, cuatro minutos, cinco minutos después, “los aplausos torrenciales que crecían hasta llegar a una ovación” continuaban. Pero ya dolían las palmas de las manos y los brazos en alto ya se habían dormido. Y los más viejos ya jadeaban de agotamiento. Aquello se había vuelto una estupidez insoportable, incluso para los que adoraban sinceramente a Stalin. Sin embargo, ¿quién se atrevería a ser el primero en dejar de aplaudir? El Secretario del Comité del Partido podría haberlo hecho. Él estaba en pie sobre la tribuna y era él quien había solicitado la ovación. Pero era nuevo. Había tomado el lugar de aquel que acababan de encarcelar ¡Estaba asustado! Al fin y al cabo, hombres de la KGB estaban de pie aplaudiendo y mirando quien era el primero en abandonar.

Y en aquella sala pequeña e ignorada, sin que el Gran Líder lo supiera, los aplausos continuaron. ¡Seis, siete, ocho minutos! ¡Eran hombres muertos! ¡Estaban perdidos! ¡Ya no podrían parar hasta derrumbarse con un ataque al corazón! En el fondo de la sala, que estaba abarrotado, aún se podía hacer algo de trampa, aplaudir con menos frecuencia, sin tanta fuerza, sin tanta furia – pero, ¿en la tribuna, a la vista de todos? El director de la fábrica local de papel, un hombre independiente y decidido, estaba de pie en la tribuna. Era consciente de toda la falsedad y la imposibilidad de la situación, pero seguía aplaudiendo. ¡Nueve minutos! ¡Diez! Angustiado, lanzó una mirada al Secretario del Comité del Partido, pero éste no se atrevía a parar. ¡Era la locura! ¡Hasta la muerte!

Con cara de entusiasmo fingido, mirándose de reojo, con una remota esperanza, los dirigentes del distrito aplaudirían más y más hasta que cayeran al suelo, ¡hasta que los sacaran de la sala en camilla! E incluso los que quedaran no flaquearían…Entonces, después de once minutos, el director de la fábrica de papel, puso cara formal y se sentó en su silla. ¡Y se produjo el milagro! ¿Qué se hizo de aquel entusiasmo general, incontenible, inenarrable? Todos a una dejaron de aplaudir y se sentaron. ¡Estaban salvados! La ardilla se las había ingeniado para salir de la rueda que giraba …

Sin embargo, así fue como descubrieron quienes eran los hombres independientes. Y así fue como consiguieron eliminarlos. Aquella misma noche, el director de la fábrica de papel fue arrestado. Con una facilidad extraordinaria le echaron diez años, alegando un motivo totalmente distinto. Pero, nada más acabó de firmar el formulario 206, el documento final del interrogatorio, el interrogador le recordó:

“Nunca sea el primero en dejar de aplaudir”.

La Gracia y el Karma

Como católico (y ex ateo), me es difícil decir si Setién está en el purgatorio (camino al cielo) o en el infierno. Porque el cristianismo no es una religión del Karma o de las buenas obras, como otras (por ejemplo, el Islam, el judaísmo o el budismo). No se trata de que los que hacen bien van al cielo y los que hacen mal van al infierno. Nosotros vamos de otro rollo.

El cristianismo es una religión de la Gracia y parte de que el ser humano es imperfecto (pecado original) y no puede salvarse por sí solo: para eso necesitamos un salvador. Como dice el Mismísimo:

«Al oírlo, sus discípulos se asombraron más aún, y decían:

—Entonces, ¿quién podrá salvarse?

Jesús los miró y les contestó:

—Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible.» (Mateo 19, 25-26).

Por eso, sólo la Gracia de Dios («gracia» significa «gratis»), obtenida con el arrepentimiento, basta. Si Setién se ha arrepentido de corazón de sus pecados, estos les serán perdonados. Si sigue negando sus pecados o no arrepintiéndose, no le serán perdonados.

«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros; pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad.» (1 Juan 1,8-9)

¿Y como no recordar el bellísimo Salmo 51? https://www.biblegateway.com/passage/?search=Salmos%2051…Pero no os aburro más.

De la misma manera, viendo mis pecados de juventud (algunos de ellos harían que vosotros no me hablárais en toda la vida), yo (como una vez declaró Bono de U2) confío en la misericordia de Dios y estoy agradecido de que la Gracia (regalo gratuito) y no el Karma rija en el mundo espiritual. Como dice Chéjov en «Tío Vania»:

«En el mundo más allá de la tumba, diremos que hemos amado, que hemos sufrido y el buen Dios se apiadará de nosotros.» 

En esa esperanza vivimos. Y perdonad el rollo, pero este es un error habitual sobre el cristianismo que se tiene en España y, sea uno cristiano, ateo o de otra religión, creo que es básico saber esto.

El mundo moderno en seis párrafos

Tradicionalmente, se suponía que el ser humano debía dominar su YO para dominar su egoísmo natural y para adaptarse al mundo y a la sociedad, con el fin de conseguir una sociedad y una vida armoniosa. Todos los grandes pensadores de la humanidad así lo han afirmado (Jesús, Buda, Confucio, Séneca y un largo etcétera)

Desde la Ilustración (que llegó a las masas europeas durante los años 60, desplazando al cristianismo anterior), se ha invertido la estrategia. El mundo moderno se basa en dar al YO cada vez menos restricciones para que haga lo que le dé la gana, aunque el deseo no sea sano, ayude a la sociedad o sea constructivo (de hecho, ya no podemos decir esto, pues somos relativistas y no creemos que haya una verdad objetiva, así que no se puede condenar el comportamiento de nadie).

Por lo tanto, no es el que el YO debe adaptarse al mundo, como antes, sino que el mundo debe adaptarse al YO. Así no maduramos y quedamos en el nivel de niños malcriados. La sociedad degenera en una lucha de todos contra todos, a ver quien se queda más parte del pastel.

A esto se le llama «libertad», porque «egoísmo» o «narcisismo» suenan mal. En nombre de la libertad, se intentan romper todas las estructuras que han permitido la sociedad y que ponen restricciones al YO: la religión, las naciones (sea por inmigración ilegal o por separatismos), las comunidades («a quien le importa lo que YO haga», dice Alaska), la familia y, últimamente, incluso la biología (por ejemplo, uno puede nacer hombre y, si quiere ser mujer, puede estar en lucha contra su propio cuerpo, pues nada debe impedir el reinado del YO).

Esto es ir contra la naturaleza y es imposible. Pero sólo intentarlo y mantener la apariencia de que es posible, requiere cantidades ingentes de dinero. Es por eso que aumentan los impuestos y la deuda. Por otra parte, ir contra la naturaleza hace que nuestra productividad y nuestra demografía se hunda y vemos pueblos menos narcisistas y más en contacto con la realidad, conquistarnos y reemplazarnos.

Es un poco triste ver cómo nuestra sociedad se suicida queriendo ir contra la naturaleza y contra la realidad. Pero como dicen los americanos, «la madre naturaleza es una cabrona» («Mother Nature is a bitch») y nada puede ir contra ella. Ella es la que ríe la última. Otros pueblos nos remplazarán y recuperarán el sentido común que nosotros tiramos por la borda en una orgía de egoísmo y narcisismo. Nosotros quedaremos en la historia como una sociedad suicida, ejemplo de lo que no se debe hacer.

Sobre las trampas y lo insaciable del nacionalismo catalán

«la democracia española, aún no está lo suficiente consolidada como para aceptar que una parte de su territorio se pueda separar de forma pacífica.»

En realidad, ninguna constitución del mundo acepta la autodeterminación de parte del territorio (hay que decir que Gran Bretaña no tiene constitución, lo que la hace más vulnerable a los demagogos que juegan con fuego). Ni siquiera la constitución que hicisteis para la futura República de Cataluña. https://www.abc.es/…/abci-constitucion-cataluna-texto…. La constitución de la Unión Soviética sí que reconocía esta autodeterminación y a la hora de la verdad, tampoco se aplicó.

En realidad, siempre jugáis con dos barajas. Pedís diversidad dentro del Estado Español, pero dentro de Cataluña todo el mundo debe hablar catalán y, si no es independentista, se le llama colono y se le dice que se vaya. Queréis independizaros si el 51% del territorio vota a favor, pero no aceptáis que las provincias de Tarragona o Barcelona (donde seguramente ganaría el «no») se queden en España. Queréis hacer referéndum tras referéndum hasta que gane la independencia (si perdéis el referéndum, el día siguiente lucharéis por otro). Pero una vez gane la independencia, ya no habrá ningún referéndum nunca por si la gente se arrepiente. Usáis la retórica de la democracia, pero sois poco demócratas.

«al fin y al cabo no se debe luchar contra los nacionalismos, sino aceptarlos e integrarlos. Es decir, aceptar la pluralidad nacional y hacer los gestos necesarios para que haya un respeto y un ambiente idoneo.» Lamentablemente, esta se ha demostrado una vía fracasada, lo que pasa es que quizás tú eres muy joven para recordarlo.

Ya la Constitución española se hizo con este espíritu. Se pensó que si se daba la autonomía a las comunidades como Cataluña y el País Vasco, se acabaría con el problema nacionalista (que era diminuto en aquellos momentos, pero el espíritu era integrar a todos los sectores de la oposición franquista). En aquel tiempo se pensó que se había aceptado la pluralidad (no digo «nacional», porque Cataluña no es una nación: esto es una milonga que os han contado). Incluso se incluyó la palabra «nacionalidades» en la Constitución para que los nacionalistas estuvieran satisfechos (esto era muy radical entonces)

Desde que los nacionalistas tuvieron el poder, tomaron el control de la escuela, de los medios de comunicación y de las subvenciones a la sociedad civil para crear un sentimiento de agravio y pedir más. En cada negociación con el gobierno central (por ejemplo, la de Aznar) se les ha dado más cosas a los nacionalistas, pero ellos no han estado nunca contentos. Las cesiones siempre han ido en el mismo sentido. Siempre los nacionalistas han sacado algo más de lo que tenían. Pero nunca han estado satisfechos.

Más adelante, los nacionalistas deciden ir un paso más allá, aprobando un nuevo Estatut de forma unilateral. Un Estatut que tiene cosas que ningún Estado puede aceptar. Cuando el Constitucional aprueba la mayor parte de este Estatut pero anula unas pocas cláusulas, los nacionalistas elevan el grito al cielo: «¡No hay derecho! ¡La voluntad del pueblo de Cataluña está por encima de cualquier tribunal!» Esa es la negociación según los nacionalistas: dame todo lo que quiero o si no no estaré satisfecho. Si me lo das todo, pasaré unos años satisfecho y después volveré a estar insatisfecho». Obviamente, esto quiere decir que ese ambiente idóneo de que hablas es imposible de conseguir, porque el nacionalismo tiene como lema aquella canción: «Todos queremos más. Todos queremos más. Todos queremos más y más y más y mucho más». Para obtener más concesiones, se hacen los agraviados, las víctimas y protestan, por lo cual integrar el nacionalismo es imposible, porque el nacionalismo no quiere ser integrado en el sistema. Esto haría que se quedara sin coartada para obtener concesiones.

Más adelante, el nacionalismo hace un referéndum y declara la independencia de forma unilateral, incluso no teniendo la mayoría de votos de Cataluña a su favor. Claro, ¿qué hay que decir a eso? ¿Cómo se puede integrar a aquellos que no quieren ser integrados? ¿Aquellos que nunca tendrán suficiente, que siempre querrán más, que sólo estarán satisfechos con la independencia? Es muy irónico que la gente que está siempre descontenta y que no se contenta con ninguna cesión sea la que diga que hay que integrarlos y aceptarlos, cuando ellos no quieren ser ni integrados ni aceptados.

Dos conceptos de democracia

Vaya por delante que creo que la democracia es una mentira con la que nos oprimen, pero no entraré en esto. La discusión entre tu y Marc se da porque tienen conceptos diferentes de democracia.

La democracia tiene dos conceptos principales: las votaciones y la ley. De las dos, el segundo es el más importante. Al pueblo sólo le deja elegir en muy contadas ocasiones sobre temas limitados, que después no se hace caso muchas veces y siempre limitado por la ley. Entre las votaciones y la ley, la ley domina. No se puede votar cuando la ley no permite (muchos quisieran votar de nuevo sobre Trump o el Brexit), en temas que la ley no permite (por ejemplo, discriminar a los judíos), ni de forma que la ley no permite (esto de meter urnas en la calle y votar sin garantías, va a ser que no).

Pero esto no es como se vende la democracia. La retórica y la propaganda es que la democracia es la voluntad del pueblo. Es decir, que si el pueblo quiere algo, tiene derecho a conseguirlo. Es decir, como si sólo existieran las votaciones y no la ley. Esto nunca ha sido verdad ni lo será, en ninguna democracia.

Marc ha creído la retórica de la democracia (que es la voluntad del pueblo, etc) así que dice «¿si votamos y somos el 51% por qué no se nos da la independencia?». Tú te opones desde el respeto a la ley. Así, cuando habláis de democracia, habláis de cosas diferentes. Marc habla de la retórica, tú hablas de algo más real (tampoco de la realidad, porque lo tuyo también es propaganda pero una propaganda más realista, pero dije que no hablaría de esto).

Sobre la imposibilidad de convencer a otro

«¿Para qué seguir?
Nadie podrá convencerte, ni con documentos (son falsos) ni con experiencias personales (no son ciertas) hasta que tú decidas tomarte la pastilla.»

Este es el drama del ser humano. Es imposible convencer a otro, aun teniendo la verdad, aun teniendo todos los argumentos, porque 1) el hombre no es sólo racional sino también emocional 2) la razón del hombre es imperfecta y se puede defender una cosa y la contraria (Kant estudió esto y en la tradición cristiana decimos que la razón está «caída»).

Lo máximo que puedes hacer (y es un gran éxito) es dar un empujoncito a alguien en dirección a la verdad. Sólo si él se deja y está receptivo. Por eso, el viejo proverbio Zen “Cuando el Alumno Está Preparado, Aparece el Maestro” es falso. El maestro siempre ha estado ahí, lo que pasa es que el alumno no quería escuchar.

Sobre la igualdad

No creo en la igualdad. Supongo que esto me hace un hereje y que me quemen en la hoguera. La igualdad es como los unicornios: algo inexistente en la realidad y sólo lavados mentales de cerebros permiten que creamos que existe.

El hecho de que no hay dos personas iguales no merece discusión. Pero tampoco hay esa igualdad de derechos que tanto se pregona. Me explico.

Delante de cualquier situación legal, la ley debe aplicar un criterio para saber qué personas tiene derecho a ciertas cosas y cuáles no. Por eso, toda ley hace a las personas desiguales. Así, por ejemplo, la ley que dice que debe aprobarse con un 5 hace a las personas inteligentes desiguales de las que no lo son. La ley de apoyo a las embarazadas discrimina a las mujeres de las que no lo están. Las normas que rigen la selección de fútbol discrimina a las personas no atléticas de las que son. Toda ley es un instrumento de discriminación. La Constitución española discrimina a los españoles de los extranjeros y así hasta el infinito.

Obviamente, cada ley discrimina según ciertos criterios y no según otros criterios. Por ejemplo, la ley del aprobado (por llamarla así) discrimina las personas inteligentes de las que no lo son, pero no discrimina por sexo. En cambio, en otras situaciones legales, sí se discrimina por sexo (por ejemplo, las selecciones olímpicas son diferentes para hombres y para mujeres, por lo que hombres con las mismas capacidades atléticas están discriminados respecto a las mujeres).

Para los criterios en que una ley o una situación no discrimina, se puede decir que las personas son iguales ante esa ley. Así, para la ley del aprobado, hombres y mujeres son iguales pero no pasa con la ley de la selección olímpica o de la ayuda a embarazadas (en este caso, hombres y mujeres no son iguales delante de esas leyes).

Decir que todos somos iguales ante la ley (así, en general, donde «ley» significa «todas las leyes del país») es absurdo, porque justamente cada ley nos hace desiguales. Es como decir, el triángulo cuadrado.

¿Por qué tiene tan buena prensa la igualdad inexistente? Bueno, además del lavado de cerebro constante, es porque hay un movimiento de «cambiazo». Realmente, cuando nos están vendiendo la igualdad, nos hacen creer que, si no hay igualdad, es injusto.

Por qué realmente lo que tiene que ser la ley no es igual, sino justa. Es injusto tratar gente diferente de manera igual (por ejemplo, en las selecciones olímpicas, porque las mujeres no son tan buenas atletas como los hombres). La justicia consiste en cada situación definir criterios que se tendrán en cuenta para discriminar (que es lo que hace la ley), pero que estos criterios sean justos. Sería injusto discriminar aprobados por sexo o por estar embarazada, pero es justo discriminar la selección olímpica por sexo o las ayudas a embarazadas por estar embarazada.

Igual que cuando te venden gato por liebre, nos venden la igualdad como si fuera justicia, pero lo que realmente lo que quiere el humano delante de la ley es justicia, no igualdad. Así nos la meten doblada. Con la excusa de la igualdad, algunos grupos hábiles en jugar este juego (y patrocinados por el poder) acceden a recursos que no les corresponden por justicia, privando de estos recursos a la gente que sería justo dárselos. Por ejemplo, en nombre de la igualdad, negros menos inteligentes acceden a Harvard, cuando blancos más inteligentes son rechazados. El poder tiene interés en jugar este juego de la igualdad pero esto ya es otra historia.

Sobre la naturaleza humana según la modernidad

Definitivamente, el mundo moderno se basa en dos hipótesis (que se contradicen una con la otra y falsas las dos).

Hipótesis 1. El ser humano es infinitamente maleable. Es una página en blanco. No hay naturaleza humana ni son importantes los componentes genéticos, sino que todo es cultural. A esto se le llama «tabula rasa» o «blank slate» en inglés. Y es completamente falso (la ciencia lo ha desmentido en miles de ocasiones. Para una introducción, leer el libro de Steve Pinker «La tabla rasa» (the blank slate).

Conclusión de la hipótesis 1. Todos los males del mundo pueden ser remediados cambiando al ser humano a través de la educación. Por ejemplo, cuando un refugiado de 16 años viola a una encargada de catering en Europa del Norte, los responsables del centro se extrañan y dicen: «Pero si él había asistido a los cursillos donde les decíamos cómo tratar a las mujeres en Europa». Atónitos.

Los que crearon la democracia y eran bien intencionados (que eran los menos, pues fue todo una estrategia para obtener poder) imaginaron una república de filósofos: una sociedad en que cada persona analizaría de forma racional las opciones políticas y votaría a la que le pareciera mejor. Además, creyeron que los votantes votarían de forma libre, sin ser influidos por las mentiras y la propaganda de los medios. ¿Qué porcentaje de personas hace esto? ¿Un 1%? ¿Un 5%, siendo muy generosos? La mayoría de gente vota porque su familia es de derecha o izquierdas, porque todos sus conocidos votan así, porque la tele le dice el candidato que debe votar, porque se cree que es bueno votando a la izquierda, o se cree que la izquierda va a favor de los pobres o porque el candidato es guapo (Suárez, Felipe, ZP) o porque está contento o descontento sobre su vida.

Cuando esto no salió, la solución estaba preparada: educación. Pero la educación ha pegado un salto espectacular en las últimas décadas y la gente sigue votando por las mismas razones. Lo que la natura no da, Salamanca no lo remedia. Hay carácteres genéticos que impiden que la persona media sea un filósofo. Esto no la hace menos valiosa (tiene otros puntos fuertes) pero sí que no se pueden pedir peras al olmo. Esto es una consecuencia de la falsedad de la hipótesis 1.

Hipótesis 2. El ser humano es bueno por naturaleza (es la negación de Rousseau del pecado original). Fíjaos que esto se contradice con la hipótesis 1, que dice que el hombre no tiene naturaleza sino que es maleable y sin forma, como la plastilina.

Conclusión de la hipótesis 2. Como el hombre es bueno, son las estructuras (la sociedad, el sistema político y económico, las instituciones, etc) las que producen el mal. Por lo tanto, hay que cambiar las estructuras (ya sea por reforma o por revolución). (A Rousseau nunca se le ocurrió como personas tan buenas pueden producir estructuras tan malas).

Obviamente, las dos hipótesis no sólo se contradicen entre sí si no que son falsas. El hombre es una mezcla de bien y mal y no es infinitamente maleable. Es cierto que la educación y el cambio de sistema político pueden tener efectos positivos y, por ello, deben estudiarse, pero no hay que tener excesiva fe en ninguno de ellos, pues tienen sus limitaciones.

Es por eso que no creo que la educación sea la solución (las últimas décadas han demostrado esto). Pero tampoco creo que cambiar el sistema político sea la solución.

En mi opinión, aunque es bueno pensar en como mejorar la educación y el sistema político, no hay alternativa a trabajar sobre la persona, sobre los valores. Hay que inculcar una moral a los niños. Esto no es trabajo de la escuela, sino de la familia y de toda la sociedad. «Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará.» Proverbios 22:6. Para un pueblo que es moral, cualquier sistema político es bueno. Para un pueblo que no es moral, cualquier sistema político es malo.

La sociedad española ha estado inyectando egoísmo a las nuevas generaciones. Lo de la moral es un cuento de viejas, disfrutemos la vida, que mañana moriremos. Se abandona la estrategia tradicional en la historia de que el ser humano debe esforzarse para ser mejor moralmente (eres pecador y debes esforzarte por pecar menos, según la tradición cristiana, aunque otras tradiciones llegan al mismo lugar por otros caminos).
 
Ahora el ser humano debe esforzarse en conseguir todo lo que quiere su egoísmo, sentirse bueno y tirar las culpas a otros y a la sociedad. Yo soy bueno haga lo que haga, los malos son los otros y el sistema. Es una lucha de todos contra todos por ver quién consigue un pedazo más grande del pastel aunque tenga que dejar al otro sin nada.
 
Así nada puede ir bien y vemos que, conforme la inercia de las viejas generaciones se va apagando, las cosas cada vez van peor.

Sobre el día del orgullo gay

No necesitamos un día del orgullo hetero. Nos sentimos bien con lo que somos, así que no necesitamos metérselo por el c**lo a los otros con espectáculos de mal gusto para sentirnos bien con nosotros mismos.

Comenzaron diciendo que sólo querían ser tolerados, que el Estado no debía ponerse en lo que hacían libremente dos adultos. Reconozco que me engañaron y estuve a su favor. Una vez se les dejó esto, comenzaron a querer cambiar las leyes para que lo nunca había sido matrimonio (ni lo será nunca), se llame «matrimonio» y tenga los mismos derechos legales que el matrimonio. Una vez consiguieron esto, comenzaron a crear leyes contra la LGBTIfobia y querellarse contra curas porque condenaban la homosexualidad ante sus fieles, siguiendo la doctrina cristiana. O prohibir autobuses que dan opiniones contrarias a las suyas ¿Pero cómo quedamos? ¿No tenía el Estado que quitarse de lo que hacían libremente los adultos? Los que comenzaron pidiendo tolerancia, se han convertido en unos fanáticos totalitarios, que sólo quieren prohibir a todos los que no piensan como ellos.

Toda esa voluntad totalitaria responde a una inseguridad interna. La voz de la conciencia no les deja en paz y piensan que, si todos les aplauden, acabarán sintiéndose bien con ellos mismos (si estuvieran seguros de sí mismos, les importaría un bledo lo que dijeran los otros). Así, que para acallar esa voz interna y conflicto interior, acabarán con la libertad de expresión y obligarán a todos los que discrepan a callar o ser castigados. Pero aún así no conseguirán sentirse bien con ellos mismos, aunque destrocen la sociedad intentándolo.

Nosotros no necesitamos eso. ¿Qué quieren dar un espectáculo todos los años en que muestran su vulgaridad, angustia, intolerancia y mal gusto? A nosotros no nos importa, estamos seguros de nosotros mismos.